Reflexiones….libertad de expresión 

 

En un mundo en el que la libertad de expresión se defiende como piedra angular de la democracia, ver a ciudadanos detenidos por sus expresiones en Internet parece una contradicción estremecedora. Las imágenes y los incidentes que tenemos ante nosotros no son solo hechos aislados, sino parte de una narrativa más amplia de control y represión, disfrazada con el pretexto de mantener el orden público.



Uno no puede evitar sentir una profunda sensación de malestar al ver a un veterano del ejército, alguien que alguna vez luchó por las mismas libertades que ahora se ven restringidas, esposado por compartir un meme controvertido. La ironía es palpable: un hombre que sirvió a su país ahora es considerado una amenaza por ejercer su derecho a la libertad de expresión. El arresto, supuestamente por «causar ansiedad» con una publicación, deja al descubierto el frágil equilibrio entre proteger la sensibilidad pública y defender el derecho a expresar disenso.

Estos arrestos ponen de relieve una tendencia preocupante: la creciente disposición de las autoridades a vigilar el pensamiento y la expresión con el pretexto de la seguridad pública. La justificación que se da, de que estas acciones son necesarias para prevenir daños, suena hueca cuando el daño en cuestión es el malestar causado por opiniones divergentes. Los matices orwellianos son inconfundibles. El espectro de una sociedad donde se regulan los pensamientos y se castiga la disidencia parece estar más cerca de la realidad cada día que pasa.

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Las imágenes de oficiales que imponen solemnemente estas nuevas normas sirven como un duro recordatorio de la facilidad con la que la maquinaria del estado puede volverse contra las mismas personas que se supone que debe proteger. Los ecos históricos son ensordecedores. Recordamos regímenes pasados ​​donde el control de la libertad de expresión fue el primer paso hacia una represión más amplia. Hoy, son las publicaciones en las redes sociales; mañana, podría ser cualquier forma de desacuerdo con la ortodoxia predominante.

Mientras observamos cómo se desarrollan estos acontecimientos, es necesario un sentido de urgencia e introspección. No se trata solo de las personas arrestadas, sino del tipo de sociedad en la que nos estamos convirtiendo. ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestras libertades fundamentales por una apariencia de seguridad? ¿Nos sentimos cómodos con un futuro en el que cada palabra sea objeto de escrutinio y cada opinión pueda llevarnos a la cárcel?

Las imágenes y las historias que tenemos ante nosotros deberían provocar una profunda reflexión. Debemos preguntarnos en qué tipo de mundo queremos vivir y qué precio estamos dispuestos a pagar por nuestras libertades. Es un llamado a la vigilancia, un recordatorio de que los derechos que hoy damos por sentados podrían erosionarse fácilmente mañana. El momento de actuar, de defender los principios que sustentan nuestra democracia, es ahora. De lo contrario, corremos el riesgo de despertar en un mundo donde la libertad de expresión sea una reliquia del pasado y la marcha hacia una distopía orwelliana se vuelva inexorable.

RPC

Fuente: eju.tv