El candidato desapercibido


Andrónico Rodríguez no tiene la película clara. Cuando le preguntan por el financiamiento de su campaña y los pagos realizados a un asesor español, prefiere decir que de eso se encarga los responsables del manejo financiero de la campaña, pero si se le expone una cifra determinada, 500 mil dólares, por ejemplo, asegura que no fue tanto.

Pero Antonio Rodríguez Rubi, el estratega detrás de la campaña de la Alianza Popular, no es barato, ni mucho menos. Asesoró a Cristina Kirchner en Argentina y a Claudia Sheinbaum en México y seguramente ha estado detrás de las campañas de otros candidatos regionales del socialismo del siglo XXI.



En la competencia por quien cobra más, seguramente el ecuatoriano Jaime Durán Barba, que está muy cerca de Jorge Tuto Quiroga, es el que lleva la delantera. Se dice, nadie lo confirma o niega en los cuarteles de Libre, que su precio ronda los dos millones de dólares. No es hombre de aparecer mucho durante, pero le gusta el protagonismo cuando logra victorias. Así lo hizo con Mauricio Macri en Argentina. En Bolivia, solo dio una entrevista al diario El Deber, pero después se sabe poco de él.

Volviendo a Andrónico, la entrevista del pasado domingo, simultánea al debate que se realizaba en otro canal, no resultó muy buena. En el campo minado de las preguntas periodísticas, el pupilo de Evo Morales no sale muy bien librado. Intimidado y nervioso, sin reflejos, ni mensaje, admite que el ex gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, “por supuesto” que es un preso político y que, en el Chapare, hay narcotráfico.

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Y es como si no hubiera sido nunca parte del actual gobierno y de los anteriores del MAS, ni dirigente de los cocaleros que cultivan la hoja que solo sirve para fabricar cocaína. Su amnesia de lo inmediato tampoco le permite asumir que todavía es presidente del Senado, que lo fue desde hace 5 años y que, en esa condición, acompañó la represión gubernamental y la persecución política de sus jefes.

Como en la famosa frase, atribuida a Sócrates – aunque varios historiadores de la filosofía lo pongan en duda – lo único que sabe Andronico es que no sabe nada. La pericia del equilibrista pudo haberle servido para sobrevivir en tiempos de la disputa entre Evo Morales y Luis Arce, pero en campaña el personaje tambalea sobre una cuerda mucho más frágil y sin red que lo proteja de una caída.

Rodríguez no debate, porque no sabe hacerlo. No le gusta exponer sus ideas frente a sus adversarios coyunturales, porque en su partido están acostumbrados a imponer y no a debatir. Es un digno sucesor de Evo Morales en eso de rehuir las responsabilidades democráticas. No es de los políticos que le guste dar la cara. No se expone y mucho menos propone. Supone un esfuerzo considerable el encontrar una idea, una propuesta, una solución en boca del candidato de la Alianza Popular.

Es el candidato desapercibido, el que llega a la fiesta por la puerta de atrás y trata de no ser visto. Parecería que su conducta no es de timidez, sino de vergüenza, seguramente porque mantuvo una relación más que cercana con los que fueron artífices de la destrucción de la economía y del debilitamiento democrático. Quiere mantener el aire del jovencito bueno, aunque experiencias de “maldades” no le falten en su trayectoria partidaria.

Para el masismo histórico – Morales y Arce, incluidos – Rodríguez no deja de ser el “traidor”, para los supuestos renovadores internos representa la posibilidad de un aterrizaje menos incómodo en el llano, de alguna nostalgia de futuro cuando lo mejor ya quedó atrás.