El nuevo presidente apuesta por la eficiencia técnica y la reconciliación nacional, mientras analistas advierten que el desafío es transformar en resultados el fin de más de dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS).
La investidura de Rodrigo Paz Pereira como presidente de Bolivia marca un quiebre claro con el ciclo político que dominó el país durante cerca de dos décadas: el del Movimiento al Socialismo (MAS). Con su discurso inaugural –en el que habló de recibir ‘un país devastado, con la economía quebrada, con el Estado paralizado’– Paz propone su programa de gobierno en el que prioriza el ‘capitalismo para todos’ como alternativa al modelo estatista que caracterizó al partido azul durante sus casi dos décadas de permanencia en el poder.
La posición es coincidente con su vicepresidente electo, Edmand Lara, quien ha subrayado el carácter de un ‘nuevo tiempo’ que inicia el flamante Gobierno, así lo resume la frase suya al decir que “Bolivia está herida, nos están dejando un país golpeado, pero nos vamos a levantar”. Ante ello, analistas coinciden en que el binomio inicia su período constitucional en medio de bastante expectativa, pero dejan en claro que el verdadero reto no es solo el relevo de nombres en los ministerios o la reducción en número, sino el reordenamiento institucional y estructural para superar el legado del MAS.
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Para el politólogo Marcelo Silva, el primer discurso del presidente Rodrigo tras asumir el mando del país genera optimismo y confianza; además que, de sus palabras se puede colegir que el flamante mandatario es consciente sobre la magnitud de la crisis económica que atraviesa el país, lo cual le permitirá asumir decisiones y acciones para enfrentarla. “El discurso de la autoridad marca optimismo, no solo es el discurso, sino la simbología representada en la presencia de otros gobiernos de la región, en especial de los Estados Unidos”, señaló.
El contexto también favorece a Paz. Tras un gobierno que deja una crisis económica profunda, inflación elevada, reservas internacionales reducidas y sectores productivos bajo tensión, el gobierno entrante aparece como una esperanza para muchos empresarios y ciudadanos que esperaban una transición hacia la eficiencia, la atracción de inversión y la gobernabilidad. Esto significa que las acciones de carácter técnico que tome la nueva gestión para reencauzar la economía serán vistas de manera positiva.

Ya lo dijo el propio presidente durante su discurso, “ideología no pone comida en la mesa, lo que pone comida es el derecho al trabajo, instituciones fuertes, seguridad jurídica, respeto a la propiedad privada”. Además, Lara refuerza el rumbo trazado al lanzar una advertencia a los futuros ministros: “Si se desvían del camino y cometen corrupción, que se atengan a las consecuencias, donde empieza el deber termina la amistad”. El mensaje es inequívoco: se inicia un gobierno que quiere demostrar que la era de la impunidad estatal y el negocio político se acabó.
El analista económico Gonzalo Chávez recoge esas palabras que reflejan esperanza. “Cada elección, como cada Año Nuevo, es un ejercicio de fe cívica: la ciudadanía se sienta a la mesa del tiempo y corta su rebanada de esperanza. Prometemos que ahora sí habrá justicia, que la corrupción quedará atrás, que la economía respirará, que los jóvenes encontrarán oportunidades de empleo y emprendimiento, y que el Estado, ese viejo leviatán adormecido, se pondrá de pie, aunque más pequeño. Es la misma ilusión que sentimos cuando el reloj marca la medianoche del año que comienza, resalta.
Y es que el MAS gobernó bajo una estrategia de fuerte presencia estatal, narrativa identitaria y liderazgos carismáticos. Para los expertos, ese modelo generó dependencias, burocracia inflada y controles centralizados. Ahora, la salida del poder del MAS –y la llegada de Paz– abre la posibilidad de revertir parte de ese legado. Por ejemplo, Paz rechazó las críticas del Nicolás Maduro venezolano y reiteró su compromiso con la democracia y la libertad, valores que recobraron trascendental importancia en este tiempo.

Guido Áñez va más allá al asegurar que después de 20 años “se respira otro aire en mi patria, se respira un aire de libertad, se siente que empieza algo nuevo y bueno”, lo que significa para los bolivianos el poder reencontrar el rumbo y vivir un proceso político y económico que trascienda más de una generación para que en pleno siglo 21, Bolivia no se vuelva un Estado fallido o un Estado paria en un mundo moderno dominado por la competitividad, la eficiencia, la tecnología y el desarrollo. ‘La historia no nos puede dejar atrás’, afirma.
“Su posesión nos está haciendo recuperar la esperanza, ahora estamos empezando a creer que un cambio positivo es posible, que podemos establecer objetivos como país que nos saquen del oscurantismo al que nos sometieron en el comienzo de este siglo. Su discurso de posesión y su actitud previa a asumir el mando, nos está haciendo confiar en un porvenir positivo, basados en la convicción de que el sacrificio inicial al que debemos someternos darán sus frutos y esa adversidad inicial, nos fortalecerá como país”, puntualiza.
Pero los analistas también alertan: cambiar de rumbo no será automático. El contexto político sigue polarizado. Para que este ‘nuevo tiempo’ se traduzca en gobernabilidad y avance real, los especialistas destacan tres condiciones clave: Gestión técnica y credibilidad institucional: Paz ha anunciado un gabinete reducido, más técnico, y con enfoque en resultados. La promesa es que servidores públicos que rindan cuentas, que escuchen y que gestionen con resultados sean la norma.

“En suma, Bolivia le entrega a Paz, en paz, su tesoro más valioso: el mejor latido de su corazón y la mirada más limpia hacia el horizonte. Le entrega, sin reservas, la esperanza. No hay espacio para el error, ni refugio para la duda, ni indulgencia para la traición. No se le entrega un cheque en blanco, sino un puente inacabado que debe unir montañas, almas heridas y regiones, pasados rotos y futuros posibles. Ese puente, hecho de confianza y fe, solo se sostiene si se construye con verdad, justicia y valentía”, refiere Chávez.
La asunción de Rodrigo Paz Pereira y Edmand Lara abre un nuevo capítulo en la historia política boliviana, inicia una era con promesas de eficiencia, institucionalidad y ruptura con el ciclo del MAS. Empero, no puede ser un cambio de nombres, sino un cambio de lógica, afirman los expertos. Si este Gobierno logra traducir su discurso en hechos –rendición de cuentas, eficiencia estatal, reactivación de la economía–podrá legitimar ese nuevo tiempo prometido. Caso contrario, solamente será un cambio de rostro y nada más.
