Durante años, los científicos han centrado su atención en los grandes movimientos del océano, como las corrientes del Golfo o El Niño. Sin embargo, un nuevo protagonista está revolucionando nuestra comprensión del mar: los pequeños remolinos y ondas de apenas un kilómetro de ancho. Gracias al satélite SWOT (Surface Water and Ocean Topography), desarrollado por NASA en colaboración con la agencia espacial francesa CNES, estas diminutas dinámicas han cobrado un protagonismo sin precedentes.
Pequeñas olas, grandes consecuencias
El satélite SWOT está diseñado para observar la altura de las aguas con una precisión inédita. Esto le permite detectar corrientes verticales, remolinos submesoescalares y ondas internas que antes pasaban desapercibidas. Como si de una lupa gigante se tratara, SWOT muestra cómo estas pequeñas estructuras mueven calor, nutrientes y carbono entre las distintas capas del océano.
Por ejemplo, el satélite ha registrado una circulación vertical de hasta 14 metros diarios en un remolino dentro de la corriente de Kuroshio, en el Pacífico. Esta dinámica permite que el calor acumulado en las profundidades suba hacia la superficie, calentando el aire y afectando al clima regional. Del mismo modo, los nutrientes que suben desde el fondo alimentan a los fitoplancton, base de toda la cadena alimentaria marina.
Un mar que se mueve en tres dimensiones
Hasta ahora, los modelos climáticos y oceanográficos se basaban en datos obtenidos por satélites tradicionales o boyas en superficie. Sin embargo, estos métodos no lograban capturar las corrientes pequeñas pero profundas. SWOT cambia eso al ofrecer una visión más completa, como si quitáramos la tapa de una olla y viéramos cómo el agua se arremolina en su interior.
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Uno de los hallazgos más notables del satélite fue una onda interna solitaria en el mar de Andamán, que duplicaba la energía de una marea interna común. Gracias a estos datos, ahora es posible estimar cuánta energía se mueve en el océano y cómo esa energía influye en el clima global.
Nuevos datos, nuevos modelos
Con cada pasada (el SWOT da una vuelta al mundo cada 21 días), el satélite está generando una enorme cantidad de información que ya está siendo incorporada a modelos climáticos como el ECCO de la propia NASA. Estos datos están forzando a los científicos a replantear sus herramientas de predicción: lo que antes era ruido de fondo, ahora es parte crucial del sistema.
Según el oceanógrafo Matthew Archer, estos pequeños movimientos verticales son clave para comprender cómo el océano regula la temperatura del planeta. «La fuerza es la cantidad fundamental que impulsa el movimiento de fluidos», señala Jinbo Wang, coautor del estudio. Y ahora, por fin, podemos medir esa fuerza con precisión.
Una herramienta para el futuro del planeta
Más allá de la ciencia pura, el impacto de SWOT puede extenderse a la vida cotidiana. Si entendemos mejor cómo se distribuye el calor oceánico, podremos mejorar los pronósticos climáticos, prever mejor los huracanes o planificar de forma más eficiente la pesca sostenible.
El satélite SWOT es una colaboración internacional entre NASA, CNES, la Agencia Espacial Canadiense (CSA) y la Agencia Espacial del Reino Unido. Su tecnología marca un antes y un después en la forma de observar nuestro planeta azul.
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