Juventud, divino tesoro


Augusto Díaz Villanueva

Pareciera que uno de los tópicos centrales de la elección son los jóvenes o la llamada “juventud”. A simple vista, un término que se usa para hacer referencia a ese pedazo del padrón electoral que representa alrededor del 40%. Y aunque la ley nacional menciona que es un grupo etáreo que comprende a quienes tienen entre 16 y 28 años, la narrativa dominante lo extiende hasta los 35 para justificar su peso electoral.



El problema del clivaje juventud/no juventud, al menos desde mi humilde punto de vista, radica en que se trata de un concepto vacío. Se usa para hacer referencia a una población completamente heterogénea. A la narrativa oficial le da igual si se trata de personas con empleo formal o no, si tienen una ideología común, o si los propios jóvenes se identifican con el término.

No quiero entrar en una discusión sobre cuál sería la forma correcta de nombrar a las juventudes. Lo que quiero, más bien, es partir del vacío del discurso dominante para presentar algunos problemas que enfrenta este grupo etáreo. A ver si así, al menos, le damos contenido a la charlatanería de los medios.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

La “juventud” podría no tener pensión de vejez. Algo que pareciera no calar mucho es que una de las fuentes de financiamiento del actual gobierno son los aportes que hizo y hace la población en edad de trabajar. Si bien hoy se pueden pagar las rentas, cuando el bono demográfico se acabe y la pirámide poblacional se invierta, es altamente probable que no haya con qué pagar las jubilaciones. Así, la actual juventud tendrá rentas más miserables que las actuales. En otras palabras, olvídate de recibir los 30 dólares que muchos abuelos reciben hoy al mes si logramos la tan anhelada hiperinflación de los socialistas.

La “juventud” no podrá construir un patrimonio. Antes, un joven —profesional o no— podía aspirar a un salario de 3.500 Bs al mes, el equivalente, en su mejor momento, a 500 dólares. Hoy, con suerte, son 200 dólares; en poco tiempo, de seguir la impresión desmesurada, podrían ser 100 o menos. En una economía bimonetaria como la nuestra, en la que los bienes muebles e inmuebles se cotizan en dólares, tener un auto o un terrenito será impensable. En tal sentido, esperar a que los salarios se nivelen es esperar a que la juventud pierda sus años más productivos. (Y aunque nadie te lo diga con esta crudeza: sí, lo que perdés cada mes es lo que se robó el gobierno con su irresponsabilidad fiscal).

La “juventud” no tiene incentivos para hacer las cosas bien. Cientos de miles que trabajan y estudian para salir del hueco ven cómo una persona que nunca ha trabajado y se dedicó al sindicalismo hoy es el principal candidato a presidente. Por otro lado, ven que ellos, por ser bolivianos, tienen que esforzarse hasta 8 veces más para conseguir lo que un joven consigue en un país medianamente desarrollado. Ese iPhone que todos quieren, por ejemplo, afuera cuesta un par de semanas de trabajo; acá, entre 4 y 6 meses.

La “juventud” no encontrará trabajo, menos en sus profesiones. Los que saben un poco de economía saben que los ajustes estructurales —algo necesario para salvar al país de la miseria— implican generar desempleo (aunque los parlanchines no te lo quieran admitir, es una forma eficiente de reducir la inyección de circulante). Por otro lado, los estudios de mercado laboral —esos que los jóvenes no leen— te dicen, en otras palabras, que las universidades (sobre todo las públicas) fabrican profesionales que el mercado laboral no demanda. Sí, ese título en Comunicación Social, Ciencias Políticas o Derecho te servirá, con suerte, para aplicar a Yango.

La “juventud” aspira a un sueño que no se va a cumplir. La frustración de no encontrar trabajo, de no poder hacer algo propio, de ser parte del precariado, parece encontrar una esperanza en algo que salvará a unos cuantos y condenará a muchos. Ser tu propio jefe no será la solución para todos y, probablemente, sea el fracaso de casi todos. No solo se trata de que tengas pocas probabilidades de éxito, sino que encarnás el más actualizado modelo de explotación de ese malvado capitalismo. Además, en un país en el que no sabés si el Chevo te va a cerrar los caminos, el éxito no depende solo de vos.

Y si vemos las cifras macroeconómicas, si vemos la moral dominante —esa que estuvo en el poder durante 20 años—, cuesta creer que esa “juventud” con la que se llenan la boca muchos analistas tenga esperanza o voluntad por una patria que se cae a pedazos.

Y acá es donde quiero llegar:

¿Está bien que la «juventud» se cargue encima el país que unos cuantos destrozaron?

¿Tú, joven, vas a sacrificar tus años más productivos para hacerte cargo del desastre que dejan el MAS y sus aliados?

¿No es más fácil migrar, renunciar al patrioterismo —que al salir del país es más bien un estigma—, y al menos tener la posibilidad de pelearla en mejores condiciones?

En lo personal, gasté parte importante de esos años de “juventud” luchando contra el MAS para que precisamente lo que vivimos hoy no pase, creo que no sirvió de mucho. Además, el tiempo que lo pasé fuera del país lo pasé feliz, en parte porque me quité esa responsabilidad de pensar en el futuro de este país por el que ya no sé si lucho.