Cada día salen a la luz nuevas técnicas de ciberestafa, o nuevas historias de personas que han sido víctimas de las mismas… y perdido grandes sumas de dinero y/o a la privacidad de sus datos personales.
Fuente: https://www.genbeta.com
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A pesar de las campañas de concienciación, de todos los recursos disponibles para reconocer y evitar fraudes, los timos continúan prosperando.
¿Por qué ocurre eso? Bueno, la respuesta está en la mente humana. Porque nuestra psicología es un eslabón más débil en la cadena de la ciberseguridad que cualquier vulnerabilidad de software. Si un estafador es capaz de comprenderla (de entender qué nos motiva, en resumen), sabrá cómo manipularnos.
A través de lo que muchos expertos comparan con una ‘guerra psicológica’, logran que los usuarios tomen decisiones impulsivas que, en retrospectiva y con más calma, parecen absurdas. Así que exploremos las tácticas psicológicas más frecuentemente usadas por los estafadores y cómo podemos protegernos de ellas.
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1) El principio de coherencia: empieza con algo pequeño
Uno de los recursos más eficaces que usan los estafadores es comenzar con peticiones triviales. Un mensaje de texto, una llamada inesperada, una consulta aparentemente inocente. Esta técnica se basa en el hecho de que, cuando una persona acepta hacer algo pequeño, se incrementa su probabilidad de aceptar solicitudes más relevantes (peligrosas) posteriormente, porque queremos actuar de manera coherente con nuestras decisiones previas.
Un ejemplo claro de esto sería una llamada de un número desconocido donde el estafador se presenta como un profesional que previamente habíamos contratado: mientras nos entretiene con conversación casual, extrae pequeños fragmentos de información que luego puede usar para construir un fraude más elaborado.
2) Crear una falsa urgencia
La presión del tiempo es una táctica (probablemente la más frecuente en estos casos) que interfiere directamente con nuestra capacidad de razonar. Al presentar escenarios falsos en los que debemos actuar «de inmediato» —como una supuesta deuda con Hacienda, o una cuenta bancaria a punto de ser bloqueada— los estafadores activan nuestras emociones, evitando que pensemos con lógica o que consultemos con otros que podrían tener la cabeza más fría.
Así, el miedo, la culpa, la codicia y la empatía son emociones comúnmente explotadas. A través del miedo, nos hacen obedecer órdenes absurdas; con la codicia, nos prometen retornos financieros; y con la empatía, nos presentan historias conmovedoras que apelan a nuestra necesidad de ayudar.
3) Construir una relación: el poder del vínculo
Pero, por supuesto, una estafa no siempre se basa en la rapidez. Muchas veces, se extiende en el tiempo. A través de conversaciones prolongadas, los estafadores cultivan una relación de confianza con la víctima. Se presentan como amables, comprensivos, atentos. Las estafas basadas en falsos romances, cada vez más frecuentes, se basan en esto.
El desgaste cognitivo también juega un papel clave. Cuanto más tiempo pasamos hablando con alguien, más propensos somos a tomar decisiones bajo fatiga. Además, este tipo de estafa aleja a la víctima de sus redes de apoyo, como amigos o familiares, que podrían alertarla de lo que realmente ocurre.
4) La trampa de la deuda social
Otro mecanismo psicológico sutil, pero potente, es el de la deuda social. El estafador, en este caso, ayuda primero. Resuelve un problema que él mismo ha creado —por ejemplo, un problema técnico en la red de la empresa— y, una vez que ha ganado la confianza de su víctima, pide un favor a cambio.
Ese favor, que puede ir desde compartir una contraseña hasta transferir fondos, se siente «merecido» por quien lo pide, y difícil de rechazar para quien se siente en deuda. Esta táctica es especialmente eficaz en entornos laborales donde las jerarquías y las normas sociales son más rígidas.
5) Apelar a la autoridad: «sólo obedece»
Los seres humanos estamos condicionados para obedecer a figuras de autoridad. Esto se traduce en una poderosa herramienta para los estafadores, quienes pueden hacerse pasar por directivos, autoridades fiscales, agentes bancarios o incluso superiores jerárquicos.
En casos más sofisticados, se utilizan tecnologías como los deepfakes de voz o vídeo para replicar la identidad de una figura reconocida. Solo se necesitan tres segundos de audio para crear una voz falsa casi indistinguible. Así, la víctima no solo escucha la voz del ‘jefe’, sino que incluso puede verlo en una videollamada falsa pidiéndole algo urgente.
¿Cómo protegerse de estas técnicas?
Hace unos días nos hacíamos eco de una entrevista al hacker Joe Grand. En ella, el entrevistado hablaba también del libro que estaba leyendo en ese momento, ‘The Confidence Game’ (El juego de la confianza) de Maria Konnikova, que abordaba precisamente este asunto, «el aspecto psicológico de las estafas y los timos».
«Lo que he aprendido a lo largo de los años de todos estos e-mails que recibo es que la gente que está en una situación desesperada no piensa de forma crítica. Por lo tanto, ignoran todas las banderas rojas«.
- Verifica siempre la identidad: Nunca actúes basándote únicamente en una llamada o mensaje. Usa canales complementarios para confirmar la identidad de la persona. Si es un colega, llama directamente a su número habitual. Si es una empresa, contacta a través de su línea oficial.
- Desconfía de la urgencia: Si alguien te dice que debes actuar de inmediato o enfrentarás consecuencias graves, es una señal de alerta. Detente, respira, consulta con alguien más.
- Reconoce tus emociones: Si estás sintiendo miedo, presión o culpa, haz una pausa. Los estafadores cuentan con que tomes decisiones en ese estado. Cambia de entorno, habla con alguien, o simplemente cuelga.
- Acuerda una ‘palabra segura’: Sobre todo con familiares o personas vulnerables, una palabra clave acordada puede marcar la diferencia cuando recibimos una llamada desde un número desconocido.