El camino de la muerte de los Yungas seduce a turistas con un museo de coca


A cinco minutos de la famosa carretera se encuentra Cocahuasi, que alberga al Museo de la Coca. Este espacio se erige en medio del bosque y en una hacienda construida con piedras y vigas de madera.



Wara Arteaga Very / Yungas

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La región de los Yungas es sinónimo de vegetación, baile e historia. Un lugar que enamora por el contraste de sus paisajes frente a la ciudad de La Paz. Además, es una tierra que ofrece una diversidad de ofertas turísticas. Uno de los sitios más atractivos  es  El camino de la muerte y  a unos pasos de éste se ha abierto el Museo de la Coca.

   

Página Siete visitó cinco sitios turísticos de los Yungas. Este medio recorrió el mirador de San Juan, Carmen de Chicalulo y la laguna de  Cedro Mayo. En la travesía encontró el café Mono Zip & Line, una singular piscina comunitaria, y  el Museo de la Coca.  A todos estos sitios se puede llegar por una de las rutas más conocidas del mundo, El camino  de la muerte.  Para recorrer y conocer  esta carretera   llegan turistas del interior y de otros continentes. 

Desde que comenzó su construcción, en 1932 después de la Guerra del Chaco, con la mano de obra de esclavos paraguayos,  hasta hace algunos años, El camino  de la muerte fue la única conexión con los Yungas. La ruta  se caracteriza por las incontables curvas que se debe  transitar, lo angosto de la vía que a veces llega a los tres metros, de un lado las montañas hacen de muros y del otro solo queda un profundo precipicio. 

Una neblina constante da la bienvenida al camino que lleva a los Yungas. Después de pasar la cumbre el panorama cambia,  se ven las montañas cubiertas por árboles, helechos y gotas de  rocío. Desde  2006 muy pocos carros pasan por el lugar, ahora transitan caravanas de bicicletas guiadas por osados turistas. Este  paseo  se ha vuelto una de las  principales ofertas de las oficinas de turismo. 

Con overoles cubiertos de polvo y sedientos por la dificultad del camino, decenas de turistas llegan luego de atravesar  El camino de la muerte  a la cafetería Mono Zip & Line, de la comunidad Carmen de Chicalulo. Este sitio no sólo ofrece un café artesanal a los visitantes, también sirve  comida y   tiene un sitio para darse un baño. Su principal atractivo es además  el zip line. 

El zip line consiste en suspenderse de una cuerda de metal de  500 metros que une dos cerros.

 

Para este deporte extremo se usa una polea que está suspendida por cables que se inclinan para que la persona que hace el recorrido se deslice desde la parte superior a la inferior, mientras disfruta de los inmensos bosques.

 «El equipo  consta de una polea y una línea de vida, de marcas especializadas para la seguridad de los deportes extremos. La empresa constructora es peruana y certificada internacionalmente, explica  David Pinedo, el encargado del lugar. 

En el lugar los turistas abandonan la bicicleta  por un arnés con mosquetones, un casco y un par de guantes. Un despachador y un anfitrión  se encargan de atender todos los días a los turistas.   

 Cuando la persona inicia el vuelo pasan muchas cosas a la vez: varios espectadores empiezan a filmar o sacar fotografías al protagonista de la escena, mientras el instructor acomoda al viajero  en  el cable para impulsarlo. Después, en el inicio del viaje,  sólo se escucha  un grito.  Cuando la cuerda deja de vibrar y luego de  una confirmación  a través de una  radio  se prepara el siguiente vuelo. 

Son unos segundos llenos de adrenalina que  permiten al visitante disfrutar del paisaje, el viento y  «la sensación de convertirse en un pájaro. Ni bien uno finaliza el viaje, otros  ya se alistan para emprender  el vuelo.  

A cinco minutos del lugar se encuentra Cocahuasi,  una población que alberga el Museo de la Coca. Este espacio se erige  en medio del bosque, a un costado del camino, en una hacienda construida con piedras y vigas de madera. 

El encargado del Museo de la Coca, Jorge Hurtado, también médico, explica  que este espacio busca mostrar  los beneficios y  la importancia de la hoja de coca en la historia de Bolivia. 

«Hace 25 años se fundó el Museo de la Coca. Se trata de  una extensión del lugar. El objetivo de este sitio es dividir la concepción entre coca y cocaína. Se muestra la agroecología andina desde la parte histórica, filosófica, antropológica, política y legal, expone Hurtado.

El museo tiene  ocho ambientes. En estos espacios se ha instalado    estatuas, pinturas y miles de  hojas de coca. Todas las piezas son montadas para  mostrar las cualidades sagradas y milenarias de la planta. Además, se realiza una exposición que recorre   la historia de la coca desde su uso en el incario hasta su empleo en las empresas  farmacéuticas. 

«Desde Potosí los indígenas aprendieron que el mundo subterráneo estaba gobernado por el demonio católico, así nació el Tío de la Mina. Había que ganar sus favores, pidiéndole perdón por robar su mineral y ofreciéndole lo más sagrado para ellos:  la hoja de coca, reza uno de los  letreros del  museo, donde también se ven  cuadros de diablos y  fotos  que  retratan unos   mineros sentados alrededor del «Tío. 

En  otra de las muestras  de una de las salas  se observa los antecedentes de una de las gaseosas más conocidas del mundo. «Coca-Cola fue la cuarta corporación internacional, luego de la plata de Felipe II, el estaño de Patiño y el vino de Mariani, indica otro de los letreros. 

Cuartos oscuros, con luces rojas o telas del mismo color, dan una apariencia tenebrosa al lugar.

 

Las paredes de barro y el ambiente lúgubre  dan la sensación de ingresar a un  socavón.  Y así se  llega a conocer varios aspectos de la hoja milenaria. En el lugar  varios comunarios aseguran que la  coca más dulce se encuentra en los Yungas, sin embargo, la región que produce mayor cantidad de hoja de coca es el Chapare (Cochabamba).

El clima cálido y  húmedo del lugar es el adecuado para sembrar  hojas  de coca, cítricos, café y plátanos. La geografía de la población  permitió la construcción de una piscina comunitaria en la laguna de Cedro Mayo. 

Una cascada de cinco metros de altura  da vida a la piscina de un metro de altura, por otro canal el agua sobrante se une al río. Este sitio dirigido  por dos personas, un administrador y un ayudante de limpieza, se consolidó con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

 «Es agua natural, ecológica, sin cloro, es agua corrida, porque no se queda, destaca Luis  Coaquira,  presidente de turismo comunitario de la laguna.  Agrega que poco a poco equiparán este espacio con sillas y mesas, por el momento el sitio tiene vestidores y baños.

  

Y es que  muchas comunidades han apostado por el turismo comunitario. Henry Duery, encargado de comunicación de Bolivia Turística (BOLTUR), indica que los pobladores trabajan para fortalecer  el potencial turístico de esta región paceña.  «Los Yungas es una veta turística muy grande que la estamos redescubriendo. Antes los sitios más conocidos eran Chulumani y Coroico, pero ahora varios lugares se  unen  para ofrecer la gama de posibilidades y de belleza natural  que tiene los Yungas.  Lo importante es que el comunario aprendió que no sólo es un atractivo, sino que es una apuesta al turismo, concluye.

 

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Fuente: paginasiete.bo