Está y no está. Es liberal, pero no tanto. Reniega del Estado, pero lo supo administrar muy bien. Es nuevo, pero huele a viejo. La física cuántica hecha campaña.
En la política boliviana todo es posible. Hasta que Werner Heisenberg se meta a vocero, o Erwin Schrödinger a jefe de campaña. Ahí lo tenemos: un candidato que es y no es. Que se presenta y no se inscribe. Que es liberal, pero no cita ni a Hayek ni a Mises. Ni siquiera a Milton Friedman en un mal día. A lo sumo, repite seis u ocho ideas fuerza como si fueran los mandamientos de una nueva religión, pero sin misa, sin doctrina y sin libros.
Dunn —pongámosle nombre al gato de Schrödinger— se declara enemigo del Estado. Pero fue funcionario de alto nivel en uno de los gobiernos municipales más tóxicos que ha tenido El Alto. Y no solo eso, también fue un eficaz engranaje del régimen de Evo Morales. Sí, de ese mismo Estado Plurinacional que ahora promete demoler. Lo administró con entusiasmo antes de descubrir el anarcocapitalismo en YouTube.
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Promete acabar con la vieja política, pero algunos de sus seguidores son más violentos que los guerreros digitales del MAS en plena campaña sucia. Lo sé por experiencia propia: he hecho críticas constructivas y también cuestionamientos a su figura en X (ex Twitter). Cada vez que no aplaudo, me llueven amenazas, insultos y hasta soy víctima del más purulento racismo. Todo muy “nuevo”, muy del siglo XXI.
Y luego está el tema de la coherencia. ¿Cómo se concilia el discurso anticorrupción con 33 procesos judiciales, varios de los cuales resolvió aceptando su culpa? Porque eso pasa cuando pagas, asumes la responsabilidad, aunque el relato diga lo contrario.
Ahora bien, es candidato… ¿o no lo es? A menos de dos meses de la elección, aún no se ha inscrito formalmente. Circula por redes un supuesto certificado de solvencia fiscal, pero —detalle no menor— el documento indica que no está solvente, aunque incluye una hoja aclaratoria que señala que “ya pagó”. El trámite, que para cualquier ciudadano de a pie puede tomar un año, le duró apenas unos días. Milagro burocrático o amistad conveniente, el lector sabrá elegir su hipótesis.
Y, sin embargo, Dunn representa algo. No es solo el vacío, el doblez, la paradoja. Es también una respuesta emocional a la decepción. El quiebre de la unidad opositora con la salida de Tuto Quiroga dejó a muchos huérfanos de esperanza y Dunn apareció como tabla de salvación. No es exactamente del MAS, aunque fue su funcionario y tuvo militancia, pero tampoco antimasista. Es como si se pudiera votar “salirse del MAS” sin sentir que se traiciona el pasado votando por un opositor tradicional.
En su entorno no hay tantos dinosaurios políticos. Sus listas no parecen armadas por los de siempre, ni operadas por los que venden candidaturas como cuotas de poder. Eso lo hace atractivo. Mucha gente que jamás se sintió parte de la política ve en él una oportunidad. No por ideología, sino por hartazgo.
Por todo eso, Dunn es el Candidato de Schrödinger: está y no está, es y no es, liberal sin bibliografía, antisistema, con carnet de funcionario, nuevo sin ser virgen, solvente con asterisco, popular sin partido. Y mientras no abramos la caja (es decir, que el TSE se pronuncie), seguiremos sin saber si está vivo políticamente… o muerto antes de comenzar.