La transformación digital busca aprovechar las tecnologías digitales para optimizar o generar nuevos productos, servicios, procesos y modelos de negocio. Se trata de una revolución que afecta a todos los sectores y ámbitos de la sociedad, otorgando grandes oportunidades para generar valor, crecimiento y desarrollo.
No obstante, la transformación digital también conlleva importantes retos y riesgos, tales como la adaptación al cambio constante, la competencia global, la seguridad y la privacidad, la brecha digital, etc. Para afrontar estos retos y aprovechar las ventajas de la digitalización, las empresas y las organizaciones deben estar preparadas y dispuestas a cambiar.
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A pesar de que todos creen que la transformación digital es una transformación tecnológica, vengo repitiendo hasta el cansancio que la transformación digital, es en realidad una transformación cultural con base tecnológica.
La cultura se refiere al conjunto de valores, creencias, normas y prácticas que comparten y guían el comportamiento de las personas en una organización. La cultura determina cómo se percibe, se interpreta y se responde a la realidad, y cómo se interactúa con los demás.
Como es predecible, los cambios provocados por la transformación digital interactúan con estos agentes culturales. Por lo tanto, si estos factores no cambian para adaptarse al cambio inminente, la transformación digital se verá afectada. Muchas veces nos olvidamos de que, sin el compromiso y la participación de los que están en el día a día de las operaciones, cualquier cambio tecnológico está predestinado a fallar. Y es que sin cambio cultural no hay transformación digital exitosa.
No se puede lograr una transformación digital, si no se logra cambiar la cultura organizacional de las empresas. Cada empresa tiene su propia identidad cultural y en especial las empresas más antiguas, tienen muy arraigado la cultura organizacional con la que nacieron.
Pero, quienes poseen y se aferran a esa cultura organizacional son las personas, en especial las que defienden a rajatabla “así lo hemos hecho siempre”, que no quieren cambiar las formas en las que han venido ejecutando los procedimientos escritos o no, por no salir de su zona de confort y enfrentarse a aprender algo nuevo. Es fundamental que los miembros de la organización estén dispuestos a abandonar viejas formas de pensar y trabajar, para abrazar nuevas formas de operar en un entorno cada vez inexorablemente digital.
El mayor reto es vencer esa resistencia natural a cambiar que tienen las personas y el mayor freno a los cambios es el miedo. Y en especial las personas mayores, son las que tienen mayor aversión al riesgo y por ende al cambio, en especial en adquirir nuevas competencias y sobre todo competencias digitales.
Particularmente, para las empresas tradicionales, cambiar su cultura organizacional es uno de los retos más difíciles que afrontar en la era digital. Si no comprenden que, del cambio en la cultura organizacional, depende el futuro de la empresa, están condenados a desaparecer y ser absorbidos por startups que tienen como principal elemento la satisfacción de sus clientes y son ágiles para adaptarse a los cambios del mercado.
Obviamente, el cambio cultural en las organizaciones debe partir del compromiso de la alta dirección y para esto se requiere un nuevo tipo de liderazgo. Los líderes deben ser los primeros en dar el ejemplo y transmitir el sentido y la importancia del cambio a todos los niveles.
La cultura de la empresa influye en el ritmo de adaptación a los cambios, la colaboración y la innovación porque la transformación digital requiere que tanto los ejecutivos como los empleados estén dispuestos a asumir riesgos y aprovechar las oportunidades.
En resumen, el cambio cultural es clave para el éxito de una transformación digital.