Arce, la economía y el 2025

En lugar de generar certidumbre y recuperar la confianza de la gente, el gobierno se ha enfrascado en un duelo verbal con el expresidente Evo Morales sobre quién sabe más de economía. Lo bueno de esa disputa es que finalmente el ministro Marcelo Montenegro dijo una verdad que otros dijeron antes: las gestiones de Morales dejaron factura y una monumental mentira: que vivíamos sobre un mar de gas.

Y era obvio que la cuerda se iba a romper por el hilo más sensible. Arce podía aceptar todo, incluso que se le dijera que encubría a narcotraficantes y que se aliaba con la DEA, pero no que un líder cocalero sin formación le venga a espetar que hace mal las cosas en materia económica.

Con los mismos argumentos utilizados durante años por algunos analistas económicos y líderes de la oposición, Montenegro no solo reconoció la crisis del gas, sino que atribuyó su causa a la falta de una inversión “agresiva” en el sector.



En suma, hubo mucha plata, se la gastó y no se reinvirtió para estirar un poquito los años de la bonanza. Y ahora YPFB quiere invertir en Argentina para asegurar el abastecimiento en Bolivia.

Sobre el devastador diagnóstico de las calificadoras de riesgo internacional, el ministro solo dijo que las recetas económicas no son lineales y que, si ese fuera el caso, se hubieran tomado en cuenta las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional. En las calificadoras las explicaciones del gobierno boliviano no tienen ninguna relevancia.

Montenegro, como Arce en sus buenos tiempos, estaba acostumbrado a dar buenas noticias sobre la marcha de la economía, pero eso ya es historia pasada. En menos de dos semanas y después de haber administrado en goteo sus intervenciones públicas, ahora el ministro y sus subalternos intervienen con mucha más frecuencia, pero no han logrado sembrar certezas en la ciudadanía. De paso, hasta hoy no se conoce ninguna opinión del presidente al respecto.

El problema no tiene que ver solo con rumores “malintencionados”, como se dijo en algún momento, sino con la constatación rutinaria de que las cosas no son como antes. Y el malestar es algo que se contagia con extraordinaria rapidez.

La tensión entre las dos versiones de un “masismo” en franco desgaste dificulta incluso más la posibilidad de una salida. Hay trabas en la asamblea para leyes urgentes, presión en las calles y una sensación generalizada de que, por lo menos hasta ahora, no ha habido mucha capacidad para enfrentar el momento.

Al expresidente Morales, la narrativa “neoliberal” del gobierno no le incomoda mucho. Es más, ha tenido que lidiar con ella desde que asumió por primera vez la conducción del gobierno en enero de 2006. De hecho, le viene bien que lo ataquen porque así mantiene predominio en el espacio político radical.

La crisis está dejando a Arce sin discurso de cara a los comicios de 2025. A lo sumo, durante los años que vienen tendrá que dedicarse a administrar, esperemos que mejor de lo que lo hizo hasta ahora, una coyuntura que puede prolongarse más allá de su mandato. De elecciones parece que ni hablar, porque en lo que va de la historia democrática nadie ha salido bien librado de una crisis.

Esta es una coyuntura difícil que pega sobre todo en las clases medias, que tiene algunos ahorros y no quiere ver que su dinero pierda valor en poco tiempo. Los efectos también están siendo duros para los que se refugian en la informalidad. Hay menos dólares para comprar fuera y compradores más austeros en el mercado interno. Ambos segmentos son determinantes a la hora del voto. Está por verse hacia donde dirigirán su mirada en busca de ayuda, pero seguramente no será hacia quienes aparecen hoy como los responsables del problema.

Lo económico comienza a jugar en el campo electoral, pero ya no a favor del MAS, aunque por ahora Evo Morales quiera aparecer como el defensor de las primeras víctimas. Se vienen tiempos de redefinición que, en lo inmediato, dificultan una posible reelección de Arce. La economía lo llevó al poder y ahora lo puede dejar sin él.

Hernán Terrazas es periodista