La situación de la salud en Bolivia es preocupante. Si bien ha habido cierta mejora en los indicadores de salud en las últimas décadas, aún enfrenta desafíos significativos. Por ejemplo, en 1960, la esperanza de vida en Bolivia era de 43 años. Aunque ha mejorado significativamente y alcanza ahora los 64 años, sigue siendo inferior a la de otros países de América Latina, donde la esperanza de vida promedio alcanza los 72 años.
Además, las tasas de mortalidad en Bolivia, especialmente entre niños menores de un año, menores de cinco años y madres durante el embarazo y el parto, son preocupantemente altas. Se comparan incluso con las de algunos países africanos, situando a Bolivia en la penúltima posición en la región. Esto refleja un problema en la política de salud del país, independientemente de la afiliación política de los gobiernos en los últimos 60 años, ya sean de derecha, izquierda, golpistas o democráticos.
Las razones detrás de los resultados deficientes en el sistema de salud boliviano son principalmente tres: una asignación limitada de recursos por parte del Estado, problemas en la gestión administrativa y un enfoque primordial a la medicina curativa, dejando de lado la medicina preventiva. En cuanto a la financiación, Bolivia destina solo el 8% de su Producto Interno Bruto (PIB) al gasto en salud, en marcado contraste con el aproximadamente 15,6% asignado por países como Chile y Perú. Esta baja asignación presupuestaria afecta negativamente la capacidad del sistema de salud para proporcionar servicios adecuados.
Por otro lado, el problema en la gestión de los servicios de salud radica en la obsolescencia de la organización, acompañada de un sistema burocrático deshumanizado y un enfoque parcial enfocado primordialmente a la medicina curativa, dejando de lado la medicina preventiva. En ocasiones, algunos profesionales médicos y administrativos trabajan de manera desmotivada, como si estuvieran haciendo un favor en lugar de cumplir con su responsabilidad. Esta falta de compromiso y la estructura obsoleta contribuyen a la ineficiencia y a la percepción de que la atención médica no se brinda de manera efectiva ni con empatía hacia los pacientes.
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La formación médica impartida en las universidades bolivianas se centra predominantemente en el tratamiento de enfermedades en lugar de poner énfasis en la prevención. Este enfoque resulta problemático, ya que tiene repercusiones negativas en la economía familiar al aumentar los costos de atención médica, sobrecargar el sistema de salud y adoptar una perspectiva reactiva que solo se emplea cuando la enfermedad ya ha surgido.
El énfasis constante en la medicina curativa contribuye a su crecimiento constante, limitando el acceso a servicios médicos para personas con recursos financieros limitados. Este impacto restrictivo no se limita solo a familias con recursos más escasos, sino que también puede afectar de manera significativa a aquellas con recursos medios y altos. Es fundamental reconsiderar el enfoque de la educación médica para incluir de manera más integral la medicina preventiva y reducir así el impacto adverso en la economía y la salud de las familias bolivianas.
La forma más efectiva de evitar tanto el gasto innecesario como el sufrimiento es a través del enfoque en la medicina preventiva a nivel individual, respaldado por una educación integral sobre la salud dentro del sistema educativo nacional. Implementar estas medidas implica asumir la responsabilidad personal de mantener una alimentación adecuada, realizar actividad física de manera regular y evitar el abuso de alcohol y tabaco.
En la actualidad, la causa principal de mortalidad en Bolivia ya no son las enfermedades como diarreas o pulmonías, sino más bien el resultado de decisiones individuales. La importancia de adoptar un estilo de vida saludable y promover la autorresponsabilidad en la gestión de la salud se vuelve crucial para evitar pérdidas innecesarias y mejorar la calidad de vida de la población.
Además, es esencial integrar la medicina preventiva en la educación primaria y secundaria, abordando la importancia de la salud preventiva y fomentando cambios en las prácticas alimenticias actuales, como reducir el consumo excesivo de alimentos fritos, carbohidratos, alimentos refinados y azucarados tanto para los estudiantes como para sus familias, y también para cuando lleguen a ser padres. Asimismo, se puede concientizar sobre los beneficios del ejercicio físico, proporcionando orientación sobre hábitos saludables en la escuela.
En relación con la salud reproductiva, es crucial tratar este tema no solo desde la perspectiva de la genitalidad, sino también desde la responsabilidad de los actos. Se puede educar sobre la prevención de contagios del virus del papiloma humano, que podría llevar al cáncer de cuello uterino, así como sobre los riesgos asociados con abortos e intentos de aborto que pueden resultar en desangramientos fatales.
En resumen, para mejorar la calidad de vida en Bolivia, es imperativo abandonar el enfoque excesivo en la salud curativa y fortalecer la atención en salud preventiva. Este enfoque se ha demostrado más efectivo y menos costoso, abordando las raíces de los problemas de salud antes de que se agraven. En cambio, la clave radica en fortalecer la atención en salud preventiva, ya que implica menores costos y se ha demostrado ser más efectiva en abordar las raíces de los problemas de salud antes de que se agraven. La promoción de prácticas saludables, una educación preventiva integral y el fomento de un estilo de vida activo son medidas esenciales para construir un sistema de salud sólido y sostenible en el largo plazo.
Miguel Angel Amonzabel Gonzales
Analista Socioeconómico