El plan político-militar avanza sin pausa, mientras «brillan» los liderazgos débiles, la falta de estrategia y unidad entre quienes dirigen a la Bolivia genuinamente autonomista.
La jerarquía castrense aplica el verticalismo del reglamento para acallar cualquier voz o acción de oficiales y subalternos contrarios al servilismo de sus comandantes.
Ya se lo dijo en varias ocasiones pero tienen que ser acontecimientos como los ocurridos la madrugada del pasado miércoles en Cobija y Porvenir los que vuelvan a poner el tema sobre el tapete: Los mandos de las FF.AA están enteramente subordinados, no al Estado, no a las leyes, sino directamente al gobierno y al MAS.
Los miembros del Alto Mando militar deben, necesariamente, pertenecer a la logia “Boinas Rojas” que es generosamente subvencionada con los dólares que envía Hugo Chávez. Cualquier oficial que no pertenezca a esta logia masista, no puede ni soñar, así tenga sobrados merecimientos profesionales, acceder al mando de un regimiento, una división o más aún, llegar al generalato, que es la máxima aspiración de un militar.
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Quienes lleguen a ser parte del Alto Mando, una vez pasados a la reserva, de acuerdo al grado de «lealtad» y obsecuencia que hayan mostrado, podrán acceder a cargos de importancia en la administración pública o en el servicio exterior.
Como ejemplos tenemos al Gral. Wilfredo Vargas, excomandante de las FF.AA, quien fue designado presidente de la Aduana Nacional. El Gral. Carlos Bersatti, excomandante del Ejército, nombrado cónsul general en Chile y más recientemente el Gral. Luis Trigo, nombrado director general de Aeronáutica Civil. Naturalmente la lista es bastante más larga y abarca todos los niveles de la administración.
Sin embargo conviene preguntarse de donde viene ese súbito apego de Evo Morales a los uniformados, sean militares o policías, a aquellos que detestaba en sus épocas de dirigente bloqueador. Conviene recordar también que el actual presidente de la República ha sido acusado de la muerte de varios oficiales (uno de ellos torturado y asesinado con su esposa), cuando ya había asentado su reino cocalero en el Chapare.
Naturalmente su apego a la institución armada no llega al extremo de instruir una investigación para identificar a los autores de esos asesinatos. Prefiere distribuir a diestra y siniestra dádivas y prebendas para asegurarse una lealtad, que al ser comprada no siempre es segura.
Todo este entramado permite al gobierno usar a las Fuerzas Armadas – para vergüenza de muchos oficiales dignos-, como una pandilla de capangas dispuestos a actuar prestamente a la orden del amo. Los jefes militares hasta han mostrado ya insuperables aptitudes para cantar y bailar al ritmo de la cueca del MAS, como ocurrió en el acto de promulgación de la Constitución realizada en El Alto.
Ya lo dijo Alvaro García de una manera que no admite dudas: los bolivianos deberemos acostumbrarnos a vivir bajo el control de las bayonetas. No se trata de una amenaza que deba ser tomada a la ligera, lo demuestran los acontecimientos en Pando, cuyos ciudadanos viven otra vez en el terror y para escapar de la cacería ordenada desde palacio Quemado, decenas de ellos han «celebrado» el carnaval escondidos en el monte.
Con la cobertura de un Alto Mando servil, el MAS ha convertido a Pando y particularmente a su capital, Cobija, en un inmenso campo de concentración donde nadie está seguro, donde cualquier ciudadano puede ser violentamente sacado de su casa por encapuchados en la madrugada, metido a patadas a un avión y trasladado sin más trámite a La Paz.
Y atención, porque Pando es el comienzo, le seguirán Beni, Santa Cruz, Tarija y Chuquisaca y no necesariamente en este orden, pero el plan político-militar del gobierno no se detendrá.
El MAS, su logia militar y sus “organizaciones sociales” están demostrando claramente que no repararán ni en métodos ni en recursos para aplicar en el país su proyecto autoritario y frente a este panorama alarma y preocupa la falta de liderazgos fuertes, de estrategia política y de unidad entre quienes dirigen a los millones de ciudadanos de la Bolivia genuinamente autonomista.