Poderes mediocres

Cuánta razón tenía Albert Camus (1913-1960) cuando escribió textualmente: «Cuando poderes mediocres pueden destruirlo todo, pero ya no saben convencer; cuando la inteligencia se ha rebajado hasta convertirse en criada del odio y la opresión”. En esa época ya se reconocía un proceso de degradación y decadencia que venía sufriendo inexorablemente nuestra sociedad al paso del tiempo. Lo más extraño y decepcionante es que nosotros, los ciudadanos, no somos capaces de reaccionar y revelarnos ante esta triste realidad que nos afecta a todos.

Decíamos en una nota anterior que los bolivianos queremos esperanza, porque es necesario finalmente mantener la esperanza. “La esperanza es lo último que se pierde” dice una frase popular, cuando nos enfrentamos a una situación o momento muy duro y angustiante, sin embargo, no debemos solo esperanzarnos sin intervenir y participar de manera más activa en el quehacer cotidiano, crear espacios para un debate amplio y constructivo, con valentía hacer lo necesario para que las cosas sucedan en función al interés común. No dejarnos arrastrar por esta corriente desorientada sin realizar el esfuerzo suficiente para ser protagonistas e imponernos en el ámbito que nos corresponde.



Los políticos oficialistas y de oposición han demostramos sobradamente que no están a la altura de las necesidades y el desafío actual de esta nación. Está en la responsabilidad de cada uno de nosotros asumir el reto individual para producir un cambio real, evitar que este sea un territorio ingobernable, poblado de mediocres y corruptos y convertir a este país en un lugar donde exista orden y seguridad, educación y salud para todos, donde se pueda invertir y trabajar dignamente. Estamos obligados a cambiar esta posición pasiva y hacer uso de todos los recursos posibles, no conformarnos con la protesta intrascendente e inútil.

La corrupción generalizada que avergüenza a todos y, sin embargo, cada vez con la mayor naturalidad, asumimos el papel de cómplices al aceptarla y fomentarla, dejando de lado nuestros valores y principios fundamentales, mostrándonos incapaces de conducirnos por el camino correcto y responder con la denuncia y condena pública, supuestamente por el temor de represalias o simplemente por la comodidad de un trámite fácil.

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Llama la atención que no existan protestas ciudadanas a gran escala, exigiendo un combate frontal y una cruzada generalizada contra la corrupción que hace tanto daño a nuestra sociedad, tanto en lo económico como en lo moral. Extrañamos el pronunciamiento de las autoridades de las universidades públicas y privadas, centros de formación de jóvenes que, sin duda alguna, se constituyen en la mayor población de este país y que son la esperanza de esta nación que se hunde lamentablemente en la mediocridad sin que existan liderazgos con la visión y capacidad de conducir nuestro destino hacia mejores condiciones de vida para todos.

No obstante, a pesar de este penoso cuadro existente de poderes mediocres, abrigamos la esperanza de que el ciudadano común reaccione y se revele con la convicción de que es posible iniciar, con bases morales sólidas, un proceso de la conversión general hacia la construcción de una nueva sociedad a partir de la iniciativa individual.

Bolivia, un país de grandes oportunidades, que tiene suficientes recursos para salir del subdesarrollo actual y merece definitivamente un futuro de mayor prosperidad para beneficio de todos.

 

Fernando Crespo Lijerón