La democracia necesita acuerdos, ciudadanos conscientes de que el verdadero poder está en el acto silencioso, disciplinado y decisivo de marcar la papeleta. La unidad real se construye desde abajo, desde nosotros, los que ya estamos hartos del oportunismo, de las interminables decepciones y de los eternos perdedores que nos engañan una y otra vez.
Por eso esta vez el pacto es otro y lo firmamos nosotros. Es un documento redactado por el cansancio, nace de tu alma y de la mía, porque nos rehusamos a seguir tropezando con la misma piedra, esa piedra con nombres, apellidos y egos. ¡Esta vez no señor! Votaremos por quen esté primero en la última encuesta oficial a ser publicada. Nos guste o no, sin excusas, sin que medien las voces garcialinerezcas del “empate técnico”, votaremos por el único con chance de ganarle a los veinte años de neocomunismo del siglo XXI. El próximo presidente necesita ganar en primera vuelta, necesita gobernabilidad en el congreso, ahí radica la importancia de nuestro compromiso.
Así se define el nuevo pacto democrático/ciudadano, sin afinidad ideológica, sino por un frío, lúcido y pragmático sentido de responsabilidad. Porque hemos aprendido a punta de golpes y frustraciones, que dividirnos como ciudadanos es perder y que soñar con la unidad de parte de los injubilables, es entregarnos al abismo con una flor en la mano.
En la política como en la vida, a veces hay que sacrificar lo ideal por lo posible. El voto concentrado es la guerra frontal a la derrota anunciada. No queremos mártires del “yo tenía razón”, queremos que el país gane, aunque sea por un voto.
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Sin banderas ni caudillos, digámonos unos a otros, “Confío en vos, confía en mí”. Somos más los que no tenemos intereses políticos mezquinos, lo nuestro es pensar en todos, no en algunos. La unidad no depende de ellos, esta vez mandamos nosotros, y la victoria (o la derrota) será responsabilidad nuestra.
Marcelo Ugalde Castrillo
Político y empresario