Un turril de omisiones

«En un país donde el que gana en la revuelta o la revolución, se queda con todo; él no, Siles Suazo esperó a Paz y entre ambos, lograron la instauración del “gobierno revolucionario” al que le dieron “características de gobierno constitucional», aunque fue de facto».

 



Hace unos días terminé de leer el libro biográfico de don Hernán Siles Suazo titulado: «Sobre un barril de pólvora» (Plural Editores-2022), escrito por Rafael Archondo e Isabel Siles Ormachea. Como toda biografía en la que interviene un familiar o allegado, el libro tiene la intención de encontrar los puntos destacados y relevantes de la persona sobre la que se escribe, en este caso, del hombre al que, bien se le puede atribuir la conducción y triunfo militar de la revolución del 9 al 11 de abril del año 1952, porque fue quien encabezó la parte dura de ese levantamiento en defensa del voto que se le había escamoteado a su partido. (MNR, candidatura de Víctor Paz Estenssoro, Hernán Siles, Suazo)

Siles Suazo es uno de los personajes menos apreciados por gran parte de la ciudadanía cruceña, sobre todo en el siglo pasado, por la animadversión de su poder contra Santa Cruz, a lo que me referiré más adelante, aunque no hay que dejar de recordar lo ocurrido entre el 1952-1956 en el gobierno de Paz Estenssoro.

El libro, que tiene muchos datos ciertos y algunas omisiones muy manipuladoras y ahistóricas, nos recuerda muy bien que, fusil en mano, Siles Suazo condujo la revolución de abril y, “derrotó a la rosca”, como dicen los escritores y emenerristas de ese tiempo y una vez logrado el triunfo, esperó la llegada de Víctor Paz Estenssoro para entregarle el mando y eso hay que remarcarlo como positivo; en un país donde el que gana en la revuelta o la revolución, se queda con todo; él no, Siles Suazo esperó a Paz y entre ambos, lograron la instauración del “gobierno revolucionario” al que le dieron “características de gobierno constitucional”, aunque fue de facto; eso debiera ser discutido en algún momento.

Veamos: la revolución buscaba defender en las calles el triunfo movimientista en las urnas, es decir, logrado en la elección del 5 de mayo de 1951 en la que, el binomio citado ganó en las urnas en una campaña encabezada por Siles, porque a Paz no lo dejaron entrar a Bolivia (Urriolagoitia entregó el poder a los militares tras del triunfo del MNR, por temor al “comunismo”). Tras del triunfo de la revolución, Siles Suazo ejerce interinamente y le entrega el poder a Paz Estenssoro cuando este llega de Buenos Aires, después de 2 triunfos: la elección y la revolución.

Es innegablemente que a Siles Suazo se lo puede considerar el artífice de los triunfos, pero, uno se queda, en esa parte del libro, esperando un análisis en mayor profundidad acerca del porqué, pese a que defender el triunfo democrático, el partido no convocó al Congreso a instalarse y decidieron gobernar solos. Es curioso que un movimiento que defienda un triunfo electoral prefiera convertirse en un gobierno de facto, controlando todos los poderes del Estado y aplicando una violencia sin límites, creando Campos de Concentración, en los que, 869 personas opuestas al régimen fueron vejadas y mancilladas; la gran mayoría, opositores políticos, militantes de Falange Socialista Boliviana y, también muchos de ellos, simplemente por ser cruceños.

De acuerdo al libro citado, la Comisión Nacional Investigadora encargada por el gobierno de Barrientos para investigar los hechos del “doble sexenio” (12 años de gobierno emenerrista) atribuye al gobierno de Paz Estenssoro la instalación de los 3 campos de concentración en Coro Coro-Uncía-Catavi y Curahuara de Carangas (este fue el peor), ¡son de la gestión de Paz Estenssoro y listo!

Dice el libro que, los Campos de Concentración fueron cerrados por Siles Suazo a su llegada al poder, es decir, el año 1956, pero en ninguna parte se refiere al hecho de que Siles al ser vicepresidente de Paz Estenssoro haya emitido desacuerdo por los mismos, de manera que es imposible desligarlo de responsabilidad.

Veamos: Siles Suazo se puso al hombro la elección del ´51 y la ganó, condujo la revolución armada del ´52 y la ganó y, con esos antecedentes, ¿no pudo haberse opuesto a la creación de los campos de concentración, manejados por oficial chileno, el tristemente célebre Luis Gayán si no hubiera estado de acuerdo? ¿Por qué no lo hizo? ¿Era Siles un vicepresidente sumiso? ¿No podía con Paz?

En lo personal me queda la sensación de que el libro deja en claro que Paz Estenssoro era un presidente que controlaba todo, y que Siles era, a su lado, simplemente un buen segundo, cuyas actuaciones más destacadas, en ese periodo, eran representar a Paz y su gobierno allí donde el parco presidente Paz Estenssoro, no asistía. Ejemplo: la coronación de la Reina Isabel de Inglaterra y algunas reuniones internacionales importantes; se habla de una reunión no oficial con el Che Guevara, que no tuvo ninguna importancia ni “oficialidad”.

Siles, cuando fue presidente se declaró seguidor de Gandhi, y cuando hizo la huelga de hambre para contrarrestar la huelga minera por las consecuencias del plan Elder (antiinflacionario) aseguró: “Soy un jefe de Estado que no recurría jamás a la violencia para sostenerse. No puedo apoyarme en otras fuerzas que las que el pueblo me ha otorgado y a las que he servido toda mi vida”, sin embargo, como presidente constitucional pleno, con parlamento funcionando, con los poderes del Estado aparentemente en funcionamiento, el año 1958 (dos años de gobierno) envió a 11.000 milicianos campesinos ucureños y clizeños, respaldados por militares a “sentar la mano a Santa Cruz”.

Probablemente, se diga que cuando envió a los milicianos recurrió a su propia gente y “no se apoyó en otras fuerzas” pero no olvidemos que, consecuencia de esa invasión, se dieron los hechos de Terebinto y la Poza de las Liras, donde fueron asesinados, previa tortura, José Cuellar, Gabriel Candia, Felipe Castro y Romer Mercado, entre otros.  Se podrá decir que los falangistas conspiraban, se puede argumentar lo que se les ocurra, pero lo cierto es que un gobierno democrático debió usar métodos legales y democráticos para volver a la normalidad, y no lo hizo.

Tampoco es aceptable la idea de que el año 1956, apenas llegado al gobierno, cerró los campos de concentración, porque es harto conocido lo ocurrido en septiembre del año 1956, cuando Siles tenía un poco más de 1 mes en el gobierno.

Para que los chicos sepan y los más grandes recuerden: la víspera del 24 de septiembre, aniversario de la gesta libertaria de 1810, el gobierno ordenó la detención de militantes falangistas. Desde esa noche, hasta el 25 de septiembre, lograron apresar a 47 falangistas, entre ellos 2 menores de edad y al amanecer del día 26, había 47 detenidos que fueron subidos al avión DC 3 del LAB que los llevaría a La Paz, para, de ahí, trasladarlos a Curahuara de Carangas, de manera que, el cierre de los campos de concentración no fue inmediato y que, probablemente lo que lo precipitó, fue la heroica acción de los detenidos que, en pleno vuelo, secuestraron el avión y se dirigieron a Salta , república Argentina en un episodio político sin precedentes en el mundo, es decir el primer secuestro aéreo del mundo, con fines políticos, que se llamó “Salto a Salta”.

Siles Suazo es un hombre con nombre propio en la historia republicana, de eso no hay dudas; su rol en el retorno de la democracia es fundamental, pero no hace bien al país que se intente bajar el tono en cuanto a sus responsabilidades en el primer gobierno de Paz Estenssoro, cuando ese fue un gobierno de 2 exclusivamente, así él haya sido siempre el segundo en la historia del MNR; en ese primer gobierno comenzaron las luchas cívicas que lamentablemente terminaron diluidas a raíz de la huida de los unionistas, ya bajo la dirección de José Gil Reyes” en lo que se llamó posteriormente “la guerra de los talones”, pero esa es otra historia. Recordemos que el 57, murieron por la bala movimientista, Jorge Roca y Gumercindo Coronado. No olvidemos, tampoco, que los 47 falangistas que protagonizaron el Salto a Salta fueron detenidos en el centro de torturas, tristemente recordado con nombre de Ñanderoga.

Siles se sentó, sin duda, sobre un “barril de pólvora”, pero, en el libro hay… un “turril lleno de omisiones” que no debemos dejar pasar.

 

Carlos Federico Valverde Bravo