El enigma Bill Murray: las luces, sombras y fascinantes incongruencias de un actor único e inclasificable

Bill Murray es inimitable en la vida y en el arte: no habrá otro intérprete igual ni tampoco alguien que despierte tanta admiración y a la vez haya estado tantas veces al borde de la cancelación por su complicado carácter.

Bill Murray
Bill Murray, en una imagen recienteDimitrios Kambouris/Getty Images

«Un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma». Así definió Churchill a Rusia y así se podría resumir la vida y obra de esa fascinante rara avis llamada Bill Murray (Evanston, Illinois, 1950). A sus casi 75 años, sigue sorprendiendo: después de una temporada un poco apartado de la luz pública –las quejas por conducta inapropiada durante rodajes recientes quizá contribuyeron a ello– se está volcando estos días en la promoción de Cazafantasmas: Imperio helado –la quinta entrega de la saga y la cuarta canónica– con un entusiasmo inusitado, ayudando incluso a interpretar una versión de la mítica canción de Ray Parker Jr. de la película original con instrumentos para niños.

Allá donde ha aparecido, se ha mostrado encantador y ha hecho gala de su sentido del humor marca de fábrica, recordándonos porque para muchos es uno de los actores más queridos de Hollywood, casi un héroe folk que aparece de la nada en los momentos y lugares más insospechados para protagonizar las anécdotas más increíbles con sus fans –hay una web entera dedicada a recogerlas–, normalmente abandonando la escena con una frase que ya es leyenda, “No one will ever believe you” (Nadie te va a creer), que ha inspirado hasta un corto.



Al mismo tiempo, Murray es una persona con fama de huraño y temperamental, a veces hasta el extremo. Ya en su época en el programa Saturday Night Live en los 70, donde se dio a conocer, se lió a puñetazos con Chevy Chase (otro actor todavía más conflictivo y que, a diferencia de él, no cae bien a casi nadie). Luego, durante el rodaje de ¿Qué pasa con Bob? (1991), le tiró a Richard Dreyfuss (también un tipo complicado) un cenicero a la cara y falló por poco; y ha tenido desavenencias con otros compañeros de reparto, como Geena Davis (en Cambio rápido), Lucy Liu (en Los ángeles de Charlie) o Anjelica Huston (en The Life Aquatic with Steve Zissou). Esta última llegó a escribir en sus memorias que “fue un mierda conmigo en Life Aquatic. La primera semana que estuve ahí nos hospedamos todos en un pequeño hotel e invitó a todo el reparto a cenar excepto a mí…», para luego también detallar que años más tarde “se presentó en el funeral de mi marido. No pudo estar más amable ese día. Y vino, algo que otros muchos no hicieron”, lo que condensa bastante bien el yin y el yang de Bill Murray.

Con los directores también las ha tenido buenas, como con Richard Donner en Los fantasmas atacan al jefe (1988), con quien discutía a diario durante el rodaje; o incluso con su amigo del alma Harold Ramis (el Egon Spengler de Los cazafantasmas), con quien acabó tan mal durante la producción de Atrapado en el tiempo (1993) que estuvo sin hablar con él durante 20 años, hasta que se reconcilió con él poco antes de que Ramis falleciera en 2014 (también le brindó un homenaje en Cazafantasmas: Más allá, como saben todos los que han visto la película).

Ya en la séptima década de su vida, sigue sin poder evitar esos arrebatos, aunque sean más esporádicos. El más sonado últimamente ocurrió hace justo dos años, durante el rodaje de Being Mortal, el debut en la dirección de Aziz Ansari que iba a ser protagonizado por Murray y Seth Rogen, y que tuvo que ser completamente detenido –a día de hoy el proyecto sigue suspendido y con pocas opciones de resurrección– después de que se presentase una queja contra Bill por conducta inapropiada (luego se reveló que besó a una joven asistente de producción a través de la mascarilla, con intención de bromear según él, pero por lo que tuvo que pagar 100.000 dólares tras llegar a un acuerdo).

Dados los tiempos que corren, lo habitual es que tras protagonizar un episodio como ese y en base a sus antecedentes, Murray fuese condenado al ostracismo (o ‘cancelado’, si se prefiere) en Hollywood. Pero lo cierto es que parece tener muchos más defensores que detractores, gente que valora tanto lo que aporta como actor (es único e inimitable, en eso está todo el mundo de acuerdo) como su lealtad a prueba de bombas (Ernie Hudson, su compañero en Los cazafantasmas, dijo que su apoyo fue fundamental para que Columbia no le dejara de lado por ser un actor de raza negra).

Uno de sus más firmes defensores siempre ha sido Wes Anderson, muy ligado a Murray desde que este le ayudara a darse a conocer como director en Academia Rushmore (1998). Luego repetieron en múltiples proyectos juntos –Life Aquatic, The Darjeeling Limited, El Gran Hotel Budapest…– hasta llegar a la reciente Asteroid City, de la que el actor se cayó en el último momento debido a un brote de Covid (aunque llegó a viajar hasta Chinchón, donde se rodaba).

Cuando trascendió su ausencia en la película, se especuló con que incluso Anderson había decidido dejar de lado a Murray por las acusaciones de conducta inapropiada en el rodaje de Being Mortal, pero el realizador salió al paso para desmentirlo (y de paso defender a su amigo) en unas declaraciones para IndieWire: “Bill ha sido un apoyo fundamental para mí desde el principio, no quiero hablar de las experiencias de otros, pero él es realmente parte de mi familia. De verdad, él es el padrino de mi hija. De hecho, él mismo la bautizó, él fue quien le echó el agua por la cabeza”.

Y Murray precisamente está rodando ahora con Wes Anderson The Phoenician Scheme, en la que compartirá cartel con Benicio del Toro y Michael Cera. Pero no depende solo de Anderson, ni mucho menos: no le han faltado precisamente ofertas de entidad para trabajar en los dos últimos años, ni en el cine más comercial (además de en la nueva entrega de Cazafantasmas, le vimos el año pasado en el MCU en Ant-Man y la Avispa: Quantumania) ni en el más independiente (tiene pendiente de estreno The Friend junto a Naomi Watts y Riff Raff, el nuevo filme de Dito Montiel con un reparto estelar: además de Bill, Jennifer Coolidge, Dustin Hoffman, Brian Cox, Gabrielle Union, Pete Davidson y Ed Harris).

No está mal para alguien que nunca ha tenido agente o mánager, ni siquiera un teléfono móvil, y que solo recibe propuestas a través de un viejo contestador automático que escucha de cuando en cuando. O quizá eso sea solo parte de la leyenda que él mismo ha contribuido a crear, porque su vida personal es tan atípica y está tan repleta de episodios incongruentes como la profesional.

Bill Murray, hace unos días durante la premiere en Nueva York de Cazafantasmas: Imperio heladoShareif Ziyadat/Getty Images

Criado en el entorno de una familia católica de origen irlandés y en un colegio jesuita, en los 80 renegó del catolicismo para, 20 años después, declarar en una entrevista que echaba de menos la misa en latín y criticar los cambios impulsado por el papa Pablo VI. En lo político, ha apoyado y donado dinero a políticos demócratas e incluso a candidatos aún más de izquierdas, como el antiguo líder del Partido Verde Ralph Nader, para luego decir que le parecían muy bien los recortes de impuestos que puso en marcha el gobierno de Donald Trump.

Estuvo a punto de dedicarse a la medicina antes de la actuación y ha tenido también problemas con la ley: en los 70, con 20 años, fue detenido y condenado (estuvo en libertad condicional) después de intentar transportar casi 5 kilos de cannabis en avión con intenciones de venderla (le pillaron porque se le ocurrió bromear con otro pasajero sobre que llevaba una bomba en su equipaje, algo que en perspectiva parece 100% propio de Murray) y mientras jugaba al golf en 2007 (una de sus más grandes aficiones, aunque es ferviente seguidor de muchos deportes competitivos) le paró la policía sueca ante la sospecha de que conducía un carrito en estado de ebriedad.

Su vida sentimental ha sido asimismo una montaña rusa: a principios de los 80 se casó con Margaret Kelly, a la que había conocido durante el rodaje de El pelotón chiflado, en una boda en Las Vegas que luego tuvo que repetir en Chicago para no enfadar a su familia. Con ella tuvo dos hijos, Homer (se dedica a la restauración y tiene un exitoso restaurante en Brooklyn, 21 Greenpoint) y Luke (entrenador asistente en un equipo de baloncesto universitario).

Se divorciaron en 1996, aunque su matrimonio empezó a desintegrarse unos años antes. De hecho, Ramis achacó su comportamiento irascible y poco profesional hacia todos los que participaron en el rodaje de Atrapado en el tiempo a sus problemas maritales.

Un año después se casó de nuevo con la diseñadora de vestuario Jennifer Butler, con la que tuvo otros cuatro hijos –otra vez, todos varones: Caleb, Jackson, Cooper y Lincoln– antes de su ruptura en 2008. Esta vez el divorcio fue más agrio, ya que durante el litigio Butler acusó a Murray de violencia doméstica, infidelidad y adicción al sexo, la marihuana y el alcohol. Llegaron sin embargo a un acuerdo para la custodia compartida de sus hijos y en enero de 2021 ella falleció por causas que la familia nunca ha hecho públicas.

Murray no ha vuelto a pasar por el altar, pero el año pasado varias informaciones aseguraron que tuvo una relación con la cantante Kelis –casi 30 años más joven que él, conocida sobre todo por la canción Milkshake y quien también perdió a su marido en 2022–, pero apenas duró dos meses y ninguno de ellos la llegó a confirmar.