De cerebros políticos, incivilidad jurídica y escasas empatías

 

“La muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie.”



Hannah Arendt

 

Desde que el Movimiento al Socialismo (MAS) cooptó todos los aparatos del Estado para asegurar su dominación, recordé la noción del cerebro reptiliano, ya superada. Hoy se sabe que más importantes que la base y las estructuras, son las conexiones cerebrales que se producen entre todas ellas y el conjunto del órgano cerebral.

No obstante, me rondan las dudas: ¿qué clase de conexiones neuronales se darán en los cerebros de hombres y mujeres del MAS, que no se inmutan ante el dolor, la angustia, temores y sufrimientos de otras personas? Solo muestran desprecio frente a las y los otros diferentes que no piensan como ellos. Lo comprobamos aquí, en Cuba, Venezuela, Nicaragua y otras parentelas del populismo-socialismo Siglo 21. Sus raíces ideológicas se hunden en la Rusia leninista, hoy el expansionismo territorial de Putin, a quien el MAS apoya sin chistar. También pacta con la temible y misógina teocracia iraní, y con en el sistema político chino de partido único y su corrosivo capital-dinero, que envenena con mercurio los ríos de Bolivia y construye malas carreteras. Todo para imponer su “modelo social económico comunitario productivo”, centralista, estatista, fracasado que atenta contra las libertades ciudadanas.

Y entonces veo lagartos humanoides, que a eso se refería el descartado cerebro reptiliano: cazar la presa, morderla, triturarla, matarla.

¿Qué conexiones harán las neuronas de dictadores, autócratas, colonialistas, imperialistas y totalitarios de todo tiempo y lugar? ¿Cuáles las del ex Morales, siempre violento cocalero, que quiere ejercer el poder político toda la vida? Nadie olvida el asesinato de los esposos Andrade-Alfaro el año 2000, ni las muertes en sus 14 años de poder letal. ¿Cuáles las de Luis Arce Catacora, hoy jefe del régimen, cuyos impulsos autoritarios mantuvo escondidos en sus más de 20 años como funcionario público? ¿Cuáles las de Juan Ramón Quintana que pretendía mandar al ex prefecto de Pando Leopoldo Fernández, a convivir con los gusanos? Y ¿qué de las conexiones de Álvaro García Linera, que aún quiere “robarnos el alma”, es decir, robarnos la dignidad, la libertad de pensar y ser diferentes?

Sin ser el último, pues hay cientos, ¿cuáles las del cerebro de Iván Lima, esmerado ministro de Injusticias, que dicta o hace dictar condenas contra personas inocentes? Lo hace violando la trama más original de la civilización y la libertad modernas, trama concebida como ‘civilización jurídica’.

Carezco de formación científica para decir que son sádicos o psicópatas, pero ¿cómo calificar la crueldad aplicada a Marco Antonio Aramayo, indígena de la provincia Cordillera, ex director del Fondo Indígena? Estuvo preso 7 años, con 256 procesos en contra, de juzgado en juzgado por todo el país, víctima de tortura y humillación, por haber denunciado corrupción, en esa Institución, convertida en modelo ‘vicioso de gestión pública’. El vil trato recibido no quebró su integridad, sí su salud, hasta que falleció preso e inocente. José María Bakovic, enfermo del corazón, era citado a más de 4000mts de altura, y fue otra víctima mortal de los rasgos antiempáticos masistas.

La ausencia de la cualidad humana empática define a la gente del MAS, cualquiera sea su ‘jefazo’. Han perdido la empatía hasta frente a desastres naturales, como los incendios a “la madre tierra”, que arrasa hábitats de pueblos indígenas, bosques, selvas, flora y fauna. Los últimos, como algunos anteriores, fueron ocasionados por hombres digitados desde el poder central, que va tras territorios para sentar poder político. Les llaman ‘interculturales’. En los hechos, asesinos de la naturaleza.

Hay otros abusivos ejemplos de quienes detentan el poder hace 17años: la cárcel y condena impuestas a la presa política, expresidenta constitucional, Jeanine Añez; el preso político, gobernador electo de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, por un delito que no existió: golpe de Estado. Por el mismo caso, el ex candidato a vicepresidente Marco Pumari, y los miembros de la Resistencia Juvenil Cochala, y César Apaza y más de 300 presos políticos, perseguidos y exiliados, aunque lo nieguen. La Bolivia del MAS vive una incivilización jurídica, sin respeto al Estado de Derecho ni a los DDHH.

Si alguna vez la tuvieron, han perdido la empatía como capacidad de identificación con otras u otros diferentes, empatía que requiere ponerse en su lugar, ser solidarios y sentir empatía emocional.

Y es Hannah Arendt, nada menos, quien pudo huir, primero del odio al pueblo judío, en la Alemania de Hitler, luego de la Francia invadida por los nazis, la que nos pinta el aterrador futuro de barbarie, si muere la empatía humana.

Un sistema democrático plural es la única garantía de convivencia entre diferentes, para llegar a acuerdos y pactos que armonicen las contradicciones individuales y colectivas. Empero, llegamos a un final 2023 con un régimen que hace gala de su ausencia de empatía social y abundancia de crisis.

Entonces pienso en Miguel Hernández, preso político español fallecido a sus 32 años en una cárcel franquista. Ahí escribió que «…hay un rayo de luz en la lucha que siempre deja la sombra vencida«. ¿Quiénes vencerán las sombras que acechan a Bolivia? Esperamos que la luz de una oposición democrática liberal y libertaria, aún en ciernes.