Discreta y de buena familia, María Juliana Ruiz, esposa del político de derechas Iván Duque, trabaja en una clínica y apoya proyectos educativos.
María Juliana Ruiz conoció al futuro presidente de Colombia mientras esperaba el autobús. Por aquel entonces ella tenía 15 años e Iván Duque no era más que un adolescente del barrio con el que se había cruzado un par de veces. Aquel día él había ido a esa parada para encontrarse con una amiga de Maju, como la llaman sus conocidos, pero no pudo evitar fijarse en la joven que estaba a su lado. Al volver a su casa, Ruiz le dijo a su madre: «Conocí al papá de mis hijos», a lo que ella contestó: «Por Dios, ¡no digas palabras ociosas!».El pasado domingo, Iván Duque, derechista, se proclamó vencedor de las elecciones de su país venciendo al candidato Gustavo Petro, que logró un resultado récord para la izquierda. En la carrera por la presidencia recibió el apoyo de figuras como Lilian Tintori, artistas y deportistas, y también aprovechó para presumir de que tenía una camiseta del Real Madrid firmada por Cristiano Ronaldo. Esta semana, Duque se ha reunido con el que le cederá el testigo, Juan Manuel Santos, y ya ha anunciado que hará modificaciones en el acuerdo de paz con las FARC sin llegar a romper el contrato de transición.En el discurso de victoria lo acompañaba aquella chica del autobús, su mujer desde hace 15 años y con quien ha mantenido una relación (con idas y venidas) desde que se conocieron ese día. María Juliana Ruiz, discreta, sonriente y casi siempre en segundo plano, será la próxima primera dama de Colombia tras Tutina de Santos.
En una entrevista que Ruiz concedió durante la campaña de su marido, la colombiana habló por primera vez de sus orígenes y de su historia de vida. Creció como hija única en una familia acomodada, y sus padres, que sabían desde el principio que no le darían más hermanos, «procuraron ofrecerme una educación formal y quisieron romper el molde para que no les saliera una hija caprichosa». Estudió en el Marymount, un exclusivo colegio femenino gestionado por un grupo de monjas. Tras aquel encuentro fortuito con Duque, que iba al colegio Rochester, volvieron a coincidir en una fiesta y pocos días después empezaron a salir. «Ahí nos quedamos hasta las tres de la mañana, hablando», contaba. Por aquel entonces el político en ciernes tenía una banda de rock, en la que hacía las veces de cantante, y Ruiz iba todos los viernes y sábados a verlo actuar. El aspecto de Duque, tal y como ella lo describe, se resumía en seis palabras: «Chaqueta de cuero, cremalleras, pelo alborotado».Pero entraron en la universidad (ella, para hacer Derecho en la Javeriana) y, según revela Ruiz, marcaron las distancias dando a entender que mantenían una relación abierta. Él, conocido por su sentido del humor (dicen que es inigualable contando anécdotas), a veces le dejaba notitas en la recepción de la universidad con pequeños chistes. Cuando discutían, Ruiz le mandaba a casa de su madre una banda de mariachis o tríos de saxofón. «En cada pelea traía algo diferente», recordaba entre risas Ruiz. Tanto, que un día su madre comentó: «¿Pero este pobre hombre qué va a tener que hacer para pedirte matrimonio? Ya no le va a valer ni la filarmónica«.Al terminar la carrera él se marchó a Washington y ella se fue a estudiar a París en el Institute Catholique. Para pagar el alquiler, cuenta que trabajó de au pair, dio clases de salsa en un barco y fue camarera. Terminó el máster en leyes con especialización en internacional y empezó a trabajar en la OEA como becaria, donde más tarde la contratarían.En la pedida de mano no hubo orquesta, pero Ruiz todavía la recuerda. Estaban almorzando juntos en casa (ella insiste en que cada uno había cocinado la mitad de la comida), cuando Duque se levantó a por el postre y volvió con el anillo. Celebraron la boda a los tres meses de comprometerse y se mudaron a Washington. Su primer hijo nació unos años más tarde. Actualmente tienen tres vástagos, Juliana, de 11 años, Matías, que tiene siete, y la pequeña, Eloísa, que el próximo año cumplirá seis.Ahora que viven en Colombia, Ruiz trabaja como secretaria general de una clínica y se levanta todos los días a las 4:30 de la mañana para disfrutar de tiempo para sí misma. A las 5:30 se empiezan a despertar los demás y entre ella y él se reparten a cada hijo para vestirlos y prepararlos ellos mismos, asegura. Desayunan todos juntos, ella se marcha a la clínica, y Duque a la oficina.Hace unos meses reveló que como primera dama le gustaría dedicarse a temas de educación. «Hacer un acompañamiento abierto, soy una persona abierta a escuchar propuestas y solicitudes», ha expresado. Cuando la periodista le preguntó si al conocer a Duque se imaginó que terminaría siendo primera dama (no le dijo si ella quería ser presidenta), Ruiz contestó segura: «Siempre fui consciente de que el hombre con el que me había casado era una persona con todas las capacidades y cualidades para ser presidente de un país». Ya saben, nunca subestimen a los que viajan en autobús.
Fuente: revistavanityfair.es