Los 17 ministros del gabinete presentarán su renuncia colectiva esta jornada, en el último gabinete antes de la posesión de Rodrigo Paz el sábado 8; expertos y opositores responsabilizan a Arce por las secuelas económicas negativas que deja tras cinco años de gestión.

Este miércoles 5 de noviembre los ministros de Luis Arce formalizarán una renuncia colectiva que cerrará la etapa de transición; sin embargo, el país que recibe el presidente Rodrigo Paz está lejos de la bonanza que caracterizó la época de bonanza que benefició al Movimiento al Socialismo (MAS): crecimiento negativo, inflación desbocada, cuellos de botella en el abastecimiento de combustibles y una escasez de divisas marcan la realidad económica boliviana actual.
Las cifras que arrojan los datos económicos alimentan ese diagnóstico crítico. La economía muestra una contracción acelerada desde hace varios años agudizada este 2025 por una inflación –más del 18 por ciento en el acumulado hasta septiembre– que erosionó los ingresos y ahorros del erario nacional, mientras la escasez de combustibles y divisas complica la operatividad del país y la confianza de mercados y ciudadanos.
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Para muchos analistas y políticos de la oposición, esos indicadores son el resumen más crudo de una gestión que terminó sin haber afrontado los problemas estructurales clave. El diputado Enrique Urquidi de Comunidad Ciudadana (CC) señala que la crisis que atraviesa el país refleja el “fracaso del Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP)” acuñado por el MAS durante casi dos décadas. Añade que el país se quedó sin reservas internacionales y con un déficit sostenido por más de una década.
Economistas como Gonzalo Chávez, Fernando Romero y René Martínez coinciden en esa apreciación sobre el modelo económico del MAS, por ser rentista, por no variar la matriz productiva, por el crecimiento significativo del déficit fiscal, por una adversa ‘nacionalización, entre otros temas. Además, cuestionan la retórica esgrimida por Luis Arce sobre su mentada industrialización con sustitución de importaciones, la cual solamente incentivó la creación de empresas estatales ineficientes y el incremento de la pesada burocracia estatal.

Sin embargo, la administración de Arce se defendió presentando obras y programas sociales como legado y reclamó que el contexto internacional y el ‘bloqueo económico’ limitaron su margen de maniobra; el propio presidente defendió logros y pidió custodiar los supuestos avances. Según la autoridad los sectores que critican sus políticas económicas “le tienen miedo a nuestro modelo y le tienen miedo a la industrialización”.
El Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP) de Bolivia está vigente desde el ingreso de Evo Morales al gobierno, es decir desde 2006. Uno de los máximos expositores fue precisamente Arce, quien fue ministro de Economía y Finanzas y en los últimos cinco años jefe de Estado. Uno de los parámetros para medir su modelo es la supuesta industrialización y la creación de empresas estatales, en su criterio cuando la industrialización estuvo en manos del Estado el proceso fue acelerado.
Empero, sus detractores hablan de parálisis administrativa y malgasto de los recursos públicos. El diputado de CC Aldo Terrazas sostiene que al menos la mitad de las empresas estatales están en quiebra. “El gobierno del MAS ha creado 202 empresas estatales en todo el país por eso estamos en quiebra porque 50% de ellas no funciona” dice, para luego cuantificar el supuesto daño al erario: 29 millones de bolivianos solamente en ese proceso.
Analistas de diferentes orillas coinciden en subrayar errores concretos: escasa respuesta oportuna ante la inflación; política cambiaria que no contuvo el mercado paralelo de divisas; fallas en la logística de importaciones que afectaron insumos y combustibles; y decisiones económicas con fuerte sello ideológico que, en su lectura, limitaron la capacidad de atraer inversión y estabilizar expectativas. Coinciden en calificar el panorama económico como ‘el peor escenario’ en varios frentes.

Gonzalo Chávez cuestiona al gobierno y sobre todo a Arce Catacora porque –pese a los datos económicos que rayan en la catástrofe – “nos dicen, con tono doctoral y cara de prócer de cera, que los vamos a extrañar. ¿Extrañar qué queridos fantasmas del despilfarro? ¿Las filas nocturnas por gasolina, esas procesiones zombis en busca del último litro de diésel? ¿La recesión del –2,4 %, esa fosa común del crecimiento? ¿O el dólar desaparecido, ese espectro que se aparece solo en sueños y remesas? Tal vez echen de menos el gas, ese cadáver exótico que pasó de exportar 6.500 millones a 1.500”, reclama.
Para el analista y político Jaime Navarro, el eje central del proyecto político del MAS radicaba en la construcción de un Estado empresario, productor y generador de excedentes que le permitiera eternizarse en el poder. Un Estado que controlara sectores estratégicos y no estratégicos, que fuera el principal generador de empleo y de excedentes económicos; un Estado que, en el proceso, asfixiara o subordinara al sector privado para eliminar cualquier vestigio de competencia política.
“Durante veinte años de gobierno, la corrupción descontrolada, terminó prostituyendo las empresas estratégicas que se construyeron en años de democracia. Se realizaron inversiones millonarias en industrias pesadas y livianas, financiadas con recursos del Estado, que hoy resultan ser una caja de Pandora que incrementa el déficit fiscal. El Estado ineficiente y corrupto se convierte así en la principal traba para impulsar una dinámica de competencia que permita a las nuevas generaciones promover una visión de base ancha”, advierte.
La transición hacia el gobierno de Rodrigo Paz, que asume el próximo sábado, se produce además con un país politizado y polarizado: la presión por soluciones rápidas será intensa y la nueva administración heredará no sólo inventarios y expedientes, sino también un déficit de confianza que exigirá medidas técnicas y de comunicación para revertir expectativas negativas. El gobierno saliente entrega un saldo político, económico y social negativo que será el principal desafío del relevo que tendrá una dura tarea, ni duda cabe.

“El éxito del desarrollo requiere reglas claras, capacidad institucional y respuestas sociales que incorporen crecimiento sostenido y equilibrado. Los ciclos de populismo ofrecen respuestas políticas a demandas reales, pero erosionan las instituciones y generar costos económicos insostenibles. Las etapas liberales, en cambio, mejoran la previsibilidad y la inversión, aunque deben complementarse con políticas redistributivas justas para conservar la legitimidad”, afirma a manera de sentencia el industrial Ronald Nostas.
La renuncia colectiva de los ministros – acto formal que marca el fin de la era Arce – será leída por sus críticos como el punto final de una gestión con más errores y pocos aciertos; por el gobierno saliente, como el cierre digno de un ciclo con avances sociales. Lo único real es que las cifras y la urgencia de medidas apuntan a que el próximo gobierno no tendrá margen para experimentos prolongados, deberá actuar con pragmatismo y rapidez si quiere cambiar la percepción y, sobre todo, la realidad económica que el país hereda.