El sitio de noticias Al-Awsat, de Arabia Saudita, publicó los nombres de 34 rehenes que serían liberados por Hamás en la primera fase del acuerdo de alto el fuego con Israel, negociado con Estados Unidos, Egipto y Qatar. La inclusión en la lista de Ariel Bibas, de cinco años, y de su hermano Kfir, que cumple dos años este sábado (18), ha reavivado la esperanza de que regresen con vida, pese a que Hamás había anunciado hace tiempo que estaban muertos. También Emily Hand, de 9 años, tras haber “muerto” según la noticia que devastó a su padre, fue liberada en la primera tregua, hace poco más de un año.
“No están ni muertos ni vivos, están desaparecidos”, le dijo el dictador Jorge Rafael Videla a un valiente periodista que, en 1979, le preguntó sobre la desaparición de personas en Argentina. Con igual cinismo, los terroristas de Hamás se niegan a revelar cuáles rehenes están vivos, torturando aún más a las familias.
La lista de Al-Awsat incluía a Youssef Ziyadne, un árabe beduino que trabajaba en el Kibbutz Holit (Hamas también secuestró y mató a muchos árabes), pero su cuerpo fue encontrado por las FDI en la Franja de Gaza. Las familias de los rehenes, que cada semana marchan por las calles de Israel con sus fotos ––como las Madres de Plaza de Mayo––, no saben si, con el acuerdo, recibirán un abrazo o un funeral.
La historia del bebé Kfir, el más joven de los 37 menores secuestrados durante la masacre del 7 de octubre, también recuerda a la dictadura argentina, que institucionalizó el robo de bebés. Entre 1976 y 1983, el régimen militar se apropió de 510 bebés y niños, llevados con sus madres o nacidos en cautiverio, que las Abuelas de Plaza de Mayo todavía buscan. 138 nietos ya recuperaron su identidad con pruebas de ADN.
Kfir y Ariel fueron secuestrados junto con su madre, Shiri, durante el ataque al kibutz Nir Oz, donde Hamás hizo una carnicería, matando o secuestrando a 240 de los 400 residentes. Lo último que sabemos es que fueron llevados a Khan Younis, en la Franja de Gaza (hay imágenes de una cámara de seguridad), y entregados a otro grupo terrorista, tal vez la Jihad Islámica. El padre, Yarden, fue secuestrado por separado, sin imaginar que se llevarían a sus hijos: “¿Quién sería capaz de secuestrar a un niño y a un bebé?”, pensó. Sabemos esto porque dos rehenes liberadas, Adina Moshe y Nili Margalit, informaron haberse cruzado con Yarden. Adina lo vio en una jaula, como un animal en el zoológico. Nili estaba con él cuando los terroristas le dijeron que la familia había muerto durante un bombardeo y lo obligaron a grabar un vídeo culpando a Israel.
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Toda esta maldad debería ser recordada por quienes, en los últimos meses, han culpado al Estado judío por la guerra y han exigido un alto el fuego unilateral, sin mencionar a las víctimas de la masacre del 7/10 ni a los rehenes; sin recordar que ya había “alto el fuego” cuando fueron capturados. Sin recordar a Kfir, el bebé al que arrancaron de la cuna y que ya pasó más tiempo en un túnel que libre (si está vivo; ¡ojalá que así sea!).
El acuerdo anunciado esta semana prevé que cada rehén liberado (o cada cuerpo) será intercambiado por 30 presos palestinos (vivos), o 50, en el caso de soldados.
Es lo que ocurrió en 2011, cuando Israel aceptó liberar a más de mil presos a cambio de un solo rehén, el soldado Gilad Shalit. Entre ellos, a Yahya Sinwar, el “carnicero de Khan Younis”, condenado por varios asesinatos, inclusive de palestinos. Recuperó su libertad, se convirtió en líder de Hamás y, años después, organizó la masacre del 7 de octubre. Entre sus víctimas estaba el sobrino del médico Yuval Bitton, quien le salvó la vida cuando, preso en Israel, le diagnosticaron un tumor cerebral.
Y todavía hay gente que, en una falsa equivalencia, habla de “intercambio de rehenes”, como si el encarcelamiento de criminales condenados por asesinatos, atentados con bombas o secuestros fuera lo mismo que un bebé retenido como rehén en un túnel, o su padre en un jaula.
Por Bruno Bimbi.
Fuente: ideastextuales