Las pandillas políticas


El momento político que vive Bolivia es fundacional para construir un nuevo proyecto político; sin embargo, dicha construcción pasa por resolver los problemas en los que vivimos. Dijimos que la coyuntura se caracteriza por la muerte lenta del proyecto del MAS que no culmina, pero también por el nacimiento de lo nuevo que no termina de germinar. En este contexto, la tarea de ser gobierno alternativo al MAS pasaba por organizar una coalición de fuerzas sociales, políticas, cívicas y de ciudadanía patriótica para llegar al gobierno, purgar al Estado y encarar tareas urgentes destinadas a solucionar lo económico, la justicia, fortalecer las instituciones con una metodología democrática, instaurar un gobierno de respeto a los derechos humanos y superar toda forma de autoritarismo, y por supuesto, de corrupción. A ello le denominamos “la unidad”.

Este objetivo de gobierno, de sacrificio y de purga estatal, no se ha alcanzado. Muchos sectores y grupos que se asemejan a pandillas, caminaron por la senda de fraccionar está posibilitar, utilizar la legalidad de los partidos políticos, intrascendentes en la vida política del país, excepto en momentos de elecciones, y formar grupos para terciar en las elecciones. Estas fracciones, consideraron que había llegado su momento, que el MAS estaba “derrotado” y que se podía prescindir de las tareas democráticas unificadoras y que por sí solos llegarían al gobierno gracias al carisma de sus caudillos.

Las fracciones nos son partidos políticos en el sentido estricto, son pandillas políticas, grupos primarios, grupos de interés, que tienen como objetivo llegar al gobierno y aprovecharse de la acumulación estatal de capital que genera el Estado, con su complemento privado.



En el camino las pandillas políticas se autoproclaman, la gente sólo observa; no tienen programa de gobierno, se improvisará; no tienen estrategia parlamentaria, por ello no garantizan más que parches al modelo del MAS; carecen de la gestión del conocimiento, por ello no podrán cambiar el modelo hacia otro horizonte productivo que no sea el extractivismo; subastarán los recursos naturales, como parte de su improvisación y subordinación a los poderes globales; hablan de renovación pero son los mismos opositores fracasados del pasado con sus mismas metodologías derrotadas; representan las ambiciones de nuevos potenciales funcionarios públicos que quieren asirse a una pega pública, solo habrá reciclaje y no cambio; en este su caminar nuclean basura política, se nutren de politiqueros de otros fuerzas políticas que saltan de un barco a otro; no les interesa el control electoral para garantizar el voto de los ciudadanos; no tienen sentido de patria, son incapaces de construir país y replican el síndrome de la UDP, pues creen que ser gobierno sin gobernabilidad es ganar algo, cuando en realidad todos perdemos.

En la acera del MAS las cosas son similares, no existen indicios de que la putrefacción de la política boliviana no les afecte.

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Evo y Arce se fraccionan por intereses de grupo, con ello se demuestra mi hipótesis de que dentro del gobierno el poder no se transfiere ni comparte. La irrupción de Andrónico Rodríguez en el escenario político valida la hipótesis y la convierte en una verdadera tesis, es decir, ni la ideología, ni la cuna política, ni la dirigencia sindical compartida evitan la fragmentación política y la preeminencia de las pandillas políticas.

El escenario está definido: varias candidaturas lucharán por votos y se tendrá una dispersión electoral que nos llevará a una segunda vuelta, con bancadas parlamentarias dispersas. Después de la segunda vuelta, dentro del parlamento no habrá aperadores políticos hábiles, grandes negociadores, gente de acuerdos y demás patrañas, habrá QR que circularan en una y en otra dirección para favorecer al nuevo gobernante.

Mientras tanto, en la calle, la ciudadanía tendrá que pensar seriamente en su futuro. Ya no habrá bonos ni segundos aguinaldos, expresión de una época de prebendalismo y vasallaje político. La inflación pulverizará derechos, los carburantes subirán así como el pan, porque la subvención es insostenible en términos políticos (populismo) como en términos económicos.

La organización de la gente, de los trabajadores que somos todos, los diálogos horizontales deberán ser las herramientas que nos permitan encarar la verdadera crisis que viene.