El bicentenario no debe ser solo una celebración, sino una oportunidad para dejar de esperar y empezar a construir, como nación, el futuro que anhelamos.
Fuente: La Razón
Han pasado muchos años desde que comencé a observar la historia, y cada vez que intento imaginar a Bolivia, me resulta imposible verla como un país sin sentido, sin dirección, sin identidad. Bolivia no es solo un territorio con fronteras dibujadas en un mapa, no es solo un nombre inscrito en tratados internacionales ni un himno que se canta en ceremonias oficiales. Bolivia es el reflejo de su gente, de su lucha constante por existir, de su incansable búsqueda de un destino que parece nunca llegar.
Desde su nacimiento como república en 1825, Bolivia ha sido una tierra de contradicciones, de sueños truncados, de revoluciones inconclusas. Ha vivido bajo el yugo de dictaduras militares y ha transitado los caminos del liberalismo y del socialismo. Ha visto pasar a más de 50 presidentes, cada uno con sus propias promesas, cada uno con su propia visión de lo que el país debía ser. Y en cada cambio de mando, en cada discurso esperanzador, en cada intento de refundación, siempre ha quedado flotando en el aire la misma pregunta: ¿Cuándo las cosas realmente mejorarán?
Pero quizás estamos haciéndonos la pregunta equivocada. Tal vez la historia no se trata de esperar que las cosas mejoren, sino de entender por qué seguimos atrapados en este ciclo de esperanza y desencanto. Bolivia, en casi 200 años de existencia, no ha encontrado su destino porque tal vez nunca se ha detenido a mirarse a sí misma con honestidad. Y en ese proceso de búsqueda, en esa lucha constante entre lo que somos y lo que queremos ser, es imposible no pensar en aquellos que han llevado las riendas del país, en los hombres y mujeres que han intentado, con mayor o menor fortuna, darle forma a nuestra nación.
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Los Hombres y Mujeres del Poder: Espejos de una Nación
Bolivia ha tenido líderes que han dejado huella, algunos con pasos firmes, otros con cicatrices imborrables. Cada presidente ha sido el reflejo de su época, el síntoma de una sociedad que buscaba en ellos respuestas que quizá ni siquiera existían.
Andrés de Santa Cruz (1829-1839): El Orden y la Ambición
Santa Cruz fue el arquitecto de la Confederación Perú-Boliviana, un proyecto que intentó consolidar una nación fuerte en Sudamérica. Su legado es un recordatorio de que Bolivia alguna vez soñó con ser un país grande, con peso en la región, pero también es la prueba de que la ambición sin consenso puede volverse un castillo de arena.
José Ballivián (1841-1847): La Defensa de la Soberanía
Cuando el peligro acechaba, Ballivián supo liderar. La Batalla de Ingavi no solo fue una victoria militar, sino un símbolo de que Bolivia podía defenderse, de que aún sin estabilidad interna, existía la voluntad de permanecer en el mapa. Pero ¿es suficiente resistir para construir un país?
Mariano Melgarejo (1864-1871): El Abismo del Poder
Melgarejo encarna el delirio del poder absoluto. Su gobierno fue una mezcla de brutalidad y entrega al extranjero. Es la advertencia de lo que sucede cuando un hombre cree que la nación es suya y no de su pueblo.
Ismael Montes (1904-1909, 1913-1917): La Modernización a un Costo
Montes entendió que Bolivia debía conectarse consigo misma y con el mundo. Su apuesta por la educación y el ferrocarril fue un avance, pero a cambio entregó territorio a Chile. ¿Es posible modernizarse sin renunciar a la identidad?
Germán Busch (1937-1939): El Héroe Incomprendido
Busch no solo fue un soldado de la Guerra del Chaco; fue un presidente con una visión de justicia social. Su gobierno quiso devolverle el país a su gente, pero el poder también puede ser un peso insoportable. Su muerte dejó más preguntas que respuestas.
Víctor Paz Estenssoro (1952-1956, 1960-1964, 1985-1989): La Revolución y el Retorno
Encabezó la Revolución Nacional de 1952, nacionalizó las minas y dio el voto universal. Pero años después, en su último gobierno, aplicó políticas de choque neoliberales. Paz Estenssoro es la prueba de que la historia no es lineal y que el cambio siempre tiene costos.
Evo Morales (2006-2019): La Promesa y la Fractura
Primer presidente indígena, Morales representó una ruptura con el viejo orden. Su gobierno apostó por la inclusión y la nacionalización de recursos. Pero su insistencia en prolongar su mandato generó divisiones profundas en la sociedad. ¿Hasta qué punto el cambio puede mantenerse sin convertirse en lo que juró combatir?
Bolivia ha tenido muchos más presidentes, cada uno con su propia historia. Algunos intentaron hacer lo correcto, otros solo se beneficiaron del poder. Pero lo cierto es que ninguno ha logrado dar una respuesta definitiva a la pregunta que nos persigue desde hace casi dos siglos: ¿Qué queremos ser como nación?
Bolivia y su Bicentenario: Más que una Fecha, una Oportunidad
Bolivia está por cumplir 200 años de vida independiente. Pero la independencia real no se mide en años, sino en la capacidad de un pueblo de tomar su destino en sus manos. Hasta ahora, hemos sido un país que espera, que mira con esperanza cada nuevo gobierno solo para decepcionarse después. Nos aferramos a líderes, a ideologías, a promesas, como si la solución estuviera siempre en el próximo presidente, en la próxima reforma, en la próxima revolución.
Pero tal vez el verdadero cambio no está en los palacios de gobierno, sino en la gente. Tal vez Bolivia no necesita otro salvador, sino ciudadanos conscientes. Gente que entienda que la democracia no es solo votar cada cinco años, sino participar, exigir, construir.
El bicentenario no debería ser solo una celebración, un desfile o un discurso más. Debería ser el momento en que Bolivia, por primera vez, se mire al espejo y se haga la pregunta correcta: ¿Estamos listos para dejar de esperar y empezar a construir?
La historia nos ha demostrado que los líderes van y vienen, que los sistemas cambian, que las banderas políticas se renuevan. Pero Bolivia sigue aquí, con sus montañas y sus llanuras, con su gente y su historia, con su esperanza y su frustración.
Si algo nos ha enseñado el pasado es que nadie vendrá a salvarnos. No lo hará un presidente, ni una ideología, ni una promesa electoral. Solo nosotros, como sociedad, podemos decidir si seguimos repitiendo la historia o si, finalmente, aprendemos de ella.
El futuro de Bolivia no es una profecía escrita en piedra. Es una decisión que tomamos cada día, en cada acción, en cada elección. El bicentenario no nos hará mejores por sí solo. Pero puede ser el punto de partida para un país que, por primera vez, deje de preguntarse cuándo mejorará y empiece a construir la respuesta.
Fuente: La Razón