Caminos de Libertad: El Éxodo del Mariel

Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez

DIVULGADOR HISTÓRICO



En el transcurso de la interminable línea del tiempo, las grandes historias se tejen a partir de la idea, el deseo, voluntad y decisión individual de quien está dispuesto a hacer algo fuera de lo común, algo, como albergar sueños de libertad, fuente y condición de los valores morales de seres extraordinarios que buscan encender el fuego que alumbre el camino que los conduzca hacia ella.

Cuentan las crónicas del 4 de abril de 1980, que Héctor Sanyústis al mando de una “guagua” (autobús), se estrelló contra el muro perimetral de la Embajada de Perú en la Habana (Cuba), pidiendo asilo político para él y para el reducido grupo de personas que lo acompañaban.

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Hector Sanyústis tenía un plan y estaba dispuesto a llevarlo adelante a costa de su propia vida. Aquel día, junto a Francisco Díaz –conductor de la “guagua”–, se pusieron de acuerdo para comunicar fallas en el vehículo, por lo que dejaría a los pasajeros en alguna parada próxima y devolvería el autobús a la base. Recogieron a Radamés Gómez, María Antonieta Martínez y sus dos hijos de doce y dieciocho años, dando inicio a lo planificado. Héctor tomó el volante del motorizado, Francisco lo acompañaba cerca de la puerta, mientras el resto de tripulantes se apostaron en el piso para evitar ser vistos. En la primera arremetida, Sanyústis intentó derribar la reja metálica sin éxito, por lo que rápidamente realizó un segundo intento, alertando a los custodios que abrieron fuego contra los ocupantes del motorizado que se encontraban completamente desarmados.

De los tiros sueltos resultaron heridos Sanyústis y Ramés Gómez, quienes para su fortuna se habían logrado quedar al interior de la Embajada de Perú y pudieron beneficiarse del asilo político para ser trasladados al hospital Carlos J. Finlay. Uno de los custodios recibió el impacto de proyectil en la cabeza y terminó falleciendo. El gobierno cubano intentó responsabilizar –sin éxito– de la muerte a quienes habían irrumpido de aquella manera en la sede diplomática, pudiendo constatarse que no portaban ningún tipo de armamento.

El hecho rápidamente alcanzó connotaciones de noticia mundial, mientras las autoridades cubanas exigían al embajador del Perú la entrega de aquellos hombres. El mismo Fidel Castro prepotentemente se comunicó con el embajador Ernesto Pinto Bazurco, quien con firmeza se negó a hacer lo que le pedían en base a una larga lista de argumentos jurídicos expuestos. El  dictador de la isla finalmente respondió: “Bueno, pero hay una diferencia bien grande, yo sé matar, tú no”. Castro amenazó con retirar la custodia de las puertas de la Embajada del Perú, por lo que no se hacía responsable de lo que pudiese pasar con aquella legación diplomática.

Ante la negativa por parte del embajador, finalmente Castro al fiel estilo del régimen cubano, decidió comparecer ante los medios para hablar acerca del incidente ocurrido. Atacó ferozmente al embajador a quien según decía, le habían advertido por los canales diplomáticos que entregase a aquellos hombres, anunciando además que: «Todo aquel que quiera asilarse en la embajada de Perú, puede hacerlo, oficialmente el gobierno de Cuba retira la guardia”.

El objetivo era vengarse del embajador y desacreditarlo ante la comunidad internacional, sin imaginar que aquellas declaraciones terminarían llenando la Embajada del Perú en pocas horas. 10.865 personas fue la cifra de cubanos que ingresaron en aquellos dos mil metros cuadrados de superficie, familias enteras, jóvenes universitarios, hijos, hermanos, padres y muchos otros que tenían alguien esperándolos en Estados Unidos u otros países. Miles de cubanos encontraron en esas declaraciones promovidas por el odio, la oportunidad de alcanzar tierras de libertad.

En los días posteriores el gobierno cubano realizó el corte del agua, la luz y el gas a la embajada que fue rodeada por piqueteros castristas que prohibieron el ingreso a todo aquel que quisiera aproximarse al inmueble de la embajada. Las diatribas y cánticos de odio, insultos, amenazas no cesaban y la tensión iba en aumento. El régimen comenzó a hacer circular la versión falsa que los más de diez mil cubanos que se apostaron allí eran delincuentes peligrosos, homosexuales, desequilibrados mentales, la escoria, el lumpen de la sociedad cubana.

Las negociaciones se mantenían y apenas unos cuantos salvoconductos se habían expedido, fundamentalmente gracias  al apoyo de España y Canadá. Salir de la Embajada del Perú resultaba una verdadera proeza, debían cruzar en medio de los grupos castristas que golpeaban, escupían, insultaban a los que -obligatoriamente- debían pasar por allí para abandonar el país. No se respetaban mujeres, niños ancianos o enfermos, dedicándose estos grupos a atacar  inclementemente.

Tras once días de crisis, reapareció Fidel Castro para referirse sobre el tema, señalando textualmente que: “Los que no tienen el coraje, los que no quieren adaptarse al esfuerzo, al heroísmo de la revolución, que se vayan, no los queremos, no los necesitamos. El que quiera venir de Estados Unidos a recoger a sus familiares, que venga”. Una vez más, no había calculado las consecuencias que tendrían aquellas palabras que autorizaban a las embarcaciones provenientes de Estados Unidos atracar en el Puerto del Mariel, al oeste de la Habana, donde comenzaron a llegar miles de cubanos para transitar finalmente los caminos de la libertad.

El Éxodo del Mariel produjo un tránsito de más de 125.000 personas desde Cuba a Miami entre el 15 de abril y el 31 de octubre del año 1980. El último día de octubre, soldados cubanos anunciaron que aquellas ciento cincuenta embarcaciones que se encontraban en el puerto, serían las últimas en ser autorizadas. Tras casi siete meses, llegaba a su fin uno de los episodios de la historia reciente de Cuba, que todavía resuena en los corazones de su gente.

Para Cuba, aquel éxodo masivo representó una pérdida importante de capital humano, un gran impacto en lo económico y social, así como un duro golpe para la isla dentro el contexto internacional. Las tensiones políticas se agudizaron entre Cuba y Estados Unidos, sufriendo este último un gran impactado ante el arribo de miles de cubanos que incrementaron en un 7% el porcentaje de habitantes en Miami. Las autoridades y pobladores tuvieron la misión de ayudar a aquellos migrantes que llegaron escapando desde la isla, para ayudarlos a adaptarse y convertirse en un aporte para el país que los acogía.

El Éxodo del Mariel no sólo representa las ansias en la búsqueda de libertad de los hombres, también expresa el deseo de vivir en sociedades donde los derechos individuales y la libertad sean respetados. Hacer énfasis en la importancia de proteger y promover los derechos humanos en el mundo, así como apoyar a quienes sufren de una u otra manera la opresión o vulneración de derechos y libertades, aspecto que parece recurrente o inútil, pero es necesario hacerlo hasta que los hombres lo entiendan efectivamente.