La periferia pobre de Perú y su mínima huella de carbono

Sofía Llocclla Pellaca siempre recorre a pie el cerro sin alumbrado donde vive en Lima. Termina una semana en la que cocinó a gas o leña y recogió el agua de la niebla. Así es la rutina de una aliada involuntaria contra el calentamiento del planeta.

La madre de Sofía Llocclla Pellaca, Cristina Pellaca Llocclla, saca agua de un tanque en el distrito Villa María del Triunfo en las afueras de Lima el 7 de octubre de 2023
La madre de Sofía Llocclla Pellaca, Cristina Pellaca Llocclla, saca agua de un tanque en el distrito Villa María del Triunfo en las afueras de Lima el 7 de octubre de 2023 © Ernesto BENAVIDES / AFP
Fuente: rfi.fr

Lima (AFP) – De origen quechua, madre soltera de una adolescente y una niña pequeña, Sofía levantó su casa en los altos desérticos de la capital peruana donde se concentra gran parte de los 2,7 millones de pobres de la ciudad de 10 millones de habitantes.

Con una industria precaria y una informalidad del 73%, Perú es un país netamente minero y pesquero con una de las huellas de carbono per cápita más bajas del continente: 1,7 toneladas de gases de efecto invernadero contra, por ejemplo, 4,2 toneladas que producen al año los argentinos o las 15 toneladas por habitante de Estados Unidos.



Prender la luz o la lavadora, tomar una ducha caliente, viajar en avión o en vehículo a gasolina… Casi toda actividad y consumo produce emisiones.

Sin embargo, el petróleo y el carbón son de lejos las principales fuentes de CO2. En el caso peruano, la energía proviene principalmente de fuentes hidráulicas y del gas natural, menos contaminante.

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Mapa de América Latina marcando la cantidad de emisiones de carbono por persona, en toneladas, en 2021, según Global Carbon Project
Mapa de América Latina marcando la cantidad de emisiones de carbono por persona, en toneladas, en 2021, según Global Carbon Project © Gustavo Izús, Gabriela Vaz / AFP

Líderes mundiales están reunidos en Dubái en el marco de la cumbre COP28 sobre el clima, para discutir sobre pobreza y crecimiento económico sustentable.

Sofía nunca ha escuchado hablar de la COP28 o de la huella de carbono.

Vive en uno de los cinturones de pobreza cubiertos de niebla del sur de Lima, que no paran de crecer por la migración interna. Hace una década que dejó el campo y se instaló en el cerro, en una pequeña vivienda prefabricada sin baño ni calefacción.

Tiene un televisor, una estufa por reparar y una nevera semivacía. La mayoría de familias de la periferia almuerzan con lo que cocinan entre todos. Cuando se acaba el gas, Sofía cocina a leña.

Irónicamente, la precariedad que rodea a Sofía y su falta de acceso a servicios básicos minimizan su huella de carbono.

A sus 31 años jamás ha viajado en avión y casi no utiliza el transporte público. «Yo bajo caminando, me voy caminando, regreso caminando», remarca la mujer, que sobrevive como empleada doméstica con menos de la mitad del salario mínimo mensual de 265 dólares.

Las emisiones de CO2 por persona en 2021 en Sudamérica, según datos de Global Carbon Project
Las emisiones de CO2 por persona en 2021 en Sudamérica, según datos de Global Carbon Project © Gustavo Izús, Gabriela Vaz / AFP

Una huella engañosa

Alrededor de 63% de las emisiones de efecto invernadero en Perú provienen de la deforestación de la selva amazónica y la transformación del suelo forestal o agrícola en asentamientos urbanos sin patrones ambientales, explica el exministro de Ambiente Manuel Pulgar-Vida l.

En el asentamiento donde vive Sofía, no hay alumbrado público ni alcantarillado. El agua potable llega cada 15 días en camiones cisterna. Los atrapanieblas, un sistema de paneles de gran altura que almacenan las gotas o rocío, alivian la escasez de agua.

Sofia Llocclla Pellaca lava los platos con agua juntada mediante atrapanieblas en Villa María del Triunfo, en los suburbios pobres de Lima, el 7 de octubre de 2023
Sofia Llocclla Pellaca lava los platos con agua juntada mediante atrapanieblas en Villa María del Triunfo, en los suburbios pobres de Lima, el 7 de octubre de 2023 © Ernesto BENAVIDES / AFP

Ella y su mamá, que vive unas casas más arriba, obtienen energía eléctrica de una conexión pirata.

Pero es «confuso y engañoso» suponer que Perú, por ser un país en desarrollo, puede desentenderse de sus responsabilidades frente a la crisis climática.

Ricos y pobres, «el mundo saldrá gradualmente de los combustibles fósiles. Eso es inevitable», enfatiza el exministro.

En las periferias empieza el desafío. Se necesita garantizar servicios básicos, un patrón de construcción en armonía con «el ecosistema circundante», mejorar los rellenos sanitarios y electrificar el transporte, explica.

A Sofía, justamente, lo que más le preocupa es «la movilidad» de Flor María, su hija de 14 años, cuando sale de la escuela. Le gustaría tener una moto para transportarla.

Las emisiones de CO₂ por habitante, en toneladas, para una selección de países
Las emisiones de CO₂ por habitante, en toneladas, para una selección de países © Laurence Saubadu, Sabrina Blanchard, Olivia Bugault / AFP

También cree que «sería bueno» tener un panel solar como el de su hermana, porque la luz «se va y viene». Uno pequeño cuesta unos 115 dólares. «Más adelante me lo compraré, poco a poco», se resigna.

Por lo pronto, América Latina no ha establecido «estrategias claras y bien planificadas» para migrar hacia «energía renovables no convencionales», porque está «capturada en la trampa del petróleo, el carbón y gas», que posee en abundancia y le han financiado por décadas, sostiene el exministro.

Y advierte que se gravarán más las importaciones de aquellos países «que producen o que generan sus productos con una alta carga de carbono».