El 8 de noviembre próximo, fenecen en sus mandatos el Presidente, Vicepresidente, senadores y diputados que fueron elegidos el año 2020, después del desastroso gobierno de intermediarios demócratas y, pese al tiempo transcurrido, no ha habido señales de vida inteligente y mucho menos se ha implementado una gestión eficiente que dé soluciones a los apremiantes problemas que enfrenta la ciudadanía, y lo que es peor, profundizó el centralismo.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Durante este período de cuatro años y tres meses no se han oído explicaciones creíbles por parte del gobierno del MAS sobre la falta de dólares, escasez de diesel, gasolina, aceite para automóviles y comestible y la elevación de productos de la canasta familiar. Y tampoco es que abunden las críticas, sobre todo porque falta de dólares que, conviene que al menos resulten verosímiles.
Sin fondos, sin imaginación, sin calidad, sin aplomo, sin audacia y sin ideas, la gestión de los gobernantes que se dicen socialistas, se ha reducido al tradicional comportamiento oficinesco neoliberal, vociferar que se disputa a base de canutazos mañaneros de las mediocres consignas que se divulgan por la radio y la televisión.
Los que se dicen socialistas de la revolución democrática y cultural se dedican a reabrir procesos en el bando adversario y a dibujar al rival con trazos de brocha gorda; el argumento más sólido y repetido se reduce a una especie de ‘proceso de cambio y nosotros que somos menos corruptos que los neoliberales’. Nos espera poco más de 190 días de crispación sobreactuada, griterío anodino y frases de laboratorio cuya única finalidad consiste en cristianizar al elector para que no haga críticas a la gestión del MAS, de parlamentarios oficialistas y transformers que apoyan al ineficiente gobierno.
La fiesta de la democracia que representan unas elecciones ha comenzado a derivar en un derroche de tiempo, esfuerzo y dinero para estimular a los ciudadanos a votar contra alguien, que parece la única forma de sacudirles el hastío que causa una política abotargada. El MAS, los demás y un par de bolivianos discriminadores como Marcelo Claure Bedoya y Ronald MacLean Abaroa, que viven en el exterior, también han renunciado a la convicción de las razones propias y se han fijado el objetivo de agitar la rancia antagonista boliviana.
El MAS, el Presidente del Estado, los ministros y ese par de bolivianos ausentes del país, quieren convencer de que hicieron bien y lo harán mejor al cumplir el bicentenario, que será un año de grandes desafíos y obtener un voto de confianza a favor de sus candidatos oficialistas y enclenques opositores. Lo más triste es que ese combate tempranero se muestra espeso y trabado, no propone soluciones y sólo se mueve por un impulso de hostilidad sectaria.
El tiempo de la nobleza y lealtad política -y también personal- se ha ido quizá para no volver; primero, la sustituyó un espectáculo banal de fuegos artificiales retóricos, luego un carrusel de propaganda sin brillo y ahora va hacia un final degradante e indecente en medio de asna t’uru y túru umas (barro hediondo y cabezas de barro).
El agotamiento de la política comenzó la confrontación por una cuesta abajo de simplismo hiperbólico que ofende la inteligencia colectiva, porque sin que exista convocatoria a elecciones generales ni calendario electoral aprobado, ya se realizan proclamaciones de candidaturas, y lo que es peor, a diario se presenten calaveras vacías sin sentimiento humano que han puesto en marcha una sucia refriega de enemigos políticos, no de adversarios.
*El autor es Abogado y docente en la UMSS