Las peleas entre políticos, de uno y otro bando y al interior de los mismos, marcó la agenda del país durante el año.
Por Pablo Deheza
Fuente: La Razón
El año 2024 ha sido catalogado por diversos analistas como uno marcado por la polarización y fragmentación política en Bolivia. Este fenómeno se caracteriza por una profunda descomposición de referentes comunes, donde tanto el oficialismo como las oposiciones han mostrado signos de ruptura interna y proliferación de nuevos liderazgos. La política boliviana, marcada históricamente por el caudillismo, enfrenta ahora un período de dispersión de fuerzas que apunta a redefinir el mapa de las correlaciones de fuerzas en el país. Desde la polarización entre el «evismo» y el «arcismo» dentro del Movimiento al Socialismo (MAS) hasta la multiplicación de actores en la oposición, 2024 se ha consolidado como un año que señala el inicio de algo diferente.
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Esta fragmentación tiene implicancias directas en el panorama electoral de Bolivia. Las elecciones presidenciales de 2025 y las subnacionales de 2026 se perfilan como eventos marcados por una alta atomización de candidaturas. La posibilidad de construir una nueva hegemonía política parece lejana, ya que las alianzas se dificultan en un contexto de intereses divergentes y personalismos exacerbados. De acuerdo con el análisis del reconocido periodista y escritor Fernando Molina, este período de descomposición podría extenderse hasta bien entrada la próxima década, con consecuencias no solo políticas, sino también sociales y económicas para el país.
Molina aporta una perspectiva única sobre esta coyuntura política. Con una trayectoria destacada en el análisis de la historia y la sociopolítica boliviana, Molina es autor de varios estudios clave sobre el caudillismo y las dinámicas del poder en Bolivia. En esta entrevista exclusiva con Animal Político, de La Razón, describe con lucidez las raíces y las proyecciones de la fragmentación que domina el escenario político actual.
Descomposición hegemónica
«Estamos en un momento de descomposición hegemónica, cuya característica principal es la fragmentación,» afirmó Molina. Según el analista, este proceso es una consecuencia natural del caudillismo que ha dominado la política boliviana. «El caudillismo generalmente se resuelve en fragmentación,» explicó, subrayando que la época de Evo Morales como «gran caudillo» fue una excepción histórica debido a circunstancias muy particulares.
Morales no solo consolidó su poder como uno de los líderes más influyentes y duraderos de Bolivia, sino que también deja un vacío político que ahora genera tensiones internas en el MAS. «Su caída está siendo catastróficamente grande,» señaló Molina, indicando que su persistencia en el escenario político complica la transición hacia un nuevo orden.
Evismo versus arcismo
Para Molina, la fragmentación dentro del MAS es inevitable y está arraigada en la historia y las estructuras políticas del país. «No puede haber en un sistema caudillista una sigla con dos caudillos,» sentenció, refiriéndose a la lucha entre el sector de Evo Morales y el del presidente Luis Arce. Mientras Morales insiste en su capacidad de liderazgo a pesar de los obstáculos legales, Arce busca consolidar su propia base de apoyo, marcando una ruptura definitiva dentro del partido. El enfrentamiento entre evistas y arcistas fue el meollo mismo del quehacer político en 2024.
«Evo Morales tiene que seguir proyectándose como alguien con capacidad de poder,» aseveró Molina, enfatizando que el sistema caudillista no permite que un líder sin poder continúe siendo relevante. La falta de una institucionalidad fuerte también alimenta esta división. Para Molina, la situación actual del MAS refleja patrones históricos, como las divisiones que ocurrieron con Hernando Siles o Bautista Saavedra.
La oposición en 2024
El panorama de las oposiciones en 2024 no fue menos fragmentado. «Las oposiciones también están viviendo un proceso de descomposición hegemónica,» observó Molina. Si bien algunos líderes como Carlos Mesa, Samuel Doria Medina, Tuto Quiroga y Luis Fernando Camacho han explorado la posibilidad de una alianza, el surgimiento de nuevos actores y candidaturas dificulta cualquier esfuerzo de unidad.
«Inclusive en el mejor de los casos, que sería la unidad de estos cuatro líderes, les van a salir otros candidatos,» aseguró Molina. Mencionó ejemplos como los Demócratas, ADN y figuras como Manfred Reyes Villa, que probablemente dividirán el voto opositor en las elecciones de 2025.
Perspectivas hacia 2025
El analista prevé un escenario electoral altamente fragmentado en 2025, con múltiples alternativas tanto en la oposición como en el oficialismo. Sin embargo, Molina advierte que este tipo de divisiones podría reducirse una vez que un nuevo presidente asuma el poder, ya que es común que diferentes grupos se alineen con la nueva administración para asegurar beneficios.
«Es probable que, si bien no se cree una nueva hegemonía, por lo menos se disminuyan los efectos de la descomposición hegemónica», dijo Molina. Sin embargo, observa que la transición hacia una nueva hegemonía podría tardar años, quizá hasta 2030 o 2035.
El factor Evo Morales
Un aspecto clave que complica la transición es la figura de Evo Morales. Según Molina, «Evo es un factor político impredecible». Destacó que su persistencia en el escenario político podría obstaculizar la consolidación de cualquier nueva estructura hegemónica. A pesar de las restricciones legales, el expresidente sigue proyectándose como candidato y mantiene el apoyo de sectores importantes, como los cocaleros.
Según Molina, una solución posible sería que Morales aceptara su derrota en las urnas o fuera deshabilitado de manera definitiva. Sin embargo, también advirtió que esto podría desencadenar una oposición intensa por parte de sus seguidores, aumentando la tensión política en el país.
Más allá de 2024
Molina considera que el próximo gobierno será uno «de transición» y estará marcado por la necesidad de ajustes económicos. «Estos ajustes fragmentarán aún más a la sociedad, porque tendrán un costo político elevado,» alertó. En este contexto, cualquier intento de reconstruir una hegemonía será especialmente difícil.
Durante 2024, la sociedad boliviana ha visto cómo la fragmentación política aparenta estar pasando a ser la nueva normalidad. Tanto el MAS como las oposiciones enfrentan el desafío de superar sus divisiones internas en un contexto de transiciones múltiples, dentro y fuera del país.
Según Fernando Molina, pregunta que queda es si Bolivia podrá encontrar estabilidad en medio de esta dispersión o si seguirá atrapada en un ciclo de caudillismo y divisiones.
Fuente: La Razón