De forma inédita en la historia de los premios, dos películas se llevaron el gran premio ex aequo en una gala marcada por la presencia de Richard Gere, la ausencia de Karla Sofía Gascón y el recuerdo a Marisa Paredes.
Por David Pardillos
Si la música iba a ser el hilo de fondo de esta 39º edición de los Goya, las actrices Leonor Watling y Maribel Verdú iban a ser las encargadas de conducir la gran orquesta. Tras un sentido recuerdo a los afectados por la DANA nada más arrancar, las presentadoras introducían una gala con mucho humor y mucho amor, el mismo que se proferiría más tarde con el Goya de Honor a Aitana Sánchez-Gijón por parte de Verdú, y de Antonio Banderas hacia Richard Gere, otro de los nombres propios de la gala. El protagonista de Chicago, que lleva desde hace años en España, fue recibido por una Granada que se vistió más de Hollywood que nunca: números musicales, gags con los invitados e incluso robando a los Oscar el Fab 5, esa presentación de una candidatura sacando a cinco grandes ganadoras de años anteriores que tan bien luce.
El actor de Pretty Woman bien se pudo sentir como si estuviera en casa, pero también debió salir del Palacio de Congresos de Granada con una idea de lo que es el cine español. “Estoy mirando a mil personas. Hay mil historias aquí. Y en el mundo de habla hispana, ¿cuántos millones de personas deben estar viendo esto? Cada una de ellas tiene una historia, millones de historias, y ninguna de ellas está aislada”, comentaba el galán en su discurso. Y esas historias de las que hablaba irían poco a poco desfilando por el escenario, ya que los premios no pudieron repartirse más. La historia del autobusero que secuestró un bus para poder liberar un barrio, la de Yerai Cortés y su guitarra flamenca, la de Mauricio Aznar y su viaje por la Argentina profunda o la del disco de Los Planetas que cambiaría para siempre el indie español.
Entre ausencias y recuerdos
Todas esas fascinantes historias reales llevadas a la gran pantalla se entremezclaban con los pequeños relatos de cada uno de los agraciados, transitando de discursos emotivos por lo personal o por lo reivindicativo, y en el que no se escatimaba un minuto por mucho que empezase a sonar la música. El de una emocionada Laura Weissmahr a actriz revelación, el del guionista Eduard Sola entre lágrimas y agradecimientos maternos, o el de Javier Macipe en forma de “milonga argentina”, demostrando que se puede hacer poesía hasta recogiendo un cabezón.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Entre tanto humor y música, también había que dar voz a aquello de lo que no todo el mundo quiere hablar. En un año marcado por varias películas sobre la muerte digna y la pérdida, como La habitación de al lado o Los destellos, se recordaba también los 20 años de Mar adentro, la hasta la fecha película con más premios en toda la historia de los Goya. La aparición de sus protagonistas sobre el escenario precedía el duodécimo Goya para el compositor Alberto Iglesias y a otro de los momentos más emocionantes de la gala, el in memoriam a Marisa Paredes, una de las grandes pérdidas del cine español en 2024. De la actriz de Todo sobre mi madre se acordaba hasta Walter Salles, director ganador del Goya Iberoamericano por Aún estoy aquí y quien encargaba a Jorge Drexler leer el discurso de agradecimiento de la película que, irónicamente, también inició todo el lío de Emilia Perez y Karla Sofía Gascón, la Rebeca de estos hitchcockianos Goya.
La alargada sombra de Karla Sofía Gascón se hizo muy presente desde los prolegómenos de la gala, con distintos actores posicionándose y comentando lo ocurrido con la actriz nominada al Oscar. La sombra no cobró forma del todo pues la intérprete se ausentó de la gala, pero estuvo muy presente cuando los productores de Emilia Perez subieron a recoger el Goya a Mejor película europea, aunque fuese sin su Emilia Pérez. “Ante el odio y el escarnio, más cine y más cultura”, sentenciaban los agraciados ante el unánime aplauso de los presentes.
Un final con sorpresa
Otro ausente muy presente fue Pedro Almodóvar, quien no pudo acudir por motivos de salud pero quien se acabó llevando un Goya -dos, si tenemos en cuenta el de Edu Grau a fotografía- por el guion adaptado de La habitación de al lado. No parecía haber muchos giros de guion en las categorías finales, con la victoria de Eduard Fernández por su papel como Marco –en un precioso momento junto a su hija y también actriz Greta Fernández– o la de Carolina Yuste en Mejor actriz por dar vida a una infiltrada de la policía en ETA. Tampoco el de dirección a Pol Rodríguez e Isaki Lacuesta, directores de Segundo premio, que no partía como favorita y acabó llevándose más de un cabezón a casa.
La referencia a Hitchcock no era casual, ya que la gala se tenía guardada su mejor momento para el final. Cuando tocaba entregar el último premio, el de mejor película, volvió a salir de nuevo el equipo de Mar adentro, y sorprendían a todos con algo inédito. Por primera vez en toda la historia de los Goya, dos películas recibían el premio ex aequo. Una forma de reconocer a los que han sido dos de los grandes éxitos que han salvado en gran medida la taquilla española. Dos historias basadas en casos reales, que hablan de sacrificios individuales por un bien colectivo y que han acabado fundidas en los abrazos de ambos equipos sobre el escenario. En la noche en la que música y cine se hermanaron, Granada se vistió de Hollywood por todo lo alto; con música, humor, estrellas internacionales y un gran giro de guion tan inesperado como alentador: las grandes películas aun son capaces de llevar a millones de espectadores a las salas.