Los cubanos van a las urnas en otra predecible e insólita elección: hay tantos candidatos como escaños a ocupar y está prohibido hacer campaña

Con postulantes nominados a dedo, el régimen busca conformar la Asamblea Nacional para reelegir a Miguel Díaz-Canel. Los altos índices de abstencionismo en la isla, sumado al creciente éxodo de ciudadanos que sí figuran en el padrón, ponen en jaque a la Revolución.

Un votante camina para emitir su voto en un colegio electoral en La Habana, Cuba, 26 de noviembre de 2017 (REUTERS)
Un votante camina para emitir su voto en un colegio electoral en La Habana, Cuba, 26 de noviembre de 2017 (REUTERS)

Fuente: Infobae

 



No hay carteles en la calles, no hay actos de campaña ni debates… Lo que hay en Cuba es una duda: ¿el régimen logrará arrastrar a los votantes a los colegios electorales o la baja participación le explotará en el rostro a Miguel Díaz-Canel?

Este domingo, el régimen cubano convoca a las urnas en uno de los escenarios más complejos de su historia. El el país atraviesa una grave crisis desde hace dos años por la conjunción de la pandemia, los errores en la política económica y monetaria, y la represión política. En este tiempo se profundizó la escasez de alimentos y medicinas, se han multiplicado las filas y se hundió el valor del peso. Además, hace más de un año que los cortes eléctricos son cotidianos. Todos los días, aunque sea un rato, los cubanos están obligados a vivir sin luz.

Así, el hartazgo multiplicó las pequeñas manifestaciones con las históricas y espontáneas protestas del 11 de julio de 2021 como faro. Esa luz no se apagó, los cubanos saben que el 11J existió y, aunque a fuerza de persecución y sentencias obscenas el régimen aplacó las movilizaciones masivas, la voluntad de volver a las calles está latente.

Una imagen del fallecido Fidel Castro decora un colegio electoral momentos antes de su apertura al público en La Habana, Cuba, 26 de noviembre de 2017 (REUTERS)
Una imagen del fallecido Fidel Castro decora un colegio electoral momentos antes de su apertura al público en La Habana, Cuba, 26 de noviembre de 2017 (REUTERS)

La activista cubana Carolina Barrero que, como miles de disidentes tuvo que dejar la isla empujada por las amenazas del régimen, aseguró en diálogo con Infobae que lo de este domingo ni siquiera es una votación. “No se elige nada, es un ejercicio de ratificación de listas cerradas ordenadas por el propio Partido que se auto elige. La última vez que los cubanos votamos en elecciones libres fue en 1948, estamos hablando de 70 años sin poder elegir libremente”, denunció.

“La cantidad de plazas es equivalente a la cantidad de candidatos, por lo tanto no hay elecciones”, dice indignado a Reuters Humberto Ávila, profesor universitario jubilado de 77 años. Al hombre, residente en La Habana, las cuentas no le dan. Su razonamiento tiene lógica: para 470 escaños hay 470 candidatos…

Bert Hoffmann, un experto en América Latina del Instituto Alemán de Estudios Globales, asegura que el régimen pone mucho en juego este domingo. En declaraciones a Reutersvaticinó un alto índice de abstención. “Con la crisis de la economía, el poder de movilización política del Estado y del partido se está erosionando”, señaló.

La abstención será, efectivamente, la clave de la jornada y el antecedente inmediato preocupa al régimen cubano: la participación en las últimas elecciones en la isla -las municipales de noviembre pasado- fue la más baja en 40 años. Ese 31% sería una tasa más que aceptable en cualquier democracia occidental, pero para el régimen cubano es un fracaso si se tiene en cuenta que en épocas de Fidel Castro la asistencia era casi perfecta.

Además, el régimen arranca perdiendo la batalla porque la mayoría de los 300.000 cubanos que se fueron a Estados Unidos el año pasado, casi el 3% de la población de la isla, sigue formando parte del padrón electoral.

Funcionarios electorales comprueban los documentos de un votante en un colegio electoral, decorado con una imagen del fallecido  Fidel Castro, en La Habana, Cuba, 26 de noviembre de 2017 (REUTERS)
Funcionarios electorales comprueban los documentos de un votante en un colegio electoral, decorado con una imagen del fallecido Fidel Castro, en La Habana, Cuba, 26 de noviembre de 2017 (REUTERS)

Para Barrero, los cubanos decidieron dejar de votar “por hastío, por cansancio o por falta de credibilidad al régimen, pero también es por conciencia política porque entienden que no votar es la forma que tienen de expresar su rechazo a la dictadura”.

La jornada será muy tensa, vaticinó: “Ya ha habido ejercicios represivos contra activistas de derechos humanos, se los ha citado para interrogarlos, no los dejan salir de su casa”. Además, alertó, el régimen viene instrumentando una “operación de coerción” para que la gente vaya a votar. “Han ido casa por casa. Han estado amenazando a los estudiantes en las escuelas, a las personas en sus trabajos. Hay una campaña política muy grande para que los cubanos asistan a las urnas pero también hay una resistencia y un nivel de conciencia cívica como nunca antes”.

“Denunciamos el ejercicio de la farsa electoral porque dentro de una dictadura la rebeldía es la ley”, afirma Barrero.

Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel (Reuters)
Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel (Reuters)

Hasta los propios ven negro el panorama. Yuliesky Amador, profesor de Derecho de la Universidad cubana de Artemisa, que defiende el sistema electoral local, dijo a Reuters que la crisis económica, la escalada de precios y los continuos apagones hacen que estas elecciones sean las más duras desde 1993, tras el colapso de la Unión Soviética. “Esos factores han llevado a que muchas personas digan, ‘yo no voy a votar porque las elecciones no me resuelven el problema’, y eso complejiza el proceso”, admitió.

Lo cierto es que este 26 de marzo los cubanos volverán a las urnas para otras elecciones absolutamente predecibles. El objetivo es renovar la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) que nominará al presidente. Pero no habrá sorpresa, se reelegirá a Miguel Díaz-Canel.

Además, la votación no contará con ninguno de los valores que convierten a una elección en democrática. Los candidatos son elegidos a dedo y están prohibidas las campañas electorales. El régimen lejos de negarlo, se ufana de ello: “Eliminamos la influencia corruptora del dinero en la política con esta medida”.

Tampoco habrá observación electoral. Quizás se difunda la imagen algún venezolano chavista haciendo la pantomima de fiscalizar pero los observadores serios internacionales, como la OEA o la UE, no estarán.

Y, por supuesto, no participará la oposición.

En Cuba todo pasa dentro del Partido Comunista, considerado por la Constitución como “la fuerza política superior”.