Operación Samuel


Desde fines del año pasado, una vez que arrancó el adelantado proceso electoral, empezaron a surgir encuestas al calor de un ambiente político electoral distante, frío y complicado.

Por José de la Fuente Jería



 

Fuente: La Razón

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El escenario político y económico crítico –falta de dólares, de carburantes y una crisis legislativa que toca fondo con el rechazo de urgentes créditos concesionales– se presta para discursos fatalistas y hasta queda campo para el paroxismo libertario. Al mismo tiempo, como parte de la crisis, surgen decenas de candidatos a la presidencia y otros que, sin aclarar, aprovechaban la arena política para calentar rumbo a las autonómicas del próximo año. Entre los «emergentes», así les gustó distinguirse para separar lo viejo de lo nuevo en política, sin hacer referencia a las edades porque ahí no hay diferencias, el entusiasmo llegó al extremo con uno de ellos en el aeropuerto de Houston camino a la posesión de Trump, luego que, dijo, se había reunido con compañías petroleras. El entusiasmo se mantiene vivo, hace unos días aparece un par de caballeros, de los cuales, el más creativo, surge raudo en una cuadratrack, con el casco de Aquiles puesto y un pliego alucinante, ofreciendo sus servicios. El otro, un libertario de buenos modales, siente que debe participar porque su mensaje es esencial. En fin, todo un acontecimiento, las elecciones generales.

En este ambiente político confuso por un panorama electoral que no termina de perfilarse por falta de candidatos oficiales, las respuestas político-mediáticas y comerciales son encuestas de todo tipo, calibre y orientación. Las primeras fueron hechas a pedido, buscando explorar la opinión pública o posicionar un discurso. Ante las inconsistencias técnicas que ponían en riesgo su credibilidad, las nuevas rondas de encuestas se realizan con mayor rigor técnico.

Llegamos al pico de un boom que logró tres objetivos: Uno, animar noticiosos y calentar el ambiente electoral presionando a «precandidatos» a manifestarse y ser ubicados en el mapa electoral que se iba construyendo. Dos, que los medios de comunicación hagan pingües negocios porque la época electoral es su feria exclusiva y más si la política gira en torno a las campañas solapadas y el correveidile periodístico. Tres, compensar con un movido e intenso espectáculo mediático la falta de política, programas, debates y verdaderas campañas. En el lado oficialista, un páramo porque la pelea fratricida –con la traición como elemento literario central– ocupa todo el escenario y, en la oposición, lo mismo porque su fragilidad y dispersión desaconsejan debatir al interior del bloque.

Conclusión, la política se trasladó a las encuestas, las entrevistas alrededor de supuestas tendencias y los pretendidos candidatos contestando al dice que dice sin que haya debates directos, las repercusiones con comentaristas atentos a los medios que, casualmente, están a la mano, y que descubren todos los misterios y si no hay se los inventan, etcétera.

Luego de varias rondas de encuestas, cada vez más serias, pero también más dirigidas, llegamos a la última tanda que se presenta como una «superencuesta» por su mayor cobertura y menor margen de error. Nos referimos a la realizada por el empresario Marcelo Claure, que quiso hacer de sponsor de la oposición y que es, de lejos, la de mayor cobertura y confiabilidad si no fuera porque estamos en el mundo de la política y acá todo tiene sentido, significado y objetivo. Esta es la «operación Samuel». Ni bien se publican sus resultados con un enorme despliegue, sale la encuesta de Red Uno que consolida la «línea» interpretativa de la foto del momento, la ubicación de los candidatos, en especial la de los dos principales del bloque de unidad, Samuel y Tito. Los resultados de la potente encuesta los separa con un modesto punto para que no se sospeche de parcialidad. Tampoco se los separa mucho para que no queden enfrentados y sigan persuadidos de la imperiosa necesidad de una candidatura única para ganar al MAS que es, en última instancia, el objetivo mayor del empresario Claure; la «labor» autoasignada que él dice seguir.

En el otro frente encuesteril, sin patrocinador y pagando del bolsillo propio, se entra en la recta final de esta etapa de política a punta de encuestas. Este fin de semana debía –según el vocero de Samuel todavía sí, aunque ya no se difundirán los resultados por la vigencia del Calendario Electoral– realizarse la principal y definitoria de las encuestas acordadas en el Bloque de Unidad. El plan fue una tríada de encuestas que, sin mayores explicaciones, fueron postergándose a lo largo del mes de marzo. Lo pactado fueron tres encuestas en simultáneo y administradas por tres empresas: las tres con el mismo contenido y reglas y que busca definir al candidato único. El resultado general, más allá de los detalles y los pormenores de una alianza en la que, por lo visto, nunca nadie creyó, es que Tuto rechazó participar de las encuestas previstas para este fin de semana con el argumento de que, aprobado el Calendario Electoral, es un riesgo realizarlas sin empresas registradas y la autorización del Tribunal Supremo Electoral (TSE) y que la «ilegalidad» podría inhabilitarlos. No es necesario abundar en mayores explicaciones legales, basta señalar que la normativa electoral regula, en función del calendario, la actuación de partidos y organizaciones políticas inscritas y candidatos igualmente inscritos, lo que hoy no existe, evidentemente. ¿Entonces qué sucedió? Para nosotros, Tuto cayó en la trampa, obviamente contando con su intemperancia, quedando para la opinión pública y, sobre todo la audiencia opositora, como el que incumplió el acuerdo y el que pone en riesgo la candidatura opositora; y dejando, por defecto, a Samuel como único candidato.

¿Por qué es una operación mediática–política? Primero, porque las encuestas escogieron a los candidatos con cualquier criterio, no se siguió ningún patrón uniforme. Se mezclaron candidatos declarados, no declarados, a los que rechazaban ser candidatos, con sigla, sin sigla, etc. En fin, se incluyó a todos los que parecía interesante combinar y del resultado que se buscaba marcar. Lo primero que muestra la intencionalidad fue el caso de Evo Morales, que apareció a un principio y luego fue desapareciendo hasta acabar, en la última de Claure, en una especie de pie de página. Al respecto, debe decirse que excluirlo de las encuestas fue una arbitrariedad absoluta. Evo Morales está habilitado como cualquier otro ciudadano, nada le impide postularse y por tanto debió ser considerado, más aún si fue de los primeros en postularse y se detectó su potencial electoral. Otra cosa es, o la contraria, que luego de su postulación sea candidato registrado, válido y en carrera electoral, porque así determine el TSE en ejercicio de sus competencias exclusivas como única autoridad electoral. Otro ejemplo es la calificación de 1% para el presidente Arce que tampoco dijo que era candidato, pero que fue incluido porque esa era la referencia simbólica para calificar al proceso de cambio y, como se habrá visto, siempre fue un inmutable 1%, como correspondía al sentir de la audiencia elegida. Por último, el caso de Andrónico Rodríguez que, invariablemente, dijo que no sería candidato y que el único candidato era su jefe político, Evo Morales, conforme a las decisiones orgánicas, especialmente del trópico. Sin embargo, para las encuestas que ejecutaban el operativo político–mediático y los medios de comunicación, el tema más llamativo era su candidatura conforme a los resultados que terminaban de posicionarlo primero en el bloque masista (evistas y arcistas) y encima de los candidatos de la oposición. Sin embargo, nada los persuadía de no tomarlo en cuenta, buscaban y rebuscaban frases, circunstancias o historias cualquiera que sirviesen para sostener la inminente candidatura de Rodríguez; así, hasta el día de hoy.

Mucha gente, por lo menos nadie observó –que haya leído o escuchado– lo tendencioso del asunto, se creyeron el montaje mediático y participaron entusiastamente del divertimento, en unos casos porque era imposible no participar de la noticia del día y en otros porque ya estaba contratada la pauta informativa. Paradójicamente, el primero que se tragó el cuento fue Evo Morales, que se burlaba de las primeras encuestas porque lo tomaron en cuenta y decía que de esta forma la oposición reconocía su habilitación. Con más entusiasmo ironizaba sobre el 1% del gobierno y utilizaba el dato para descalificar una candidatura oficialista. Con lo que no pudo lidiar fue con las encuestas que no lo tomaron en cuenta y, por el contrario, lo sustituyeron con Andrónico. Esto rompió su equilibrio y le dedicó ampliados y congresos en el trópico para que las 6 Federaciones dejaran en claro que él era el único candidato y que Andrónico lo ratificase en persona. En la oposición, sobre todo la del Bloque de Unidad, estos resultados eran funcionales porque alimentaban la urgencia del candidato único, aunque tampoco los asumían del todo porque había una interna entre ellos que corría silenciosamente y nadie quería ser el discorde. Tuto la inició cuando se proclamó con el FRI un día antes de firmar el acuerdo de las encuestas y Samuel respondió con una campaña abierta. Entre los medios de comunicación se pasó del entusiasmo al contrato y entraron de lleno con entrevistas diarias en horarios estelares sobre los resultados que salían de un lado y del otro, incluso hubo entrevistas en Nueva York y San Pablo, al medio de unos enormes despliegues informativos y con el principal mecenas de la oposición. Se sumaron periodistas, comunicadores y politólogos, ya muchos también en la modalidad contractual, aportando con conocimientos y reflexiones más finas que las estrictamente informativas a manera de darle cuerpo y consistencia intelectual al operativo.

Bueno, finalmente llegamos al mundo real y este pasado viernes 4 de abril se publicó el Calendario electoral. A partir de este 18 estarán inscritas las Alianzas y hasta el 18 de mayo sabremos de los candidatos inscritos y reconocidos por el TSE; vale decir, las siglas y los candidatos que efectivamente participarán de las elecciones generales del próximo 17 de agosto, se acabó la encuestitis y los montajes mediáticos. Seguro que habrá pataleos y no pocos conflictos alrededor del tema de las inscripciones y registros, pero ya estaremos en el marco de las responsabilidades institucionales y cumpliendo los plazos procedimentales que corresponden. También se podrán hacer encuestas, pero esta vez en serio, con empresas registradas y autorizadas en función a la información técnica que será de público acceso, lo mismo que los resultados.

Luego de hacer este repaso algo fragmentario y concentrado en una única variable de las tantas que entran en juego en unas elecciones generales y más de las del calado que tendremos en este final de ciclo, llama la atención la debilidad de nuestro sistema político y de la normativa que lo regula. La democracia no funciona sin partidos políticos, pero los que tenemos son, en general, un remedo y grupos de interés que se ponen en acción solo cuando hay elecciones. Dos, la normativa electoral no regula la institucionalidad efectiva de estas personas jurídicas, es más, está tan mal establecida que antes que regular su funcionamiento ordinario como cualquier asociación civil, se alienta el desorden y su fragmentación; ya ni hablar de esas siglas de alquiler que se ofrecen al mejor postor en cada elección y son parte activa de estas maniobras políticas absolutamente espurias. Claramente falta una Justicia Electoral especializada que defina las diferencias y los conflictos o que, por último, liquide su existencia como podría corresponder a cualquier personería que no cumpla con los objetivos de su creación.

En fin, finalmente tenemos el voto y este próximo 17 de agosto deberemos hacer justicia con la política y nuestras conciencias porque nadie puede ocultar su responsabilidad en la suerte del país. Salud.

Fuente: La Razón


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