Nunca más apropiada la dedicación de esta entrega a la festividad de Pentecostés, que los cristianos hemos conmemorado este domingo pasado y cuya historia se remonta a los eventos descritos en el Nuevo Testamento, específicamente en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando a los 50 días de la resurrección de Jesucristo, mientras los discípulos se encontraban reunidos, se escuchó un fuerte ruido, como el de un viento impetuoso, que llenó toda la estancia y aparecieron lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos.
Dicha experiencia, similar a la que aconteció el primer día de la semana después de su sacrificio, cuando Jesús apareció a sus once apóstoles que estaban reunidos y les dijo: “La paz esté con vosotros. Como el Padre me lo envió, yo también se los envío a vosotros” y soplando sobre ellos exclamó: “Reciban el Espíritu Santo”.
Ambos pasajes sagrados, que nos hemos permitido reproducir para desarrollar el presente artículo, tienen como fundamento la “Paz”, como la piedra angular en la que la Iglesia Católica ha basado su dogma desde hace más de dos mil años, en el entendido de que un estado de tranquilidad, de calma y ausencia de conflicto o violencia es el ideal que implica la coexistencia armoniosa entre personas, países y comunidades. Así, la paz es interna, cuando se refiere a la serenidad personal, como externa, cuando se relaciona con la armonía social y la ausencia de guerra.
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Sin embargo, los bolivianos vemos con tristeza que un clima de odio y rudeza se cierne sobre nuestro devenir, desde ese aciago día de Inocentes de 2022, cuando el Gobernador del Departamento de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, fue secuestrado por fuerzas de seguridad del Estado, aplicando una inútil como insulsa violencia, en pleno centro de esa capital oriental.
Ahora bien, para comprender las razones que debieron influir en el presidente, para animarse a ordenar tan errónea decisión en contra del departamento económicamente más fuerte del país, y frente a esa balanza de cambio que los collas tenemos con los hermanos cruceños, sólo cabe formularnos la siguiente pregunta: ¿A más de inculturales avasalladores que les enviamos desde el occidente, qué recibimos a cambio? La respuesta es, pues, clara y no requiere de mayor explicación. Con esa torpe, como ilegal aprehensión, han convertido al legalmente electo Gobernador en un indiscutido líder opositor.
Asimismo, como manda el libreto del Foro de São Paulo, de Puebla o Socialismo del Siglo XXI, con esa acción, al igual con la que se practicó con la expresidenta Jeanine Añez y otros dirigentes que guardan prisión o aquellos que murieron en la cárcel, se busca disociar a los bolivianos y dividirnos hasta el extremo de no poder siquiera institucionalizar correctamente nuestro país, ya que hasta los poderes del Estado y la propia oposición fueron copados. Empero, en lugar de la división, están logrando que un enorme contingente de jóvenes profesionales del occidente busque su añorado futuro en esa bella tierra oriental.
En diversas tradiciones filosóficas y religiosas, la Paz es un estado espiritual deseado que se alcanza a través de la meditación, la práctica de valores éticos y morales, y la búsqueda de la verdad y la justicia. De ahí que, para lograr una Bolivia grande y próspera, debemos desterrar el odio que conllevan las doctrinas adictas al comunismo ateo y hacer que La Paz esté con Santa Cruz.