Empecemos por ponernos de acuerdo en algo que no va a gustar a los compatriotas correctos. Que la democracia en Bolivia es un fracaso. Para que yo afirme semejante blasfemia, tengo que comprobarlo. No puedo lanzar la piedra y esconder la mano. Entonces digo: la democracia es un fracaso en Bolivia por su resultado. Doscientos años de vida independiente, dizque, y un país a la deriva, pobre, ignorante, confuso, pervertido y salvaje.
Cualquiera podría pensar que mis expresiones se deben a un desencanto por cómo se viene desarrollando el proceso electoral, a una angustia propia de la desilusión política. Nada de eso. Es el sistema el que ha fracasado en Bolivia, es inexistente, como en algunos otros países latinoamericanos y como en el 80% de las naciones africanas o de las satrapías árabes. En la zona altoperuana, es un conjunto de ayllus (en África las llaman tribus) y cada tribu tiene su jefe, sus hábitos y su forma de ser.
¿Habrá otra manera en que nos podamos gobernar los bolivianos? ¿Teocracia? ¿Aristocracia? ¿Plutocracia? ¿Otra forma, tal vez? Porque de momento en Bolivia gobierna la kakistocracia, que es el gobierno de los peores. Esos gobiernan a nuestra patria actual: los peores. Los incapaces en el Ejecutivo que nos tienen sin combustible y sin dólares; la ignorancia en el Legislativo, la venalidad en el Órgano Judicial y la resignación en el Electoral.
Si hemos empezado con el taladro, continuemos. La democracia es para gente educada, por lo menos para personas que han recibido enseñanzas en su casa o en la escuela. ¿Fue una gran conquista el voto universal? ¡Pero claro! ¡En Europa! ¡En USA! ¡Cada individuo un voto! ¿Pero no dicen acaso que cada voto de un analfabeto campestre en Bolivia vale como tres de los votos de un citadino?
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Estamos fregados. Esperando elecciones de brazos cruzados para agosto y hay una pelea entre cunumis y birlochas que no la entiende nadie. Se insultan de traidores, pillos, pedófilos, narcos, asesinos, y todo lo habido y por haber. En el fondo, porque mucho de lo que se dicen es cierto. Y ni que se diga de la apariencia, porque al chofer más desvelado luego de manejar 48 horas, se lo ve mejor. Eso es ordinariez y no hay nada qué hacer. No tiene compostura. Lo cierto es que nada de esto tiene que ver con la democracia. Aunque, hasta por respeto a la investidura, un presidente y sus ministros podrían dejar de lado los jeans, las chamarras, las gorritas al revés, y esas gafas negras de esquiadores en las empinadas calles paceñas. Ni hablemos de como visten los parlamentarios (irónicamente los llaman togados) ni cómo huelen, porque esos sí que se disfrazan como para asistir a algún evento folclórico.
En fin, a cada momento nos encontramos con los fulanos hablando dislates en la tele para que los entrevistadores se relaman. Los aspirantes a cargos, unos grandotes con facha de peleadores, los que están en la subasta de siglas, no tienen ni la menor idea de lo que les preguntan y entonces los periodistas les sugieren respuestas que arman la casa de niñas. Después quieren desdecirse los forzudos, pero es tarde, ya están en primera plana.
Cualquiera que quiere liquidar a un partido, lo demanda y paraliza a partido y candidatos. Hay algunos que tratan de inhabilitar a tres, cuatro o cinco tiendas políticas juntas. Y los hacen temblar, porque la Corte Electoral vive asustada. Una amenaza del Gobierno a la Corte le provoca dolorosos cólicos. Y una amenaza del Tribunal Constitucional a cualquiera, diarrea diluvial. Todos se amenazan en la democracia boliviana. Todos se pelan los dientes, hasta que, finalmente, se vuelven convenientes aliados, porque no los separa nada, solo aprovecharse del poder.
El colofón de todo es el fraude. El fraude siempre estuvo listo en Bolivia desde cuando los movimientistas aplicaban las papeletas de color. Rosado vale, celeste no vale. Resultado: gana el MNR con 80%. Morales estuvo haciendo fraude durante el 2009, 2014 y 2019. Y muere por ser candidato ahora porque seguro que ya tiene contrato con sus amigos venezolanos. Con esos sinvergüenzas que ya se olvidaron de la democracia hace mucho y que le birlaron la elección a María Corina.
¿Qué hacemos entonces? ¿Esperamos nomás a los que están felices con las elecciones? Porque ni siquiera en militares se puede pensar en Bolivia, porque ya hemos visto a un par de ellos y no han mejorado nada, son como para llorar de pena. La alfombrilla contagiosa del MAS ha hecho de los milicos algo a su imagen y semejanza.