Política basura: Lo que realmente pasa en las elecciones


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En el estado actual de la política boliviana, a la hora de negociar un proyecto político exitoso se deja de lado todo lo que estorbe para alcanzar el objetivo. Aquí no existen principios morales, ideologías ni delitos cometidos en el pasado. El único requisito para avanzar en la negociación es cumplir mínimamente con la norma; es decir, que tu sigla —sea partido político o alianza electoral— tenga la seguridad suficiente para participar en el proceso electoral.

El mejor ejemplo de lo que acabo de describir es lo que está haciendo Jhonny Fernández. A este personaje lo conocemos plenamente, y sufrimos intensamente, en Santa Cruz, mientras que en el occidente cae como anillo al dedo por lo que él vende: la imagen del mestizo exitoso en la política del embuste. Su carrera ha estado marcada por un pragmatismo político extremo, lo que le ha permitido sobrevivir y reciclarse en diferentes escenarios y con diversos aliados, sin importar sus antecedentes corruptos o los escándalos que arrastra.



El sistema político boliviano se encuentra confiscado y confundido tras veinte años de masismo. Confiscado por una casta de políticos implacables a la hora de engañar, y confundido por la total aniquilación de la institucionalidad democrática, realizada por el evismo y coronada por el arcismo. La separación de poderes es simbólica, y el órgano electoral ha perdido credibilidad tras una serie de procesos amañados y decisiones polémicas que han favorecido a los actores, tanto del oficialismo como algunos otros.

La fragmentación opositora, por su parte, alimenta aún más esta distorsión: los intentos de construir una alternativa real se ven constantemente saboteados por intereses personales, cálculos mezquinos y pactos bajo la mesa. Figuras como Félix Patzi o Andrónico Rodríguez encarnan estos malabares por el poder, donde lo ideológico se diluye y lo pragmático se impone, incluso si eso implica traicionar el mandato ciudadano.

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En este contexto, los votantes bolivianos nos encontramos atrapados entre la apatía, el desconcierto y desencanto además de una oferta electoral desfigurada, donde la política ha dejado de ser una herramienta de transformación para convertirse en un simple ejercicio de reciclaje de élites

Fuente: https://www.facebook.com/photo/?fbid=30161576550122625&set=a.142645892442420