Marcel Rivas: “El objetivo de las autoridades políticas era matarme, pero no lo lograron”

Pese a haber cumplido cuatro meses por demás una condena de tres años, que según normativa no merece prisión, continúa privado de libertad con la figura judicial de detención domiciliaria.

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Exdirector de Migración, Marcel Rivas Falón. Foto: ANF

Fuente: ANF

Marcel Rivas Falón, exdirector de Migración en la gestión de la presidenta Jeanine Áñez, se considera un sobreviviente del gobierno de Luis Arce. El régimen intentó asesinarlo al someterlo a condiciones infrahumanas por dos años y medio en una celda de castigo húmeda, oscura e irrespirable del penal de San Pedro de La Paz, siendo él un enfermo renal crónico. De los dos años y medio, 18 meses, no vio la luz del sol ni recibió visita de sus familiares. Consciente de lo que le podría pasar, resistió de la manera que pudo cuidando en todo momento su salud. Inició una huelga de hambre para destrabar su proceso.



Se siente agradecido y arropado por el apoyo que recibió de las organizaciones de Derechos Humanos y de la solidaridad de muchas personas. También agradece el buen trato que recibió por los directores del penal que en todo momento velaron por su seguridad, pero denuncia a las autoridades políticas y de Régimen Penitenciario que siempre buscaron afectarle en su salud. Identificó al menos cinco momentos en que el Gobierno intentó con “medidas ilegales” agravar su salud para que pierda la vida o quede lisiado de por vida.

Pese a haber cumplido cuatro meses por demás una condena de tres años, que según normativa no merece prisión, continúa privado de libertad con la figura judicial de detención domiciliaria.

Sobreviviendo a Grulla

—Ha sido un tiempo muy complicado —dice Rivas, algo bajo de peso, pero con un semblante saludable, en su vivienda en la Zona Sur de la ciudad de La Paz donde espera que la detención domiciliaria se levante el 27 de mayo próximo, de acuerdo a la contabilización de días “completamente irregular” que hizo el juez de su caso. La fecha coincide con el día en que fue cautelado por el segundo proceso. En un primer caso fue absuelto.

Rivas fue aprehendido el 19 de noviembre de 2020 y hasta el 27 de mayo cumplirá tres años y seis meses privado de libertad, pese a que su sentencia es de solo tres años.

La exautoridad ingresó al penal de San Pedro de La Paz el 6 de febrero de 2021, tras ser sacado de la Clínica del Sur, sin alta médica y mientras estaba conectado a una sonda de suero. En el centro de salud estuvo internado durante tres meses. El pasillo lúgubre de Grulla, con paredes percudidas y manchas de sangre, alumbrado por una lámpara incandescente de la época, le dio la bienvenida. Fue ingresado en la celda 10, un lugar húmedo y oscuro, donde por baño solo había un hueco o lo que quedaba de una letrina, del que salían alimañas, y un grifo con fuga de agua permanente. Días antes, dos privados de libertad habían muerto en ese lugar.

Grulla es una zona de castigo del penal de San Pedro, que Régimen Penitenciario llama “espacio de reflexión”, donde son destinados los reclusos más conflictivos que tienen problemas de indisciplina. Cuando Rivas ingresó, Grulla era utilizada como área de aislamiento por el Covid-19, donde los internos debían pasar en el lugar como máximo 15 días, para luego ser derivados a una sección. Sin embargo, él fue mantenido en el lugar por dos años y medio.

—No había ningún colchón, no había nada, después de 20 a 25 días recién pude meter colchón y frazadas y lo necesario —dice.

Por recomendación médica, de acuerdo al informe de los galenos de la Clínica Sur, que fue avalado por cuatro médicos forenses designados por el Ministerio de Gobierno, Rivas, por su estado de salud renal, debía evitar lugares insalubres y el hacinamiento, sin embargo, fue colocado en esa celda, aunque estuvo solo. Siempre recuerda el grifo, ubicado a metro y medio del piso, que goteaba todo el tiempo, tuvo que escuchar ese sonido más de 30 días, como una tortura china, sin la posibilidad de resolverlo.

Una vez cumplidos los 15 días en Grulla, el director del penal de ese año instruyó que elija la sección a la que quería pasar y él optó por Posta, un lugar con mejores condiciones, con patio, celdas con baño y posta médica. Listo para el traslado con sus frazadas, mochila y demás —cuenta Rivas—, baja el asesor legal de Régimen Penitenciario todo agitado y le dijo al director del penal que “no existe autorización del ministro de Gobierno”.

—Quedó muy claro que la orden del Ministro de Gobierno (Eduardo del Castillo) era tratar de asesinarme al mantenerme ahí.

La situación se agravó cuando la instrucción de Régimen Penitenciario fue que Rivas sea ingresado a la celda 9 de Grulla, que tiene la particularidad de encerrar hasta 20 reclusos en un espacio de 2×3 metros, donde no hay baño ni agua. La celda es considerada un sector de castigo dentro de Grulla.

—Desconociendo el informe del médico forense que justamente recomendaba que no podía haber ese tipo de hacinamiento en mi caso, ese personaje de Régimen Penitenciario ordenó específicamente que me manden ahí.

El delegado de Grulla incumplió la orden y avisó a Rivas quién lo había instruido, lo que le dio tiempo para contactar a los funcionarios de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), que siempre velaron por su salud.

—Los funcionarios de Derechos Humanos de Naciones Unidas no permitieron que me lleven ahí, a pesar de la instrucción del ministro de Gobierno, que su objetivo, por supuesto, era matarme, porque cuando uno está con un problema renal, cualquier acceso a virus, a bacterias, parásitos, etc., puede ser letal o algo mucho peor, dañar de por vida el riñón y vivir con diálisis todo el tiempo, eso era lo que quería el ministro de Gobierno, obviamente le salió mal.

No permitieron su paso a Posta, pero evitó la celda 9. Fue recluido nuevamente en la celda 10 de Grulla, como si se tratara de un reo problemático y contumaz. Lo mantuvieron en ese lugar de castigo por dos años y medio, sin ninguna resolución o argumento que lo sustente.

—Estar en un área de castigo no puede ser permanente en ningún sentido, lo único que había era una orden estricta específica del ministro de Gobierno que dijo que yo no podía pasar al área de la población o a otra sección.

Puerta lateral de ingreso al penal de San Pedro, por el que se accede a Grulla. Foto: ANF

Para precautelar su salud, durante los primeros 18 meses reclusión en la celda 10, Rivas, en gestiones con el director del penal, logró adecentar la celda húmeda e inmunda. Habilitó el espacio del baño, instaló un inodoro y lo volvió usable, puso cerámica en las paredes y pudo reducir la humedad casi en un 90%, empapeló las paredes de la celda y logró mejorar las condiciones de reclusión.

Su familia, aunque no pudo verlo durante año y medio, contrató una pensión que le provea almuerzo, una dieta especial para todos los días. La comida del penal, rico en grasas saturadas y sin proteínas, era una amenaza. También le hacían llegar agua tratada en botellones para evitar el agua de cañería poco purificada y con metales pesados.

—No podía recibir visitas, pero sí me podían dejar cosas.

Para ordenar su celda pudo ingresar algunas sillas y pequeños accesorios. Reutilizó los bidones como recipientes. Los cortaba para colocar las frutas y verduras con sus respectivas tapas, aunque no podía guardar comida por mucho tiempo. Los bichos siempre eran un gran problema, aunque más cuando había más humedad.

Además de comida, también accedió a suplementos adicionales que consumía todos los días. Debía resistir. Vitamina D3 para compensar la falta de luz solar, vitamina A, vitamina C, zinc, entre otros.

—Había que estar preparado, sabía bien lo que tenía que esperar de un régimen que está dominado por organizaciones criminales y que no tiene problema de matar a sus propios militantes.

Agradece a todos los efectivos policiales sin excepción por el trato que le brindaron, siempre respetuoso, así como a los privados de libertad que le dieron una mano, un comportamiento contrario a las autoridades políticas, incluido Régimen Penitenciario, que lo que hicieron fue “aprovechar la deficiencia de mi salud y dieron la instrucción de ponerme en un lugar de hacinamiento, para perjudicarme, para dañarme”.

Sin embargo, algo que no pudo resolver fue la falta de ventilación. Las celdas de Grulla son como tumbas, un ambiente de 2×3 sin ventana y con una plancha de fierro como puerta, con una rendija de 10×90 centímetros en la parte superior. El pasadizo de Grulla también está totalmente techado, sin permitir el ingreso de aire ni luz solar. Solo al año y medio de estadía pudo ver la luz solar, cuando se habilitó una terraza justo encima de las celdas.

—Cuando hay una mezcla entre humedad y falta de aire, el gran problema es el respiratorio, ha sido muy duro —dice. —En Grulla en promedio hay 120 personas que van rotando todo el tiempo y con la posibilidad de traer nuevas enfermedades.

Para afrontar las enfermedades respiratorias tuvo que usar Salbutamol, un broncodilatador, durante esos dos años y medio. Usaba a razón de uno por semana y cada inhalador tenía 200 dosis. Llegó un momento en que ya no le hacía efecto. Se despertaba por las noches sin aire, sofocado, debía ponerse de pie.

—Esas eran las condiciones y había que sobrevivir, lo importante era continuar y no permitir que este régimen absurdo y criminal termine con mi vida.

Pese al aislamiento, consiguió tener acceso a periódicos y luego a un pequeño televisor con autorización. Si bien no podía salir de su celda, conversaba con cada persona que podía: con quien le llevaba el almuerzo, con quienes le hacían llegar las encomiendas, con otros internos, “siempre aprovechaba de hablar con ellos”.

Al primer año empezó a hacer ejercicio al ver que su salud se podía deteriorar. Inició con algunas rutinas, pese a la falta de espacio.

—Esa vivencia en la celda se mantuvo durante año y medio, después ya cambiaron de autoridades y ya me permitieron tener un pequeño televisor de 19 pulgadas, la situación era más dinámica, aprendí sesiones de ejercicio en espacio reducido.

Por la falta de aire, a unos cuatro meses de cumplir los dos años y medio, los dolores de cabeza se hicieron frecuentes, a pesar de que tenía la misma dieta y consumía la misma agua. El riñón le empezó a doler, no entendía muy bien por qué, sin embargo, había un efecto que no estaba controlado, era el tema del aire, es cuando decidió que debía hacer algo por su salud.

La huelga de hambre

Rivas dice que fue muy paciente con el Gobierno y sus autoridades judiciales, esperó “que sacien su sed de venganza” mediante procesos ilegales y con todo tipo de acusaciones sin pruebas, sin permitirle el derecho a la defensa, pues toda acción que interponía era como chocarse contra un muro, todo era rechazado y el proceder irregular avanzaba “para amedrentar a todos los bolivianos que decidieron el 2019 que ellos (los del gobierno del MAS) debían irse para siempre”.

—Les di tiempo a los jueces, a los vocales, a los fiscales, que obviamente no tienen una decisión propia y simplemente siguen órdenes, y a pesar de que de manera ilegal y sin ninguna prueba decidieron sacar una sentencia de tres años en contra mía, a pesar de eso esperé.

En junio de 2023, Rivas fue condenado a tres años de cárcel por incumplimiento de deberes, al haber emitido supuestamente de manera irregular, más de 400 alertas migratorias contra exfuncionarios, periodistas, diplomáticos e incluso empresarios afines al gobierno del expresidente Evo Morales. En un primer proceso, Rivas fue absuelto por supuestamente haber facilitado la salida del país de los exministros Arturo Murillo y Luis Fernando López.

Una vez emitida la sentencia —dice Rivas— lo que le correspondía al juez era liberarlo porque la sentencia era de tres años y ya había cumplido dos tercios de esa pena. Pero, el Ministerio de Gobierno presentó una apelación incidental donde pedía “que se aumenten riesgos procesales, es decir, ya no existían más riesgos procesales cuando se había emitido una sentencia y encima la sentencia estaba cumplida”. No se podía presentar ninguna Acción de Libertad mientras el incidente no se resuelva.

—Ese incidente debía resolverse en seis días, pero el vocal de turno tuvo el expediente durante más de 4 meses, no convocó a la audiencia para resolver el incidente porque no le dio la gana y contra todo eso no se puede hacer absolutamente nada estando en prisión, no pasa por un tema legal, no pasa por hacer acciones de libertad, porque las rechazan, así cumplían su propósito de mantenerme más tiempo en la cárcel, y ahí yo decidí que si querían matarme no iba a ser de la forma que ellos elijan, iba a ser como yo escogiera.

Exdirector de Migración, Marcel Rivas, en su celda de San Pedro durante la huelga de hambre. Foto: Defensoría del Pueblo

Rivas dice que la huelga de hambre que decidió, que además ya estaba contemplada desde hacía mucho tiempo, era específicamente para que el Órgano Judicial haga su trabajo, cumpla los plazos y decrete de acuerdo al Estado de Derecho.

—En ese aspecto, la huelga de hambre sí tuvo el resultado que se esperaba.

Empezó la huelga de hambre un jueves y el martes ya estaba saliendo el incidente a su favor, porque “era una ridiculez lo que pedía el Ministerio de Gobierno, una ilegalidad como a las que ya nos ha acostumbrado”.

La huelga de hambre seca de 13 días “sin tomar una gota de agua” le costó 15 kilos menos. Durante la medida el riñón le empezó a doler, pero lo más grave no era ni siquiera el hambre, porque no lo tenía —dice—, lo más grave fue que todo el estómago le empezó a arder de forma insoportable.

Una vez resuelta la traba judicial, a pesar de que no le dieron libertad en ese momento —dice—, dejaron abierto el conducto para tramitarla y por eso determinó levantar la huelga de hambre. El 14 de marzo de 2024, el juez le otorgó detención domiciliaria que pudo hacer efectivo 28 días después.

Pese a que cumplió la sentencia de tres años, y cuatro meses por demás, a Rivas lo mantienen con detención domiciliaria. Él dice que esto ocurre “porque ellos pueden hacerlo, porque tienen el poder, porque le ordenaron a alguien que me mantenga detenido, pese a que no tienen ningún asidero legal”.

—Me detuvieron el 19 de noviembre de 2020 y hasta el día de hoy sigo detenido, es decir tres años y medio y hasta el día de hoy no tengo la libertad irrestricta.

En todo el proceso —refiere Rivas— vulneraron absolutamente todos sus derechos, el primero de ellos fue el derecho a la defensa, que nunca existió, primero con una detención ilegal, porque no solo no le notificaron, sino que conocían la dirección de su casa, tres días antes de la detención él mismo les hizo saber, cuando le citaron para el primer caso.

La detención preventiva no correspondía porque no incumplía ninguno de los riesgos procesales como vivienda, familia o trabajo, “pero esta gente no necesita argumentos, lo que necesita son órdenes y eso sí había, las órdenes de qué me detengan”.

Incluso cuando estaba internado en la Clínica del Sur, un juez decretó la detención domiciliaria, pero la juez Claudia Castro, que ahora es vocal, la levantó “de manera completamente ilegal”.

En la cárcel vulneraron sus derechos al haberlo mantenido durante dos años y medio en una celda de castigo sin ninguna justificación. Luego de la huelga de hambre lo pasaron al área Olivos, lugar destinado a policía procesados, donde pasó casi un año más antes de salir de San Pedro.

—Las autoridades políticas tuvieron la intención de matarme, pero no lo lograron, quisieron dañarme la salud permanentemente, que es más o menos lo mismo que matar, tampoco lo lograron; hoy estoy tan fuerte de como entré, quizás un poco más.

Exdirector de Migración, Marcel Rivas, sale de la cárcel de San Pedro. Foto: El Diario

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