Trapecistas sin miedo


Cuando era niño y hasta en mi pubertad, no había circo que no me provocara deleite y angustia al mismo tiempo, aunque, naturalmente, que la emoción de ver a los musculosos trapecistas subir hasta las alturas, hacía que justificara el precio de la entrada que pagaba. En el circo – circos pobres en Santa Cruz – a veces, además de los payasos chilenos, había uno que otro tigre viejo y algún león con tiña y, por tanto, escaso de melena, a los que el domador les podía tocar sus partes y las fieras apenas bostezaban. Y espectáculo aparte eran los malabaristas, que te hacían aparecer y desaparecer cartas y te sacaban caramelos de las orejas. Y los ventrílocuos, que eran excepcionales para hacer hablar disparates a los muñecos con sus floreadas corbatas de michi.

Sin embargo, se me erizó la piel cuando me enteré de que en una exhibición de trapecistas, tremenda porque era de saltos mortales con los ojos vendados, uno de los atletas principales, que tenía la entera confianza del resto, se soltó de sus compañeros, quitándose la venda de los ojos. Los otros quedaron atónitos, colgados de donde podían, balanceándose en las alturas, sin malla de protección. Abajo estaba el vacío y esperaba una muerte segura.



Bolivia siempre ha sido un circo, pero político. Aquí las funciones son diarias y no solo en los fines de semana. Las veladas nocturnas son apasionantes. Con trapecistas que convocan a quienes gozan con la tensión, a la espera de que alguno de los arrojados caiga y se rompa el espinazo; payasos dicharacheros y chillones que se proclaman candidatos a cualquier cosa; domadores que azotan a felinos escleróticos y desdentados. Y jamás han faltado los malabaristas y ventrílocuos, que han hecho las gracias del público, pero también el beneficio para ellos mismos. Hacen desaparecer billeteras, anillos, collares y no los regresan a sus dueños, que protestan luego de algunos minutos de reír mientras que los ventrílocuos los distraen.

Eso de escribir 48 horas antes una nota para la prensa no deja de ser un problema, porque, especialmente en nuestros pagos, 48 horas, dos días con sus noches, resultan ser una eternidad. ¡Todo puede suceder en ese tiempo! Así que no sé si Tuto Quiroga se habrá ido definitivamente del Bloque de Unidad o si ha vuelto, luego de razonar fríamente y concluir en que irse del grupo puede significar un descalabro nacional. Está visto que el Bloque tiene que enfrentar al capitán Reyes Villa y al coreano Chi; pero también al pícaro y sibilino Andrónico, el hijo pródigo de Morales, que más se va pareciendo al hijo de Julio César, Bruto, que lo apuñaló junto con otros conspiradores. Y hay que enfrentar a grupos hasta ahora sueltos que están a la espera de ver más claro el panorama como para echar el ancla.

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Tuto Quiroga y Samuel Doria Medina tienen que manejarse con extremo cuidado, sin provocar temor en la gente. Aunque Tuto diga que sigue en el Bloque, ya ha hecho un daño a los demócratas bolivianos. La mitad de sus partidarios han quedado paralogizados. No saben si está o no está. Se ha tratado de una retirada infantil, con un argumento sin mucho sustento ante el mal que puede provocar al sistema de derecho en Bolivia. La fortaleza de los demócratas, que parecía imparable, ya no es tanto. Por lo menos ya sabemos que a partir del próximo año tendremos una Asamblea tan variopinta como la actual, porque la dispersión va a dar paso a tipos tan ignorantes como ese diputado camba que se cree perro y confunde públicamente, en una entrevista en la televisión, la palabra “pedigrí” con “feligrés”, pero que además es uno de los portavoces del MAS.

Si Tuto no regresa (él dice que no se ha ido) hay que seguir adelante con el mayor ímpetu para que el Bloque gane la elección. Si no se triunfa en agosto o en el balotaje de noviembre, Bolivia se pierde. No habrá otra chance para deshacerse del masismo que la actual. Hay que caminar sin tregua, buscando votos. Lamentablemente, Tuto y Samuel muestran un lado muy feo de la política, que los hace poco confiables, cuando hace una semana se los apoyaba con entusiasmo. Si el futuro elector ve que sus favoritos se hacen trampa entre ellos, que se quieren ir cada uno por su lado rompiendo un compromiso, ¿cómo van a confiarles los destinos de la nación?

No sabemos qué habrá sucedido cuando esta nota aparezca; nadie sabe. Confiamos en que se habrá impuesto la cordura, que se habrá sellado la unidad, y que, en vez de la dispersión, se hayan sumado más agrupaciones al Bloque. Si se ha obtenido una oportunidad como la presente, sería un error imperdonable, una estupidez sin nombre, desperdiciarla infantilmente. Vendrá un arrepentimiento tardío que ya no servirá de nada.


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