Argentina. El revés del Gobierno. Admitió la derrota antes de que hubiera un sólo dato oficial. Se mostró afectado, primero sobre el escenario y después en la conferencia de prensa.
El presidente Mauricio Macri junto a Miguel Pichetto y María Eugenia Vidal. Foto: HO / JUNTOS POR EL CAMBIO PARTY / AFP)
«El nivel de dificultades que tuvimos y enfrentamos llevó a que haya mucha angustia y mucha duda. Pero es muy importante que sigamos hacia adelante. Estoy acá porque amo este país. Y creo en lo que todos podemos hacer. Pero aislados del mundo no tenemos futuro, tenemos que ser parte del mundo», fue la arenga que ensayó sobre el final Macri, antes de retirarse rumbo a la conferencia de prensa. Allí mostró una versión más coacheada, con más optimismo, y con el foco puesto en pedirle «responsabilidad» a la oposición, «especialmente a aquellos que hoy han recibido más apoyo en los votos», en relación a los Fernández.
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«Una parte importante de la Argentina dijo que no está convencida de que el camino que han tomado es el correcto, pero la elección es en octubre», retomó, en un intento por sembrar expectativas. En la sala lo acompañaban su compañero de fórmula Miguel Angel Pichetto; la vicepresidenta Gabriela Michetti; el jefe de Gabinete, Marcos Peña; la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal; y el vice Daniel Salvador; el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; y su vice Diego Santilli. La mayoría con ojos vidriosos: más de uno admitió a Clarín no haber podido controlar las lágrimas.
«Tenemos que mirar como en 2015 los dos millones de votos que crecimos entre las PASO y las generales. Hay un espacio enorme para crecer, Vamos a trabajar a partir de mañana. Vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para seguir conduciendo el país hacia el lugar que creemos que es el futuro», reforzó Macri.Durante la jornada, el jefe de Estado buscó mantenerse al margen del clima político. Así, tras votar en la Escuela N°16 Wenceslao Posse, se recluyó con la primera dama, Juliana Awada, en la Quinta de Los Abrojos, mientras sus ministros y funcionarios más importantes se reunían en Olivos, para comer unos sanguches de carne y choripanes.La premisa de la tropa macrista también fue apartarse de lo que se hablaba en redes sociales. Incluso algunos armaron un mini torneo de paddle para distenderse. De ahí que, aunque estuvo el asesor estrella del Presidente, Jaime Durán Barba; y su socio Santiago Nieto, se eligió el silencio como respuesta a los bocas con ventaja de casi dos dígitos en favor de Alberto Fernández, que el kirchnerismo hizo circular desde temprano.
«Son truchos», repetían ante la consulta sobre los números que difundían referentes mediáticos alineados con los K. «Que sigan hablando», deslizaban, desafiantes. Aseguraban que la brecha iba a ser menor. Eso sí, no soltaban números de bocas de urna. El número mágico que se barajaba en Olivos, pasadas las 16, cuando ya más del 60 por ciento del padrón había votado, era «menos de 5 puntos abajo«. «Nadie imaginaba este resultado. Ninguna encuesta lo dijo», se excusó más tarde uno de los funcionarios ya con el resultado sellado.Macri almorzó con amigos y apenas intercambió mensajes por Whatsapp con Larreta y, dos de los que -junto a Michetti- no pasaron por la Quinta. «No hablamos de números, pero Mauricio estaba tranquilo», aseguraban desde el entorno presidencial.Acaso porque los números que circularon desde temprano de las filas K daban un triunfo holgado de Alberto F., desde ese momento y hasta una hora después del cierre de los comicios, en el búnker M comenzó a surgir cierta expectativa. Se hablaba de una diferencia de «error técnico». Esto, puesto en palabras de funcionarios de primera línea, era desde un «empate» hasta una derrota de Macri «por tres puntos».
La primera reflexión pública del Gobierno fue del jefe de Gabinete, Marcos Peña; pero no ayudó para clarificar. Cuestionó a los K por difundir «bocas de urna dibujadas y truchas». Y redobló la apuesta: «Creemos que hemos hecho una muy buena elección, estamos muy contentos con el resultado que vamos viendo en las informaciones preliminares», fue el mensaje cargado de su habitual -y exagerado- optimismo.Hábil para declarar, es imposible afirmar si a esa hora Peña sabía de una derrota. Pero sí sorprendió al hablar sobre la posibilidad de convocar a «otros referentes», como Roberto Lavagna, José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión, que «defienden valores democráticos y republicanos». Casi calcado a lo que más tarde diría Macri.El primer impacto de que la elección iba a ser una catástrofe electoral macrista llegó cuando en el búnker procesaron las 2 mil mesas testigo que encomendó el Gobierno. Y quedó en evidencia minutos antes de las 21, cuando Martín Lousteau; cabeza de la lista de Senadores por la Ciudad de Buenos Aires, lideró la comitiva de precandidatos a legisladores: Silvia Lospennato, Guadalupe Tagliaferri, María Luján Rey, Waldo Wolff, Maximiliano Ferraro y Victoria Morales Gorleri. Sus rostros evidenciaron los lamentos que puertas adentro ya se hacían en la tropa macrista. «Es irremontable», admitían los más golpeados.
Justo en ese momento arribó al búnker Pichetto. El senador, que voló tras votar en la localidad de Sierra Grande, se encontró con el peor escenario. A esa altura, a nadie le inquietaba demasiado las críticas por los problemas con el escrutinio.Clarin.com / Argentina