Se cumplen 39 años del trágico episodio que impidió que Ted Kennedy llegase a la Casa Blanca y convirtió a una secretaria en víctima de esta dinastía americana.
«Ted a salvo; rubia muere». Lacónico e insensible, uno de los primeros teletipos que dieron la noticia resumió con una crudeza extrema el accidente que había sufrido el pequeño de los Kennedy. Lo que ocurrió la madrugada del 18 de julio de 1969 en Chappaquiddick se quiso explicar como un episodio más de la maldición histórica que acompañaba a la familia favorita de Norteamérica. De los tres hermanos que aparecen en la foto que abre este artículo, John F. Kennedy había muerto tiroteado en 1963 siendo presidente de EE UU y Robert ‘Bobby’ había muerto a tiros en junio de 1968 cuando afrontaba la carrera por las primarias demócratas. Aquella noche, Edward Moore Kennedy, Ted para todo el mundo, logró escapar al destino trágico de sus hermanos. Sin embargo, en el fondo de aquel canal, dentro del vehículo hundido en el agua, ese en cuyo asiento del copiloto moría atrapada una mujer rubia de 28 años, estaban sus posibilidades de llegar algún día a la Casa Blanca.Aunque sucedió hace casi medio siglo, «el incidente de Chappaquiddick» o simplemente «Chappaquiddick» –el extremo oriental de la isla de Martha´s Vineyard, un islote independiente cuando sube la marea– es uno de los episodios recurrentes de la historia del poder en EE UU. Inspiró una novela de Joyce Carol Oates, Agua negra, es el as en la manga que cualquier Republicano se saca para desmontar a la dinastía Demócrata por excelencia y este año una película se atreve a imaginar qué pasó por la cabeza de Ted Kennedy en las horas previas y posteriores a un accidente que le persiguíó hasta su muerte en 2009.La noche del 18 de julio de 1969 tuvo lugar una fiesta privada en Lawrence Cottage, una pequeña casa de Chappaquiddick. Se trataba de uno de los refugios favoritos de la familia Kennedy, que habían hecho de la isla de Martha´s Vineyard algo así como su Arcadia particular, el entorno en el que se sentían a salvo de los ataques de sus rivales, las intrigas magnicidas y, sobre todo, el escrutinio público. Las agasajadas eran las Boiler Room Girls, las chicas que habían trabajado en «el cuarto de calderas» de la campaña electoral de Bobby Kennedy. Había pasado un año desde su asesinato a manos del ciudadano palestino Sirhan Sirhan. Acostumbrados a hacer frente a la tragedia, pareció el momento de reunirlas para agradecerles su trabajo y lealtad. Ellas, perfectamente organizadas y realizando estrategias innovadoras de comunicación y sondeos, habían sido las responsables de convertir a Bobby en un firme aspirante a la Casa Blanca en un tiempo récord.En ese grupo de seis mujeres estaba Mary Jo Kopechne, una joven de 28 años natural de Pennsylvania y procedente de una familia humilde. Había estudiado para ser profesora pero el movimiento por los derechos civiles le hizo ver que su lugar estaba junto a los más desfavorecidos y pasó a trabajar como secretaria en el equipo del entonces senador de Nueva York, Robert Kennedy. Ella era la rubia sin nombre de aquel teletipo de News Agency.Ted Kennedy había acudido a aquella fiesta en representación de su hermano. Ese mismo año había sido elegido como portavoz demócrata en el Senado, donde representaba al estado de Massachusetts, territorio natural para su familia. Su primera mujer, Joan, no le acompañó en aquella ocasión; tenía un embarazo de riesgo y se encontraba indispuesta.Alrededor de las 11 de la noche Kopechne y Kennedy abandonaron la fiesta sin decírselo a nadie. Ella se dejó el bolso y la llave del hotel. Él le pidió a su chófer que le diera las llaves del coche. Según Ted, iba a conducir a Mary Jo al embarcadero para coger el último ferry que salía a Edgartown, donde la joven secretaria tenía una habitación reservada. A pesar de que había bebido, no quiso molestar a su empleado pidiéndole que la llevase él porque «estaban todos cenando, disfrutando del ambiente y no le pareció necesario».Una vez en el coche, un Oldsmobile Delmont 88, Kennedy tomó el primer desvío en la dirección contraria al muelle, conduciendo por un camino de tierra que le llevó hasta un viejo puente de madera sin guardarraíl. A una velocidad de aproximadamente 30 kilómetros por hora, habiendo bebido y con escasa iluminación, Kennedy no advirtió que el puente estaba en dirección oblicua respecto al camino. El vehículo se precipitó al agua y lentamente se fue hundiendo en la laguna de Poucha.
Ted Kennedy consiguió abandonar el coche y llegó hasta la orilla. Según su relato, intentó en varias ocasiones –entre siete y ocho– bucear para sacar a Mary Jo Kopechne pero no lo logró. Lo que sucedió a continuación es tan extraño que el implicado sólo pudo justificarlo en la investigación y posterior juicio como producto de la confusión que estaba experimentando. La distancia recorrida era de unos 800 metros. El accidente tuvo lugar en algún momento entre las 11:30 y la 1 de la mañana, podría haber sucedido nada más abandonar la fiesta o casi dos horas después. De haber sido así, ¿que había pasado durante esas casi dos horas entre el senador y la secretaria?Según su propio testimonio, aturdido Kennedy regresó a la casa donde tenía lugar la fiesta y pidió ayuda a su primo Joseph Gargan y su amigo Paul F. Markham, fiscal general de Massachusetts. Los tres volvieron al lugar del accidente e intentaron de nuevo rescatar el cuerpo de Mary Jo Kopechne. No lo consiguieron. ¿Acudieron entonces a las autoridades? No. ¿Se lo contaron a las amigas de Mary Jo que continuaban celebrando en Lawrence Cottage? Tampoco. En su lugar acompañaron a Kennedy hasta el muelle, donde cruzó a nado el canal para llegar a Edgartown y dirigirse al hotel en el que se estaba alojando, Shiretown Inn. Supuestamente había dicho a Gargan y Markham que iría a la policía inmediatamente. En vez de eso fue a por ropa seca a su habitación, intentó dormir algo y actuó con normalidad; llegó a quejarse del ruido que estaban haciendo otros huéspedes a las 2:55 de la mañana.Cuando a la mañana siguiente sus amigos llegaron al Shiretown Inn se quedaron estupefactos al comprobar que no había denunciado el accidente. Ted creía que todavía había posibilidades de que Mary Jo siguiese viva y no quería precipitarse. Los tres regresaron, esta vez en ferry, a Chappaquiddick y el más joven de los Kennedy comenzó a hacer una serie de llamadas pidiendo consejo a su entorno más próximo. Eran alrededor de las 8:20 cuando dos pescadores llamaron a la policía para contar que habían visto un coche hundido en el agua junto al puente del camino de Dike.
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Eran las 8:45 cuando John Farrar, capitán de la unidad de rescate de los bomberos de Edgartown, llegó equipado con su traje de buceo al lugar del accidente. En la primera inmersión encontró el cadáver de Kopechne. Logró sacarlo a superficie en menos de diez minutos. «Parecía como si hubiera aprovechado hasta su último aliento para salir de allí», declararía en 1970. «No se ahogó, murió de asfixia en la campana de aire que se había creado en el coche. Tardó entre tres o cuatro horas en morir. Yo podría haberla rescatado en menos de 25 minutos después de la llamada». En una entrevista en 2009, Farrar redujo el tiempo de agonía de Kopechne a una hora. «Pero él no llamó», concluyó.En el otro extremo del islote, junto a la cabina de teléfono que había en el muelle, Ted Kennedy supo que habían encontrado el coche y el cadáver de su copiloto. Regresó a Edgartown y, esta vez sí, informó de lo sucedido en la comisaria la madrugada anterior.Una semana más tarde se celebró el juicio y el senador democrata de Massachusetts se declaró culpable de abandonar el escenario del accidente y haber causado lesiones físicas a su acompañante. Sus abogados sugirieron que dada su reputación y significación pública no se le impusiera ninguna pena de cárcel. El juez le condenó a dos meses, que al ser la mínima no llegó a cumplir. Se le retiró el permiso de conducir durante medio año.Ese mismo día Ted Kennedy se dirigió al pueblo norteamericano a través de la televisión. En una comparecencia retransmitida en directo, se esforzó por salvar su imagen. Definía lo sucedido como una tragedia, se refería a Mary Jo Kopechne como una «chica», invocaba la maldición que perseguía a su familia y depositó sobre el pueblo la responsabilidad de seguir representándolo. «Si en algún momento los ciudadanos de Massachusetts dejasen de confiar en figura de su senador o en su capacidad, con o sin justitificación, no podría desempeñar sus obligaciones debidamente y no debería continuar en el cargo», explicó. «Trabajar con vosotros en favor de Massachusetts ha dado sentido a mi vida. Por eso pido esta noche al pueblo de Massachusetts que reflexione conmigo. Para afrontar esta decisión solicito vuestro consejo y opinión». Concluyó con una cita de Perfiles de coraje, el libro de su hermano John F. Kennedy.
Ted Kennedy permaneció en el cargo hasta el día de su muerte, el 25 de agosto de 2009, tras 47 años y 292 días de servicio público. Incluso se presentó a las primarias del Partido Demócrata en 1979, en las que perdió frente al entonces presidente Jimmy Carter. Su derrota fue aplastante y el incidente de Chappaquiddick recobró protagonismo: «¿Dónde está Mary Jo?», le gritaban los seguidores de Carter, que acabaría perdiendo las elecciones generales contra Ronald Reagan.En sus memorias, el senador admitía que su comportamiento había sido ‘inexcusable’ y sugería que el incidente había acelerado la enfermedad de su padre, Joseph, patriarca del clan, que moriría tan solo diez días después que Mary Jo. En la película, que en España se titulará El escándalo Ted Kennedy y todavía no tiene fecha de estreno, Bruce Dern (Nebraska) interpreta a esa figura adusta. El actor sólo tiene tres frases en el guión. Una de ellas, dirigida a su hijo, al que da vida Jason Clarke (El gran Gatsby, El amanecer del Planeta de los Simios) es demoledora: «Nunca serás importante». Como una profecia, sus palabras se cumplieron.Ted Kennedy, con un aparatoso collarín que era más parte de un plan de imagen que una recomendación médica, fue con su esposa Joan fue al funeral de Mary Jo Kopechne, oficiado cuatro días después del accidente. Ella sufrió una crisis que le hizo perder el bebé que la pareja esperaba. Los rumores sobre qué hacía su esposo a altas horas de la madrugada en un coche con aquella joven rubia se habían disparado. Cuando quedó claro que Ted había perdido su última oportunidad de llegar a la Casa Blanca ambos entendieron que no había motivos para mantener aquella fachada matrimonial y acordaron el divorcio. Años más tarde ella confesó que aquel incidente había sido decisivo para su tercer aborto y que había agravado sus problemas con el alcohol.Los padres de Mary Jo Kopechne enterraron a su hija y nunca quisieron que se le realizara una autopsia que determinara las causas de su muerte. Tampoco cuando una investigación posterior solicitó la exhumación del cadáver. En una comparecencia ante la prensa aseguraron sentirse satisfechos con la explicación de Ted Kennedy. Entonces se especuló con que Joseph y Gwen Kopechne, vendedor de seguros él y ama de casa ella, habían recibido todo tipo de presiones por parte del entorno de los Kennedy, una familia cuyos tentáculos invisibles alcanzaban todas las esferas del poder. Llegó a decirse que algunos destacados miembros de la iglesia católica habían convencido al matrimonio de que un examen de su hija, soltera y sin pareja conocida, podría demostrar que estaba embarazada o había mantenido relaciones sexuales con un hombre casado la noche del accidente. No querían añadir a su dolor algo que ellos podían considerar una deshonra. Tampoco presentaron cargos contra Ted. «La gente habría pensado que estábamos buscando sacar dinero de una tragedia», dijeron. Los Kopechne recibieron del senador 90 mil dólares y 50 mil de su compañía de seguros en concepto de indemnización.«Hubo todo tipo de insinuaciones sobre que ella mantenía una relación con él», contaba hace unas semanas una familiar de Mary Jo a People. «Los que la conocieron saben que eso no es cierto. Nadie salió entonces a defenderla y sus padres estaban desolados, así que lo dejaron estar».“Era mucho más que una secretaria”, aseguraba Georgetta Potoski, dos años más joven que Mary Jo y a la que consideraba una hermana. “Estaba dedicada en cuerpo y alma a Bobby [Kennedy]. Ella se ocupaba de escribir su correspondencia personal y mecanografió el discurso con el que se presentó a las primarias para ser presidente». La película, en la que Kate Mara interpreta a Kopechne, debería reparar ese vacío que ha existido hasta ahora.El puente de Dike se convirtió en lugar de peregrinación para los turistas más morbosos y el «incidente de Chappaquiddcik» en objeto de bromas recurrentes. Un falso anuncio de la revista de humor National Lampoon mostraba un Volkswagen Escarabajo flotando en el agua, parodiando una popular publicidad de la época, con la leyenda: «Si Ted condujera un Volkswagen hoy sería presidente». Según Ed Klein, periodista de Newsweek y amigo personal de Ted Kennedy, el senador era de los que más disfrutaba escuchando la última ocurrencia sobre aquel episodio trágico. Como aquel mensaje telegráfico, lo verdaderamente importante de todo aquello se resumía en que «Ted vive». Quién era y por qué había muerto aquella rubia era algo secundario.Fuente: revistavanityfair.es