Democracia en Bolivia: Intereses implosionan el sistema de partidos


Los analistas Armando Ortuño y Paul Coa coincidieron en que los caudillismos dañana la democracia

Por Mauricio Diaz Saravia

Pacto de Unidad

El presidente Luis Arce conversa con Evo Morales. Foto: Archivo



Fuente: La Razón

En la Bolivia contemporánea, la democracia se encuentra en un momento crítico. La historia reciente del país reveló una lenta y constante degradación de las estructuras partidarias tradicionales, que hoy se evidencia con mayor crudeza en pleno año electoral.

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Los partidos políticos, otrora pilares del sistema democrático, fueron paulatinamente reemplazados por estructuras vacías, regidas por la lógica del caudillismo, el interés personal y la inestabilidad permanente.

En un escenario marcado por disputas internas, desintegración y “fracturas irreconciliables”, el sistema de partidos deja de responder a intereses colectivos y cedió ante la ambición de liderazgos circunstanciales.

Un ejemplo de ello es lo ocurrido en el Movimiento Al Socialismo (MAS), que por casi tres décadas representó el último vestigio de una estructura partidaria sólida, hoy protagoniza su propia implosión. En este marco, se multiplican las pugnas internas, las acusaciones cruzadas, su interés electoral y el fraccionamiento entre seguidores de Evo Morales, el presidente Luis Arce y el presidente de la Cámara de Senadores, Andrónico Rodríguez, y “ni qué se diga de los otros partidos”.

Implosión

El analista político Armando Ortuño, en entrevista con La Razón, hizo una radiografía de este fenómeno. “Estamos en una nueva etapa de la implosión del sistema de partidos, auténticamente”, señaló.

En su criterio, ya no existen agrupaciones con ideologías o proyectos consistentes, sino más bien estructuras al servicio de la postulación de líderes individuales. “Los partidos se vuelven espacios del interés personal de un caudillo, de un dirigente que es el que quiere manejar (la organización)”, advirtió con preocupación.

Esta afirmación encuentra eco en la realidad actual. El MAS, anteriormente cohesionado en torno a la figura de Evo Morales, enfrenta hoy su mayor fragmentación. El líder cocalero, alejado del poder institucional, aún cuenta con influencia sobre sectores sociales y cuadros partidarios.

Pero el MAS no es un caso aislado. Las fuerzas de oposición también padecen una profunda crisis de identidad. Comunidad Ciudadana (CC), la alianza liderada por Carlos Mesa, también vio diluir su protagonismo en medio de tensiones internas y una ausencia de renovación. Por su parte, Creemos, con Luis Fernando Camacho encarcelado, perdió cohesión y dirección. Mientras tanto, otras siglas sobreviven apenas como “vehículos electorales circunstanciales, sin ideología clara ni estructuras orgánicas”.

Política

Por su parte, el politólogo Paul Coca, ahora candidato a diputado por Nueva Generación Patriótica (NGP), coincidió con ese análisis. “Cuando los políticos no entienden que en política hay una fecha de inicio y una de finalización del apoyo electoral, se evita la renovación de candidatos, líderes y dirigencia, y eso contribuye a la crisis de los partidos políticos”, sostuvo en entrevista con La Razón.

Consideró que el fenómeno del caudillismo, que el MAS supo capitalizar desde 2005, ha terminado por contagiar a todo el espectro político nacional.

En este contexto, las elecciones generales del 17 de agosto se convierten en el “momento de mayor tensión”. Las pugnas por las listas de candidaturas suelen profundizar las divisiones internas. “Esos grupos quieren su lugar, pero al final terminan cediendo al capricho de los líderes que manejan el partido”, afirmó.

Esta dinámica refuerza un sistema de lealtades personales en “detrimento de la construcción programática o ideológica”.

El panorama se agrava por la “debilidad institucional” del Tribunal Supremo Electoral (TSE), según consideró Ortuño, que ha sido blanco de cuestionamientos por su falta de independencia y su “aparente inacción” ante disputas internas y conflictos de legalidad partidaria. “La incapacidad del TSE para mediar y arbitrar en momentos clave ha alimentado aún más la incertidumbre política”, sostuvo.

Ortuño advirtió que esa “fragilidad institucional” no solo no ayuda a desestabilizar el escenario político, sino que “todavía lo desordena más”.

A nivel estructural, la política boliviana se encuentra en un “campo de ruinas”, como lo describe Ortuño. “Lo que tenemos ahora son siglas que existen legalmente, pero que no están vinculadas a estructuras políticas sólidas. Ya no hay una institucionalidad fuerte. Siempre fue débil, pero creo que ya no existe”, sentenció.

Partidos

Esta falta de institucionalidad permite que cualquier figura con “ambición personal y recursos pueda intentar una candidatura”, sin la necesidad de un proyecto político o de una base partidaria.

Ambos coincidieron que el futuro inmediato tampoco ofrece signos de mejora. Coca consideró que es muy difícil pensar en la reconstrucción de partidos políticos sólidos en el corto plazo. “Tal como está la situación, no veo posible consolidar partidos con militancia capacitada y estructura como lo era antes”, afirmó.

Y si bien algunos ven en las alianzas una posible solución, Coca advirtió que “las alianzas que se hacen son solo coyunturales”, y recordó cómo cada gran alianza de oposición —Podemos, Convergencia, Unidad Demócrata, CC— “ha fracasado en mantenerse electoralmente más allá de una elección”.

Esta crisis tiene implicaciones profundas para la gobernabilidad. En ausencia de estructuras partidarias firmes, la Asamblea Legislativa se convirtió en un escenario caótico, donde las alianzas son volátiles y las decisiones estratégicas responden más a cálculos personales que a visiones de país. Esto ha dificultado la aprobación de leyes clave, el control político y la fiscalización, socavando el funcionamiento democrático.

Ante este panorama, surge una interrogante inevitable: ¿puede reconstruirse el sistema de partidos? Ortuño es escéptico, aunque dijo que quizás ésta sea la última elección con este esquema tan deteriorado. “Probablemente, a partir de esta elección, se van a ir definiendo cosas. Pero va a ser un largo proceso de reconstrucción”.

Intereses

Este proceso podría dar lugar a nuevas organizaciones, con liderazgos más estructurados o consolidar un sistema político fragmentado e improvisado.

A nivel ciudadano, la desafección política crece. La confianza en los partidos cayó drásticamente y los niveles de participación activa son cada vez menores. En los barrios y comunidades se percibe una fatiga ante la repetición de las mismas caras, los mismos conflictos, las mismas promesas incumplidas. La política “se percibe cada vez más como un espacio ajeno”, distante y, en muchos casos, corrupto.

La ausencia de alternativas hacia las elecciones generales de este año generó también una mayor incidencia de las plataformas ciudadanas y las agrupaciones locales, especialmente en elecciones subnacionales. Aunque muchas de ellas también caen en “dinámicas clientelares”, su surgimiento responde al vacío dejado por los partidos tradicionales. Como advirtió Coca, en la elección nacional los partidos aún tienen peso, pero en la subnacional “aparecen las agrupaciones ciudadanas, y eso muestra que el sistema de partidos está colapsando desde las bases”.

El sistema democrático boliviano se enfrenta, pues, a una prueba de resistencia. La recomposición del sistema político no será inmediata ni automática; exigirá voluntad, autocrítica y capacidad de construir desde la base. Requiere, como lo planteó Coca, de actores que comprendan que la política no es solo una vía para obtener poder, sino un espacio para canalizar demandas sociales, representar intereses colectivos y construir un proyecto de país.

Liderazgos

En medio de esta incertidumbre, la ciudadanía también tiene un papel que jugar. La presión por la transparencia, la rendición de cuentas y la renovación debe “venir desde abajo”, desde las organizaciones sociales, las universidades, los medios de comunicación y los nuevos liderazgos emergentes. “Solo así será posible superar la lógica del caudillismo, restaurar la confianza pública y sentar las bases de una democracia más sólida”, añadió el analista.

A pesar de todo, aún existe una ventana de oportunidad. Como dijo Ortuño, “la siguiente etapa, el siguiente gobierno, es un periodo de recomposición”.

El reto será aprovechar ese momento para comenzar a edificar “desde las ruinas”, antes de que la implosión actual se convierta en un colapso definitivo.

El ámbito electoral no solo está marcado por las “debilidades” de los partidos políticos, sino que el proceso que lleva adelante el TSE está “judicializado” debido a una serie de recursos que sacó de la carrera a tres partidos políticos y puso “en jaque” a algunos candidatos.

Sin embargo, antes no fue mejor. Si los partidos tradicionales desaparecieron de las campañas electorales, Gonzalo Sánchez de Lozada, Hugo Banzer (+) o Jaime Paz Zamora incurrieron en lo mismo que se cuestiona hoy: caudillismo.

Fuente: La Razón