Acostumbrarnos a la humillación; el verdadero triunfo del socialismo


 

Las filas son cada vez más largas. En los surtidores, en los bancos, en los mercados. Los bolivianos estamos perdiendo horas bajo el sol por un poco de combustible, por unos dólares que el gobierno ha convertido en un privilegio y por alimentos que cada día suben de precio. Pero lo más alarmante no es la crisis en sí, sino la resignación con la que se acepta.



Nos han robado el tiempo, la dignidad y la libertad, y parece que no nos importa. Nos han convertido en mendigos de nuestro propio dinero, en prisioneros de una economía en ruinas, y en lugar de exigir respuestas, agachamos la cabeza y nos adaptamos. Nos hemos acostumbrado a la humillación.

Este es el verdadero triunfo del socialismo: no solo destruir la economía, sino doblegar la voluntad de la gente hasta que acepte la miseria como algo normal. Como escribió Ludwig von Mises: “El mayor peligro del intervencionismo no es su fracaso, sino que las personas lleguen a acostumbrarse a él.”

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Friedrich Hayek advertía que el mayor riesgo de la planificación central es que, poco a poco, las personas pierden su capacidad de imaginar un mundo sin intervención estatal. La crisis deja de ser una aberración y se convierte en la norma. En lugar de exigir reformas estructurales, la gente se adapta a la miseria. Se acostumbra a las colas, a la falta de productos, a la ineficiencia gubernamental.

El boliviano ya no se indigna cuando no puede encontrar combustible, solo busca un contacto que le diga que fila está más corta. No se enfurece cuando el dólar sube o les bajan el límite de la tarjeta, simplemente acepta el tipo de cambio del mercado negro. No cuestiona por qué la comida es más cara, solo ajusta su consumo y sigue adelante.

Así es como nos destruyen. No de un día para otro, sino poco a poco, acostumbrándonos a cada nuevo abuso, hasta que nos convertimos en esclavos que ya no saben lo que es ser libres.

El gobierno no va a solucionar esta crisis porque el problema es el gobierno. La escasez de dólares no es un fenómeno natural, es el resultado de un modelo económico que ha saqueado el país. La falta de combustible no es un accidente, es la consecuencia de una empresa estatal corrupta e ineficiente. Y la inflación no es culpa del “mercado”, sino de la intervención política que ha destruido por completo la economía.

Ya estamos viviendo en un caos y, sin embargo, estamos lejos aún de tocar fondo. Además de la falta de combustible, se avecina una crisis energética donde escaseará el gas y la electricidad debido a la falta de exploración y de inversión en plantas de energía auto renovables.

La pregunta es: ¿hasta cuándo vamos a aguantar y permitir que nos mientan en la cara? Porque si seguimos aceptando la humillación con los brazos cruzados, nos espera un futuro aún peor.

Estamos a pocos meses de las elecciones y no he escuchado a ningún candidato hablar sobre propuestas concretas para solucionar esta crisis. La solución es muchísimo más compleja y dura que solo sacar al MAS.

(Artículo escrito mientras hago fila para gasolina)

Roberto Ortiz Ortiz

MBA con experiencia corporativa en banca y telecomunicaciones


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