Profesionales, para qué…

La educación superior es un privilegio, no solo un derecho. Pero, según un estudio de la empresa británica de servicios financieros Remitly, los jóvenes bolivianos no quieren ser ingenieros, astronautas o pilotos. Quieren triunfar en las redes sociales.

El estudio publicó un mapa de datos basados en búsquedas globales de Google, donde se puede ver las aspiraciones profesionales de varios países. En el caso de Bolivia, los jóvenes quieren ser YouTubers.



El dato no tiene ninguna novedad. Es producto de una política educativa que durante los últimos 15 años ha producido este tipo de aspiración.

¿Por qué nos está pasando esto? Por dos factores. El primero, Bolivia no produce propiedad intelectual. Es un país que no piensa. Un país que obedece. Bolivia se basa en la extracción de recursos naturales y vive de su comercialización. El IDH sostiene a las universidades públicas y las transforma en ONG gigantes, sosteniendo la economía de muchos alumnos que no van a estudiar allá, sino a vivir de su comedor popular y de su seguro de salud.

El segundo tiene que ver con una educación que privilegia la idea de repetir, tener uniforme y cantar el himno nacional los lunes. Obedecer es la base de la premisa educativa. No pensar, no proponer y no sugerir.

Pero hay gente que hace lo contrario y cambia al sistema desde adentro. Ahí está Jaime Uzquiano, propietario del ingenio Somincor, en Potosí, quien junto a otros potosinos ha desarrollado un sistema de dragado de lodos cuyo sistema de conos de alta densidad permite recuperar el agua dejando “queques” de lodo casi secos. Con esa tecnología se salvaría a la laguna Alalay de Cochabamba. Es una pequeña muestra de la educación formal bien empleada.

Sin embargo, la cacareada “revolución cultural y educativa” produce aspiraciones lejanas a obtener una profesión.

Los bachilleres quieren ganar plata pronto y rápido. No les interesa el modelo económico que la propaganda lo llama “socio-productivo-comunitario”.

Prefieren el modelo real. El extractivista-capitalista y depredador del medio ambiente y de las leyes. No es casual que el contrabando forme parte activa de la sociedad boliviana, y las leyes se tuerzan cada dos por tres. Para colmo, cuando eres un emprendedor formal, eres culpable y estás penalizado con acciones punitivas que surgen de impuestos nacionales o de instituciones absurdas como la AJ.

A la larga, Bolivia no producirá un mejor estilo de vida. Seguirá repitiendo consignas que no resuelven los problemas.

¡Qué increíble sería que en el colegio te expliquen por qué el cielo es azul, o qué pasa cuando sumas 1+2+3+4+5 hasta llegar a 100 y entiendas por qué el resultado es 5.050!

Empero, pensar está penalizado y curiosamente quienes comenten negativamente este artículo van a dar cuenta de ello.

Mónica Briançon Messinger