José Luis Bolívar Aparicio
En cierta ocasión, tuve la grata oportunidad con un amigo,de debatir y analizar un libro que ambos habíamos leído, pero queinterpretábamos de diferente manera.
Se trataba del Diario del Che en Bolivia, el cual, según miinterlocutor, más allá de su valor histórico, reclamaba su nulo aporte encuanto a lo literal, lo militar y lo estratégico.
Yo no discutía tales argumentos, pero sí lo contradecíarespecto a lo importante que resulta tanto para los historiadores como paraquienes (como es mi caso), apreciamos la literatura bélica y autobiográfica,este tipo de ejemplares, pues no hay nada como la vivencia propia de losacontecimientos. En este ejemplar particularmente, el diario escrito en primerapersona, da luces significativas sobre cómo se vivió la esperanza, eldesarrollo y el inevitable fracaso de la aventura foquista que vivió Bolivia elaño 1967 y que tuvo como actor principal a Ernesto Guevara La Serna.
La principal protesta de quien me enfrentaba en ideas, eraque muchos de los episodios del diario, describían casi con exclusividad laspenurias de hambre y sed que atravesaban los levantados en armas contra elEstado Boliviano y las peripecias que tenían que pasar para conseguir algo dealimento o bebida, y con suerte, ambas.
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Si bien en este documento no hay relatos tan desgarradorescomo en ciertos libros de la Guerra del Chaco, por ejemplo, donde la sed muchasveces era un enemigo más implacable que aquellos frente a las trincheras, enlas memorias del guerrillero se puede leer realmente con asidua frecuencia,cómo la falta de comida, socavaba lamoral de su tropa; y como finalmente, subúsqueda, es la que los traiciona y acelera su aniquilamiento por parte del ejército regular.
Yo entendía perfectamente sus observaciones y análisis, puesciertamente en la bitácora de campaña de un jefe militar, lo que uno esperaencontrar por encima de las experiencias anecdóticas de cada jornada, sonestudios, observaciones, reflexiones y distinciones de carácter castrense, y eneste caso específico, si de algo carece el diario, sobre todo en los últimosmeses, es de análisis de la situación para reagruparse con el bloque perdido ymás bien a lo que se atina, es a solo describir su tránsito por todo el teatrode operaciones sin un objetivo claro, sin una meta a cumplir que no sea el huir de sus perseguidores, lasescaramuzas con el Ejército, la condición de sus bajas y sus problemas con elalimento, pero de diagnóstico militar, muy poco o nada.
Por cuanto me tocó el explicar las razones de ello, basadoen la experiencia personal, sostuve la inmortal frase del genio de la guerraNapoleón Bonaparte: “Un ejército marcha sobre su estómago”. El hambre cuando seagudiza, tiene un efecto preponderante sobre el combatiente, lo laxa, lodesmoraliza, bloquea sus reflejos, lo debilita, pero quizás el peor efecto esel que lo mantiene permanentemente pensando en comida. Es por ello justamente,que los detalles sobre el alimento, son tan recurrentes durante la descripciónde actividades de la banda subversiva en el sureste boliviano.
Aproveché inmediatamente para recordarle, que en la segundaaventura guerrillera del año 1969 en Teoponte, fue justamente el hambre, quienderrotó a esos muchachos extraviados en la selva y que mayormente murieron deinanición, sin dejar de lado la trágica anécdota del fusilamiento de dosfacciosos que fueron sorprendidos robando una lata de sardinas.
Esta anecdótica charla vino a mi mente el pasado domingo,luego de escuchar al Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, muysuelto de cuerpo y como suele ser su costumbre, sin aportar ninguna prueba, decirante cámaras que “La gente ahora puede ir a dormir, cenando; que no hay niñosque se duermen con hambre”
No voy a descubrir la pólvora al afirmar que los dosmandatarios de nuestro país, hace mucho tiempo que han perdido cualquiercontacto con la realidad. Ambos divagan entre las nubes, producto probablementedel enorme tiempo que pasan sentados en las cómodas butacas de su avión de lujoo de los helicópteros que los trasladan de un lugar a otro, a vecesdistanciados apenas por unas cuantas cuadras.
Para una persona como él, que en determinado momento se hainsurreccionado, presentando guerra al Gobierno y asumiendo que la violenciaera la única forma de tomar el poder, uno puede creer que, mientras se escondíade la Ley y de las fuerzas regulares y corría por el altiplano con su maúserbajo el poncho, ha debido también atravesar una que otra penuria por la escasezde comida, por lo que descarto de hecho su desconocimiento sobre el significadode la palabra hambre.
Por otro lado, es también probable que como para lo únicoque va a la calle es para pasear a sus perros y no vea mayores circunstanciasque las de su cómodo barrio en la zona sur paceña, entienda que la realidad desu tierna hija, es la misma que la de todos los niños en Bolivia, y ojalá asífuera, aunque todos sabemos que no es así.
A diferencia de lo que sostuvo el segundo al mando del país,cuya objetividad se basa exclusivamente en lo que su entusiasta mente dibujasobre la marcha como cuando Alice Liddell escribía Las Aventuras de Alicia enel País de las Maravillas, yo lo contradigo basado en las cifras de OrganismosInternacionales como la FAO, que señalan que Bolivia lidera el ranking delhambre en Latinoamérica, con el 19,8% de la población subalimentada, seguidapor Nicaragua (16,2%) y Guatemala (15,8%) o peor aún, las del Instituto deInvestigación en Política Internacional Alimentaria (IFPRI, en inglés), cuyosdatos de desnutrición en América Latina, son por demás alarmantes y estostienen cifras exponenciales en países como Bolivia, Guatemala y Haití, cuyasituación es “extremadamente seria”.
Si eso no le alcanzara para convencerse, debería intentarver los noticiosos, cuyas imágenes quizás, lo estremecerían un poco, al ver elescuálido cuerpo de una jovencita alteña de 21 años que apenas pesaba 13 kilos,y cuyo cuerpo se rindió y no pudo más ni siquiera con la atención médica deemergencia. Doña Wilma Alanoca, Ministra de Culturas, podría inclusocertificarle esos datos, pues ella personalmente fue a atender a la familiadoliente. Y si ni con estos datos fácticos logra convencerse, puede pedir quele faciliten las notas informativas de la niña Eva, que en marzo de 2017 fueencontrada muerta tras sufrir una severa desnutrición, o de la joven Naomi, una menor de Guanay que fue derivada aun hospital de El Alto, cuando llegó con un peso de tan sólo siete kilos, oLimberth, un niño de 13 años, que fue trasladado de emergencia al Hospital Holandésde Ciudad Satélite, donde arribó con unadesnutrición grave y un peso de 10 kilos.
Señor Vicepresidente, cuando su prepotencia le alcanza paraafirmar que si les dieran la administración de los hospitales del país, en unmes ya no habrían pacientes durmiendo en los pasillos, lo único que demuestraes su absoluto extravío respecto de la realidad nacional, pensando queproblemas sustanciales y de larga data, se resuelven metiendo plata (que ya nohay) y comprando todo por excepción, sin hacer el más mínimo trabajo para elsostenimiento de los planes de salud, o alimentación o la economía que empiezaa dar las primeras muestras de también estar a la deriva.
Al parecer los bolivianos somos capaces de tragarnoscualquier clavo que la verborragia gubernamental esté dispuesta a vendernos,pero que don Álvaro diga que en Bolivia los niños ya no tienen hambre es unafalta de respeto absoluta con quienes no tienen ninguna culpa niresponsabilidad y que deberían desde el año 2006, haber sido los primeros beneficiariosde toda esa inmensa cantidad de plata que nos cayó del cielo y que con tantoentusiasmo hemos despilfarrado a manos llenas, pensando en todo, menos enquienes siguen sin poder aprender lo que les enseña su maestro, porque su menteestá más preocupada en pensar, qué se puede llevar a la boca.
Últimamente el gobierno da enormes muestras de estarsediento, hambriento y perdido como lo estuvieron los guerrilleros deÑancahuazú en las últimas jornadas de su travesía, y al igual que ellos por sunecesidad de retroalimentarse, quedará cada vez más expuesto a la comisión deerrores fatales.