La población y la naturaleza, luego de días de lluvia, comienzan a recuperarse de los daños que dejaron los incendios, pero aún sigue la escasez de agua. Comunarios que perdieron sus cultivos aguardan apoyo
Leyla Mendieta C.En una esquina de su chaco, donde hace algunas semanas el fuego lo consumió todo, Aitor Barandianan, de nacionalidad española y poblador de la comunidad Peniel, ubicada en Roboré, muestra los arbolitos de palta que plantó recientemente. Estos contrastan con el color de sus otras plantas frutales que fueron consumidas por el fuego días atrás.Este año, como ningún otro, el fuego llegó a pocos metros de su vivienda y destruyó sus árboles frutales, pero ahora él busca restablecerse. También el verde vuelve a asomar, aun tímidamente en otras plantas de su chaco, luego de las primeras lluvias de octubre. Pero el recuerdo del fuego todavía es reciente. “Ese día, abrí las puertas del corral, pero no sabía que los patos eran sonsos. Todos los animales corrieron, las gallinas pelaron, menos los patos; estos se quedaron en una esquina”, relata efusivamente don Aitor, aún indignado consigo mismo por no haber podido salvar a todos sus animales.El español, que vive desde hace muchos años en Roboré, cuenta que, con ayuda de su familia ya construyó un corral nuevo para los chanchos, a unos pocos metros del que se quemó.Peniel fue una de las comunidades más afectadas por el fuego y actualmente enfrenta otro problema, la escasez de agua. Justo al frente de esta comunidad, está El Portón, otra zona afectada. En medio de ambas, en la orilla de la carretera hay plantas carbonizadas, pero casi como si fuera un milagro, algunas ya tienen hojas de un color verde intenso, como si de las cenizas cobraran vida.El experto en botánica René Guillén, explica que esto se debe a que hay especies que formaron adaptaciones morfológicas a lo largo de los años, por lo que tienen una corteza más gruesa, que las hace más resistentes al fuego.En El Portón se reconstruye una casa. Aunque la principal dificultad para los trabajos es el agua. Su propietaria, Margarita Pocubé, que tiene asilo temporal en Peniel, cuenta que su vivienda era de madera y no pudo salvar nada. “Pedimos ayuda para tener agua. Esa es nuestra necesidad ahora”, dice la mujer.Cerca de ahí está Chochís. En los días de mayor desastre, circulaban imágenes en las que se veía la serranía rodeada de árboles quemados. Esta semana, la situación es algo diferente, pues ahora se ven hileras completas de árboles verdes.Este año la reserva de Tucabaca fue afectada por el fuego. El director del área, Richard Rivas, explica que, pese a los esfuerzos de los guardaparques, se consumieron 44.000 hectáreas cerca de la serranía. Sin embargo, la zona ya se está volviendo a vestirse de verde.En el interior del parque, al llegar a un tanque de agua, que es el último punto de ingreso permitido a los turistas, Rivas señala hacia un tupido bosque y dice: “Adentro es solo vida silvestre”, dejando claro que el parque está fuera de peligro.Aunque es evidente que el bosque no olvida fácilmente, pues aún en la zona se divisa un lugar menos tupido, es la cicatriz de un intento de asentamiento por parte de colonos, ocurrido hace más de una década.Daños a productoresPara llegar a Yororobá, otra comunidad muy afectada por el fuego, se debe pasar un camino estrecho, rodeado de árboles que da la impresión de que están secos, pero en época de lluvia se transforman, recuperan su color (verde intenso) que casi hace olvidar que en un momento parecían muertos, aunque el nombre lo recuerda, Bosque Seco.Poco antes de llegar al centro de la comunidad, se pasa por un campamento del Ejército. Los soldados vigilan que se cumpla la pausa ecológica, es decir, que no se desforeste ni se provoquen quemas. “Al que quiera limpiar su chaco no lo dejan encender la motosierra. Estamos fregados”, dice Miguel Montero, comunario, quien por causa del fuego perdió sus árboles de limones que tenía en su terreno de una hectárea.Una de las más afectadas es Martha Ortega, cuyo chaco está al lado de su vivienda. La mujer mostró a EL DEBER sus plantas de limones quemadas.Ortega afirma que perdió más de 400 plantas, pero que se salvaron similar cantidad.La principal actividad de los habitantes de esta zona es la producción de cítricos. Todos los productores aseguran haber sufrido pérdidas por el fuego.El miércoles por la noche, cuando la oscuridad permite a las personas ocultarse más fácilmente en el bosque, en el camino de retorno a la zona urbana de Roboré, EL DEBER pudo observar a un par de hombres prendiendo fuego.La semana pasada, luego de las lluvias y de varios meses de lucha contra los incendios, en Roboré, por primera vez en un día no se registró ningún foco de quema; sin embargo, esto no es garantía pues la época de chaqueo continúa y en la Chiquitania no todos están respetando la pausa ecológica. Los pobladores esperan con ansias lluvias de mayor intensidad, para que la naturaleza se recupere.La guardaparque Luz Ulloa espera que se registre una lluvia tras otra para que la zona recupere la humedad y se vaya restableciendo, sin intervención del hombre.La época que chaqueos deja con históricas cifras de daños a la naturaleza, se superó incluso el pico de 2010, pues en esta gestión se consumió cerca de cuatro millones de hectáreas, mientras que hace nueve años el daño fue leventemente inferior, con 3.5 millones de hectáreas.PROYECTAN EL RESCATE DE ANIMALESEl hotel Biotermal, debido a que los incendios se registraron en esta zona, se convirtió en un lugar de rescate temporal para los animales afectados por el fuego.Samuel Sanhueza, del Biotermal, explica que, actualmente, tienen 21 animales que están en proceso de recuperación, tale como tejones, loros y tucanes.Sanhueza adelanta que, debido a esta experiencia, decidieron a futuro tramitar una licencia para establecerse como Bioparque y así poder continuar la labor de rescate de los animales.Desde su apertura hasta la fecha ya albergó entre 70 y 80 animales de distintas especies. Muchos ya fueron reinsertados en el Valle de Tucabaca, otra cantidad se trasladó a otros lugares para continuar su recuperación. Uno de los casos más emblemáticos fue el de la Osa Bandera, un animalito de solo cuatro años que fue rescatado con las patitas quemadas y que estuvo en coma inducido por los efectos de los incendios.Fuente: https://www.eldeber.com.bo