Tradiciones milenarias: la ruta del vino

 

El telar de la historia que con sus hilos dorados hilvana el paso del tiempo, trasegando en aventuras trepidantes de una época a otra por regiones diversas del planeta, pasando de los albores de la civilización para enclavar en tradiciones milenarias que perduran hasta nuestros días, convirtiéndose en arte, gozo, disfrute, un deleite para los placeres de la raza humana.

El antiguo Cáucaso donde el sol dorado acaricia las verdes praderas cubiertas de viñedos violáceos, es el lugar donde, seiscientos años antes de Cristo, se descubrieron las virtudes de la vid. Fue su gente la que aprendió a cultivarla, con habilidad y paciencia, comenzaron a extraer el jugo divino y crearon una bebida mágica y embriagadora que se extendería por todos los confines del planeta a través de miles de años.

Con el correr de los tiempos, las leyendas surgidas en torno al fruto de la vid se esparcieron como ríos caudalosos por el Mediterráneo. En la antigua Grecia, los dioses y los mortales danzaban en festines de colores y aromas. Dionisio, el dios del vino y la celebración, reinaba supremo en todas las fiestas en las que se invocaba su nombre. Las Dionisias eran un himno al éxtasis y la euforia, elevándose los corazones en torbellinos de música y alegría donde manaba el licor de la uva de fuentes inagotables.



Para el imperio romano, el vino se convirtió en su esencia misma. Los emperadores rodeados de lujo y opulencia, buscaban encontrar en una copa de vino la posibilidad –al menos por un instante–, de olvidar la pesada carga que les obligaba a sujetar el poder. Los banquetes imperiales resultaban ser espectáculos deslumbrantes en los que se deleitaban los paladares con los más refinados y excelentes vinos, que para la época eran un símbolo de estatus y buen gusto. Las legiones romanas, que se habían extendido por todos los confines del mundo conocido, llevaban consigo el culto al vino.

Para el cristianismo el vino adquirió un nuevo significado litúrgico y simbólico, en la que la sangre de Cristo se transubstancia en vino y luego es consumido por los fieles en la eucaristía durante las celebraciones religiosas. Existen versiones que le atribuyen a Noé la creación del vino, tal como puede constatarse en Génesis 9:21.

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Durante buena parte de la Edad Media, el vino encontró acogida en los monasterios, donde los monjes se dieron a la laboriosa tarea de cultivar viñedos con devoción y cuidado. Se convirtieron en los primeros enólogos, custodios del saber antiguo, perfeccionaron las técnicas de vinificación. Las abadías se convirtieron para entonces en faros de conocimiento y la actividad vitivinícola no sería la excepción, permitiendo a través de sus arduas labores mantener y extender una tradición milenaria.

Durante el renacimiento, la era de esplendor y descubrimiento, comenzó a consolidarse la tradición gracias a los artistas, escritores, científicos y mentes preclaras que se encargaron de abrir los ojos al mundo. Los monarcas y nobles, ávidos de deleite y refinamiento, se sumergieron sin dudar en la cultura vitivinícola. En los salones palaciegos de Francia, el vino se convirtió en sinónimo de elegancia y sofisticación. Los reyes Luis XIV y Luis XV, erigieron viñedos por todo el reino y dieron origen a la famosa corte de Borgoña, donde se celebraban fastuosos banquetes en honor al rey Baco, dios del vino, de donde se desprende la realización de las fiestas bacanales que eran aquellas en las que se producían excesos y desenfrenos.

Los españoles y portugueses fueron los primeros en llevar las vides fuera de Europa, primero las condujeron hasta las islas Canarias y Madeira, enraizándolas posteriormente en tierras americanas. Para mediados del siglo XVI ya se cultivaba uva en el norte mexicano, conduciéndolas posteriormente hasta el hemisferio sur donde terminó por convertirse en parte de los cultivos tradicionales. Los británicos harían lo propio en Australia y los holandeses en Sudáfrica, alcanzando durante el siglo XIX que el vino termine convirtiéndose en un producto de consumo mundial.

El vino en la actualidad se produce desde Centroeuropa hasta Nueva Zelanda, Rusia, California, Argentina y Chile, siendo los principales productores mundiales: Italia, España y Francia. La industria vitivinícola tiene alcance global, mueve miles de millones de divisas y genera una gran cantidad de fuentes de empleo de forma directa e indirecta, dinamizando la economía en regiones, comarcas y poblados que se dedican exclusivamente a esta actividad.

El vino es una bebida que se entrelaza perfectamente con la historia milenaria de los hombres, mostrando una evolución fascinante a medida que el conocimiento sobre la viticultura y la enología se fue transmitiendo, produciendo mejoras significativas en las técnicas de vinificación para deleitar el paladar. Por lo tanto, no sólo se trata de una bebida preciada, fue y lo es actualmente, símbolo de cultura, religión, economía y poder, en distintas épocas, regiones y civilizaciones.

CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ
Escritor. Investigador. Divulgador Histórico.