Por: Misael Poper
En 2013, la ciudad de Camden, Nueva Jersey, tomó una decisión radical: disolvió su departamento de policía municipal y lo reemplazó por un nuevo modelo basado en la vigilancia comunitaria. En lugar de reforzar la represión, apostaron por la proximidad, la confianza y la colaboración.
El resultado fue una reducción significativa de los delitos violentos, un aumento de la confianza ciudadana y la construcción de una nueva relación entre el Estado y sus ciudadanos. Hoy, a más de una década de aquel experimento, la pregunta se impone con fuerza en Bolivia: ¿y si el próximo «Camden» no se librara en las calles, sino en las oficinas de impuestos?
La administración tributaria en Bolivia enfrenta una crisis de legitimidad y efectividad. Solo el 7% de la población económicamente activa paga impuestos. La evasión y la informalidad campean libremente, la carga tributaria es percibida como excesiva y arbitraria, y el sistema tecnológico y normativo presenta deficiencias profundas. Lo peor: existe una desconfianza generalizada hacia el Servicio de Impuestos Nacionales (SIN), percibido más como una agencia sancionadora que como una institución al servicio del bien común.
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Frente a este panorama, es hora de pensar en grande. Es hora de imaginar una transformación del SIN que se inspire en el modelo Camden.
Una «tributación comunitaria» que se fundamente en los mismos principios que guiaron la reforma policial: proximidad, transparencia, escucha activa, corresponsabilidad y vocación de servicio. No se trata de suavizar la administración tributaria, sino de hacerla más inteligente, legítima y humana.
En Camden, los policías dejaron de patrullar en patrullas cerradas para caminar los barrios, tocar puertas y conocer a los vecinos. ¿Y si en Bolivia los funcionarios del SIN hicieran lo mismo? Oficinas móviles en ferias, brigadas de formalización en zonas rurales, equipos multidisciplinarios que expliquen, eduquen y asistan en vez de solo notificar, multar y sancionar. Es urgente pasar de un modelo fiscal coercitivo a uno colaborativo. La tributación no debe sentirse como una extorsión, sino como una forma de contribuir a un pacto colectivo de desarrollo.
Así como Camden incorporó cámaras corporales y GPS con el aval ciudadano, el SIN puede liderar una revolución tecnológica que priorice la transparencia y la trazabilidad. Una plataforma robusta de facturación electrónica (basada en tecnologías como Blockchain ligero) permitiría combatir la evasión sin necesidad de intensificar el control físico.
Pero esta tecnología debe ir acompañada de transparencia: tableros públicos que muestren cómo se recaudan y usan los impuestos, aplicaciones accesibles, canales de denuncia anónima y atención al usuario 24/7. La tecnología no reemplaza la relación humana; la potencia.
Uno de los mayores desafíos de Bolivia no es normativo, sino cultural. Existe una desafección estructural hacia el Estado.
Por eso, así como Camden apostó por la educación cívica y la colaboración con ONGs y escuelas, el SIN debe construir una ciudadanía tributaria desde las bases. Convenios con universidades, contenidos escolares sobre contribución, campañas de empatía fiscal. No se trata de convertir a todos en expertos tributarios, sino en ciudadanos conscientes del rol de sus impuestos en la salud, la educación y el bienestar colectivo.
La reforma de Camden funcionó porque se construyó con la comunidad, no solo desde la alcaldía. El SIN debe crear consejos ciudadanos zonales, abrir procesos de consulta para nuevas normativas y permitir auditorías ciudadanas. No se puede exigir cumplimiento si no hay legitimidad. La legitimidad no nace del poder, sino del respeto, la escucha y la coherencia institucional.
Sí, pero no será fácil. Requiere voluntad política, una reingeniería institucional profunda, inversiones en tecnología y formación, y —sobre todo— un cambio de mentalidad. También exige paciencia: los resultados no serán inmediatos. Pero como lo demuestra Camden, los frutos de una reforma valiente y comunitaria son duraderos y transformadores.
El actual sistema tributario boliviano está quebrado no solo en términos técnicos, sino en su relación con la sociedad. Es hora de reparar ese vínculo. No necesitamos más coerción. Necesitamos confianza. No más miedo, sino corresponsabilidad. No más imposición, sino construcción.
Camden nos enseñó que otra forma de hacer Estado es posible. Bolivia puede y debe atreverse a su propia revolución tributaria. No como una réplica literal, sino como una inspiración ética y estratégica. Porque al final, como dicen en Camden, «nada detiene mejor una bala que un empleo». Y yo agregaría: nada construye mejor un Estado que una tributación justa, humana y compartida.