La oposición tradicional: ¿es el bloque(o) a la unidad? 


 

 



La táctica política disruptiva que finalmente llevó a Evo Morales y al MAS al poder fue el bloqueo. Paralizó el país y movilizó a sus bases utilizando de infantería a indígenas cocaleros, mujeres bartolinas, aymaras “ponchos rojos” y múltiples minorías radicales.

Hoy, tras dos décadas de gobierno, la permanencia del MAS en el gobierno depende fundamentalmente de la división de la oposición. Evo impuso un modelo político y económico errado, y Arce Catacora mantuvo sus malas políticas, sumando corrupción. Sin embargo, la oposición fragmentada, le allana el camino.

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La vez que la oposición estuvo más cerca de derrotar a Evo Morales fue en 2019. Carlos Mesa pudo reunir el “voto útil”, y no por ser el más radical opositor, sino precisamente por todo lo contrario. Él representaba la versión “light” del mismo.

Como vicepresidente del gobierno del MNR, Mesa rompió con el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en plena crisis de octubre de 2003, un hecho decisivo para la caída de Goni. Y luego, para mantenerse en el poder, adoptó la agenda subversiva masista, a la vez que amnistió a Morales y los sublevados y enjuició a Sánchez de Lozada y a los miembros del gobierno saliente. Lo anterior convirtió al gobierno transitorio de Mesa en la plataforma perfecta para el triunfo de Morales en las elecciones de 2005.

Su posterior papel internacional como portavoz de Evo Morales en su fallido enjuiciamiento a Chile ante la Corte Internacional en La Haya, lo convirtieron en un opositor afín, con suficiente cercanía como para atraer al electorado blando del MAS en 2019.

En 2020, trató de repetir la estrategia, pero la irrupción del joven líder Luis Fernando Camacho le privó a Mesa del favor del electorado cruceño, indispensable para alcanzar la votación del año previo.

Para la elección de 2025, su figura tuvo que ceder ante el embate de Jorge “Tuto” Quiroga, reconvertido en un furioso ultraliberal de corte “trumpista”, en discurso y atuendo, lo cual considero una mala estrategia para esta elección.

Y, además, la candidatura de Quiroga enfrentará también resistencia en Santa Cruz, donde Branko Marinkovic está tratando de resucitar Acción Democrática Nacionalista (ADN), el partido que Tuto asfixió hasta casi la muerte, tratando de borrar la memoria de su mentor y benefactor político, Hugo Banzer Suárez.

El así llamado “Bloque de unidad” ha sumado hasta ahora, lastimosamente, la precandidatura del propio Camacho –gobernador secuestrado en una inhóspita cárcel altiplánica– a la ya declarada postulación de Samuel Doria Medina y varias otras detrás.

Por fuera de ese grupo está Manfred Reyes Villa sin posibilidad aparente de poder consolidar una única candidatura. La oposición pareciera que existe bajo el slogan “todos contra todos”.

Ese es el escenario perfecto para el MAS, representado hoy por Arce Catacora, que impávido de su falta total de apoyo popular, incluido a masistas que aún siguen a Evo, pretende presentarse también a las elecciones.

Por ello, la candidatura opositora ideal para el MAS es aquella que garantice la mayor fragmentación posible de la oposición, a la vez que sea la más débil estructuralmente y compita con el liderazgo cruceño.

Tuto Quiroga, habiendo enterrado al más importante partido de centro-derecha, ADN, y pretender hacer lo propio con la memoria de su líder, presenta un formidable flanco de ataque y debilidad electoral.

Recuérdese también que, en su tiempo, Quiroga fue el más ácido crítico de la gestión gubernamental de Sánchez de Lozada, el más importante y único presidente liberal contemporáneo, exiliado hace más de dos décadas.

Todo lo anterior muestra un panorama desolador para la “autoprorrogada” oposición tradicional que más parece un “Bloque(o) a la unidad”, luchando denodadamente por conservar su “derecho” a monopolizar esa condición por los últimos 20 años.

Por último, un análisis de una reciente encuesta de la Fundación Friedrich Ebert de Alemania muestra la altísima incertidumbre por la que atraviesan los bolivianos (80%). Su preocupación por la polarización (89%), se refiere más al universo político del MAS, y en menor medida a la de la llamada oposición tradicional, a la que califica de pésima (44%) y mala (40%), o sea la condena en ¡un 84%!  Es más, sobre la polarización, a la gente le preocupa más la división del MAS (18%), que la de la oposición, solo 9%. Casi nada.

Con una evaluación general de la situación del país y del gobierno como “mala” y “pésima” que supera el 89%, debemos preguntarnos por qué la gente no se apoya en la oposición como sería lógico, y sigue votando por “ninguno” entre los candidatos.

¿Será porque esa oposición, que quiere imponernos su representación fracturada, es más bien el tapón funcional que necesita el MAS para bloque(ar) la unidad y derrotarnos otra vez?

Ronald MacLean Abaroa

Es catedrático; fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.


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