Dejando de lado las amenazas de la endemoniada y demente señora Nina, que no representa ni al uno por ciento de los bolivianos, y de los locuaces partidarios de Evo Morales que amenazan con violencia si su jefe no participa de las elecciones, es bueno reflexionar en cómo se le va a ganar al “masismo-terrorismo”, hoy en pleno naufragio, pero flotando todavía.
Según las señales que tenemos hasta el momento, Samuel Doria Medina, Tuto Quiroga y Manfred Reyes Villa seguirían siendo los “derechistas” con mayores posibilidades de ganar en los comicios, aunque ninguno alcanzaría el 40%. Pese a que resta un mes de campaña por delante, nada alienta a pensar en un ganador en primera vuelta. Y pensar en una candidatura única, que era el deseo de la mayoría de la gente, ya no es posible.
Entonces permanece por delante la posibilidad, sumamente difícil, de que Samuel y Tuto (primeros en las encuestas) se adjudiquen el primer y segundo lugar, lo que abriría la seguridad de una elección en el Parlamento sin mayores inconvenientes y luego un gobierno firme. Pero eso es lo ideal para la derecha, no lo que en efecto va a ocurrir. Lo otro es que el naufragante populismo pueda resurgir en lo que queda por delante. Si no es el tibio Andrónico, puede ser Del Castillo, con mejor pasta de líder, que todavía tiene a su lado los instrumentos del poder, traducidos en dinero y “gauchadas” cibernéticas. No habrá platita para comprar Diesel, pero para comprar votos, seguro que sí. Si cualquiera de los dos surge de verdad, convenciendo a indecisos y decepcionados, puede que Copa y Johnny se sumen y todos juntos alcancen un segundo lugar.
Los pactos, como en toda democracia sana, van a retornar. La maldecida “democracia pactada” está en las puertas, con razón. Es que, sin pactos, no hay democracia, salvo la que deseaba el MAS, que era destruyendo a los partidos para gobernar “democráticamente” solo. Tal como el Partido Comunista ruso, el chino, el cubano, las democracias populares de la Europa del Este, y, en fin, los zánganos de Maduro y Ortega, donde nunca faltan elecciones para legitimar al régimen.
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Ahora les toca pactar a Quiroga, Doria Medina y Reyes Villa. Ni al más ingenuo de los observadores se le escapa esa realidad. No quisieron la candidatura única, pues se van a tener que atener a las normas de la democracia pactada. Quien sea presidente tendrá que conceder a cambio del vital apoyo parlamentario, ministerios, viceministerios, embajadas, direcciones generales, gerencias y muchas cosas más. El sacrificio le dará al nuevo gobierno los dos tercios en el Congreso, es decir, la aplicación de las leyes que sean necesarias para superar estos angustiantes momentos.
Esto no es una crítica a priori, como se verá, ni ningún mal agüero, para un cambio que vengo demandando desde el primer día que se encumbró Morales en el 2006. Intuía que Morales era un incapaz y un pillo y lo dije públicamente en la prensa desde antes que ganara las elecciones el 2005. Por lo tanto, estoy entre los encantados con que todo lo que huela a MAS y populismo desaparezca.
El poder se va a democratizar si vale el término, lo que no significa que el presidente pierda autoridad y no consiga aplicar sus ofrecimientos electorales para sacar a Bolivia del fango. Lo que sí, tendrá que acordar decisiones con sus aliados. Y tendrá que hacerlo sanamente, comprendiendo que el poder absoluto ya no se puede obtener en Bolivia, después de la triste experiencia que ha dejado el MAS.