Con la toma de posesión del 8 de noviembre como punto de partida, el nuevo gobierno hereda crisis económica, fragmentación política y una ciudadanía expectante; analistas advierten que el rumbo dependerá de su capacidad para alinear coaliciones, estabilizar finanzas y reactivar la producción.

El final de los 20 años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS) con la investidura de Rodrigo Paz marca un momento de inflexión histórico, dependerá del comportamiento de los actores sociales y lo que las fuerzas políticas promuevan, vale decir, la reforma para el desarrollo del país, la inercia o la confrontación; estos tres escenarios definirán si la transformación soñada se convierte en una revolución institucional o simplemente en una nueva versión del estancamiento.
El escenario que se abre para Bolivia con la llegada del mandatario electo el sábado 8 de noviembre aparece como un tablero de tres posibilidades, todas ellas trazadas por analistas y actores políticos y condicionadas por una herencia cargada de desequilibrios. Las voces advierten una combinación de recesión e inflación que podría prolongarse entre ‘dos y cinco años’, tal cual sostiene el analista y académico Alberto Bonadona.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
En un primer escenario, el gobierno de Paz puede asumir una estrategia pragmática, tal cual sostienen tanto el presidente electo como su equipo económico, con la finalidad de estabilizar la economía, atraer inversión y recomponer alianzas con los sectores políticos y sociales. Para ello, deberá actuar en varios frentes: reducir gastos improductivos, abrir la puerta a capital privado y revisar los subsidios que hoy presionan el déficit. También tendrá que negociar en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) para lograr la gobernabilidad.
La gobernabilidad lograda en la ALP es fundamental, pero también existe otro factor que en muchas ocasiones no puede ser controlado por el gobierno de turno. Esto puede llevar a la parálisis. En este segundo escenario, Paz puede enfrentar trabas estructurales que afecten su agenda, vale decir, falta de mayoría legislativa, resistencia de sectores corporativos y sociales, y una economía que se resiste a remontar. Los analistas advierten que, si el ritmo de cambio es lento, el gobierno caerá en una trampa de promesas sin entrega, la ciudadanía puede tornarse escéptica, lo que abrirá la puerta a grietas políticas y sociales.
El escenario de regresión o involución es el peor, porque la falta de acuerdo político, una arremetida social – incentivada por sectores como el evismo que ven la transición como una pérdida de poder – y la persistencia de la crisis económica llevarán al país a una regresión, señalan los expertos, lo que provocará mayor desempleo, el bloqueo de reformas, polarización y un ciclo de gobernabilidad débil. En este sentido, el analista Gonzalo Rojas advierte que el gobierno saliente ya anticipó movilizaciones sociales – y que el nuevo debe gestionar ese riesgo.

Empero, para el Instituto de Relaciones Internacionales de Argentina (IRI) de la Universidad de La Plata, lejos de una ruptura total con el pasado, el ascenso de Paz parece más bien una apuesta al equilibrio: convertirse en el ‘algodón entre los cristales’ de una sociedad polarizada entre actores del MAS residual y una derecha que exige reformas estructurales sin concesiones. Esta cualidad podría darle al gobierno entrante mayor juego de cintura para plasmar las reformas necesarias con cierto respaldo popular.
“El nuevo mandatario representa una opción centrista, reformista, pero gradualista, consciente de que buena parte de la economía boliviana vive en la informalidad y depende de subsidios y transferencias que no pueden ser eliminadas de un plumazo”, señala parte del informe del IRI, en relación a la cultura rentista que dejan los 20 años del MAS. Empero, sin lugar a dudar, la subvención de los carburantes es el tema más urgente que debe ser resuelto sobre todo por su alto impacto en el déficit fiscal.
IRI sostiene que, para avanzar en su programa de reformas, Paz deberá articular alianzas con diversos sectores, gestionar tensiones internas y encontrar puntos de equilibrio entre las urgencias sociales y las expectativas de los grupos productivos y económicos. “La economía boliviana está urgida de inversiones, préstamos multilaterales y reordenamiento fiscal, pero también necesita sostener la frágil red de contención social que impide un estallido”, puntualiza.
El gobierno del Partido Demócrata Cristiano (PDC) necesita alianzas ágiles en el Órgano Legislativo, donde su partido no cuenta con hegemonía. La gobernabilidad dependerá de poder sumar a bloques de manera efectiva que tienen la llave para la gobernabilidad. Los anuncios de la Alianza Libre, Unidad o Súmate no son compromisos concretos que permitan avizorar una gestión tranquila en la ALP para Paz y Lara.

La gestión entrante, según Bonadona, debe romper con la estanflación (crecimiento débil + inflación alta) como factor imprescindible para la estabilidad económica. El académico subraya que aplicar política antiinflacionaria sin dañar el empleo es ‘una tarea de doble filo’. “Las políticas para frenar la inflación, como la reducción del gasto público o la contracción monetaria, pueden agravar el desempleo y profundizar la recesión”, dice, para enfatizar después que el plan de estabilización debe atacar ambos frentes, pero sin sacrificar el crecimiento.
El gobierno entrante inicia con una gran expectativa internacional, así lo corrobora el anuncio de la participación de más de 45 delegaciones a la investidura, la nueva administración deberá mostrar una hoja de ruta clara para que esas buenas señales se transformen en credibilidad. Con la llegada confirmada de los representantes del exterior, Bolivia pretende ratificar ante la comunidad internacional su compromiso con la institucionalidad democrática.
Por último, la gestión del conflicto y el establecimiento de puentes con los sectores sociales será fundamental. En un país donde los bloqueos y protestas son moneda corriente, se necesita acompañamiento social, diálogo y respuesta visible para evitar una escalada. Las señales que emita Paz desde el inicio de su mandato permitirá lograr una tregua con la población y generar alianzas que supongan un contrapeso ante sectores como el evismo que irán por la vía de la confrontación para generar una efervescencia social.
“El mapa electoral, una vez más mostró la grieta boliviana, una división entre las regiones del occidente, que principalmente reúnen a antiguos votantes del MAS, y las regiones del oriente que apoyaron un cambio hacia una liberalización más radical de la economía”, afirma IRI, que estima que la victoria de Rodrigo Paz se presenta como un nuevo comienzo que permita redefinir el modelo boliviano de desarrollo; “que promueva la inversión privada sin excluir a los sectores vulnerables; que apueste por la integración regional sin repetir alineamientos ideológicos anti sistema”.