«El Duende» y «la Viudita», mitos cruceños y valores que educaron a la generación del ayer

Por: Teresa Gutiérrez Vargas

En Santa Cruz, las leyendas de El Duende y La Viudita forman parte del imaginario popular como cuentos de miedo, que se han transmitido de generación en generación y que volvieron a cobrar notoriedad desde hace algunos años cada 31 de octubre, quizás en contraposición a la celebración norteamericana denominada Noche de Brujas o también llamada “Halloween”.



Estos personajes míticos, descritos por Germán Coimbra Sanz en su libro Relatos Mitológicos y estudio analítico de los mitos vigentes en Santa Cruz, no solo cumplían la función de entretener en la Santa Cruz de antaño, sino que también eran herramientas educativas para inculcar valores en niños y jóvenes.

En las épocas de nuestros abuelos, estas leyendas servían de advertencias sobre los peligros que traían la desobediencia o las consecuencias de los vicios. Hoy, aunque estos personajes ya no son tan influyentes, su esencia sigue siendo relevante, pues las amenazas que representan ahora tienen rostros distintos, pero igual de reales o mucho más peligrosos.

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El Duende, según describió Coimbra, es un pequeño hombrecito de figura infantil y traviesa que aparece en lugares solitarios y deshabitados, atrayendo con engaños, dulces o frutas a los niños (de preferencia rubios) que no eran bautizados o desobedientes, llevándolos hacia el monte o a lugares alejados, con la intención de jugar con ellos para luego abandonarlos en lugares estrechos o rodeados de espinas.

Este relato era una advertencia clara para los pequeños, quienes debían escuchar los consejos de sus padres y no distraerse en el camino a casa.

La moraleja estaba cargada de simbolismo: el respeto a las normas y la obediencia eran las claves para evitar estos encuentros con seres misteriosos. Hoy en día, aunque El Duende ya no es una amenaza latente, la realidad es aún más cruda: en lugar de un espíritu travieso que trenza las crines de caballo o los largos cabellos de las niñas, existen personas dedicadas al tráfico y trata de menores, una problemática alarmante que hace más necesario que nunca que los niños comprendan el riesgo de interactuar con desconocidos o alejarse de su casa sin supervisión.

Por otro lado, La Viudita, vestida de negro y con su rostro cubierto por un mantón, solía aparecer en horas avanzadas de la noche, especialmente en callejones oscuros o en las inmediaciones de iglesias y templos.

Era común que se apareciera a hombres que deambulaban solos, frecuentemente en estado de ebriedad, seduciéndolos y llevándolos hacia las afueras del pueblo, solo para dejarlos en situaciones embarazosas o aterradoras, como barriales y entre aguas servidas.

Para muchos, ella encarnaba une tipo de justicia moral y fue un recordatorio de las consecuencias de los vicios, una advertencia contra los excesos y la desmesura, que sirvió muchas veces como un freno para quienes se dejaban llevar por los vicios, las apuestas y las mujeres de mala vida, incitándolos a la moderación y al respeto.

Hoy en día, aunque el temor a La Viudita ya no existe, su rol simbólico puede también compararse con las denominadas “píldoritas”, mujeres que se aprovechan de hombres ebrios para descuidarlos y asaltarlos, situación real que trae consigo la misma lección que antaño buscaban las leyendas: la prudencia y el autocontrol.

Estos estos mitos cumplieron una función educativa, a través de la transmisión de valores cristianos y normas sociales bajo la forma de personajes sobrenaturales, para enseñar a los más jóvenes a mantenerse lejos del peligro y a cuidar de su integridad. Sin embargo, en estos tiempos nos encontramos ante desafíos distintos, pero con una base común: la necesidad de inculcar valores de prudencia, obediencia y respeto en un mundo donde los riesgos son reales y tangibles.

Las historias tradicionales, como las leyendas cruceñas, tenían el objetivo de proteger a la comunidad y velar por el bienestar de sus integrantes, algo que sigue siendo relevante en el contexto actual.

Las leyendas de figuras como La Viudita y El Duende nos recuerdan el valor de la tradición oral como herramienta educativa y moral. Aunque estos relatos puedan parecer obsoletos en una sociedad moderna, la esencia de sus enseñanzas sigue vigente y totalmente aplicables a los tiempos que corren. La importancia de mantener una conducta ética, valorar el consejo de los mayores, evitar caer en los vicios y desconfiar de desconocidos son lecciones que trascienden el tiempo y que pueden ser comunicadas de distintas maneras a las nuevas generaciones.

La pregunta que surge ahora es: ¿qué herramientas estamos usando hoy para promover estos mismos valores y cuidados en nuestras generaciones jóvenes? Aunque los tiempos han cambiado, la educación en valores sigue siendo crucial para el bienestar de nuestra sociedad.

Las leyendas de El Duende y La Viudita nos recuerdan la importancia de enseñar a los más pequeños sobre los peligros que los rodean y la necesidad de tomar decisiones responsables. Si bien el contexto ha cambiado, el mensaje persiste.

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