La batalla del periodismo frente a las redes sociales


Cada instante nos informamos de lo que sucede en cualquier lugar del país y del mundo. Cada minuto vemos nuestro celular y activamos el dedo para alguna foto, video o noticia de interés que nos permiten las poderosas y ahora necesarias redes sociales del mundo del internet.

Estamos supercomunicados, conectados e hiperinformados. Casi nada escapa de la curiosidad del ser humano. Las redes sociales han tenido la capacidad y la oportunidad de surgir para llenar y rebalsar el hambre y la sed de expresarnos, de mostrarnos, de conocer y de compartir lo que cada uno cree que es lo mejor; de mostrar nuestros enojos y burlas.



En el campo del periodismo, las redes sociales son más activas, manipuladoras, provocadoras y altamente explosivas en informaciones, que la mayoría que son difundidas son falsas, tergiversadas o construidas de acuerdo al que está administrando o alimentando el Facebook, Instagram, TikTok, Twitter y tantas otras. El escritor Mark Twain decía: “Una mentira puede viajar al otro lado del mundo antes de que la verdad se ponga sus zapatos”, y esa mentira cabalga con las redes sociales.

Este ramillete de plataformas o aplicaciones tecnológicas está aprovechando las inmensas ganas de estar informado a cada rato, y para ello hay un ejército de hombres y mujeres jugando con los sentimientos del ser humano: arman y construyen verdades, postverdades, usando esa poderosa arma del periodismo: la información.

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En este proceso electoral en Bolivia, sin duda, las redes sociales están cumpliendo un rol protagónico, influyente y provocador, ya que nada escapa a las mismas de cualquier movimiento, declaración, metidas de pata, viajes, bailes, reuniones, visitas de los candidatos que están en carrera rumbo a las elecciones del 17 de agosto de 2025.

Con seguridad, cada candidato tendrá su grupo de asesores y jóvenes que están jugando con los sentimientos y las emociones de cada uno de nosotros, los votantes, quienes difundirán la mejor imagen del candidato y la peor de los adversarios, a quienes les lloverán los memes, fotos trucadas, documentos falsos, etc. Precisamente, gracias al internet y las redes sociales, nuestros hábitos, preferencias, opiniones, emociones, miedos, prejuicios se han vuelto medibles. Cada uno se desplaza con un celular en sus bolsillos o carteras, es sujeto de vigilancia, de observación y de medir sus reacciones.

En el campo político o en este juego electoral, si años antes, con la presencia de la TV, periódicos, radioemisoras, el trabajo consistía en difundir un mensaje más elaborado, que uniera ciertos factores, hoy se trata de hacer el ejercicio del resumen al máximo y hacerlo de la forma más explosiva, más llamativa, más espectacular; y para ello están el conjunto de las redes sociales del inmenso universo del internet. El que dirigió la campaña del Brexit en Inglaterra, Camin Cummings, sugería algo interesante: “Si quieres avanzar en política, mi consejo es contratar físicos, no expertos, ni comunicadores”.

Precisamente, ante esta tempestad de las redes sociales, el periodismo debe emerger con más fortaleza, con más ética y, fundamentalmente, con la razón de ser del ejercicio periodístico: la credibilidad. Joseph Pulitzer, periodista norteamericano, decía que cada día es una batalla por la credibilidad, la cual nunca debe ser cuestionada ni perder un gramo en su camino hacia la difusión de los hechos, declaraciones de los protagonistas de las noticias.

“Todo el mundo tiene derecho a sus propias opiniones, pero no a sus propios hechos”, decía Daniel Patrick, para aplicarla al ejercicio periodístico frente al escenario que presentan las redes sociales, donde se inventan, arman y construyen lo que quieren sus ideólogos e informáticos, y viralizan esa criatura tecnológica para imponer una verdad.

Pero en el periodismo es al revés: se difunden, se expresan las opiniones de la derecha, izquierda, centro; se transmiten los hechos tal como han sucedido, para que sea el ciudadano quien defina si cree o no cree en el producto noticioso. No se fabrican los hechos.

Precisamente en esta Bolivia dialéctica, en permanente movimiento, con conflictos diarios y un proceso electoral que va contra vientos y mareas, definitivamente el periodismo tiene un rol fundamental que asumir y cumplirlo todos los días. Además, hay que verlo como una gran oportunidad para levantar cabeza y retornar a los primeros lugares de credibilidad que percibía la gente años atrás, antes de la presencia y acción de las redes sociales, que hoy son las que ocupan el primer lugar de audiencia y por donde más se informa la gente.

En estos tiempos se necesita un periodismo que moleste, inquiete, pregunte, indague, investigue y oriente. Para contentar, divertir y burlarse están las redes sociales y su ejército, que están ocupados en construir mentiras y tratar de moldear a la gente con sus memes, videos, noticias falsas, y ahí debe asomar el periodismo con fuerza y valentía para develar las mentiras y difundir la verdad.

La mentira nunca es noticia. La manipulación en la noticia es mentira, y para ello se prestan las redes sociales, pero el periodismo, que hoy amplió su alcance con las plataformas digitales de prensa y los medios tradicionales, tiene grandes retos para fortalecerse y aportar a una cultura de los derechos humanos y ser el pilar de la democracia.

El escritor argentino Ernesto Sábato estaba seguro de que los periodistas nos ayudan a mirar el mundo, ya que ellos son testigos y tienen la misión de narrar los hechos. “De ellos depende el cariz con que interpretemos los hechos, el partido que asumamos frente a lo que nos pasa como humanidad”.