No lo dijo ningún político de oposición, ni un analista independiente o algún prófugo de las filas oficialistas. El aviso sobre una eventual defunción del partido de gobierno proviene del mismo viceministro de coordinación con los movimientos sociales, César Navarro, quien considera que el Movimiento Al Socialismo “ya agotó su ciclo”.
Según Navarro, el MAS no pudo “dar una nueva forma de dinámica” a una “estrategia definida en función de una estructura sindical que se ha agotado”.
Por si esto fuera poco, el viceministro dijo que ahora “El MAS pasa a un segundo plano y casi desaparece” y anotó un rasgo de esa formación política: “si tu eres elegido dirigente del MAS de un distrito, lo primero que haces es tu sello y te vas con ese tu sello a pedir pegas a dos o tres ministerios”.
Sin duda, la crisis profunda inducida por la desintegración de las alianzas sociales del oficialismo está generando incluso un replanteamiento sobre la existencia misma del partido que, hasta hace poco, incubaba ambiciones de hegemonía total y perpetuación indefinida en el poder.
Por su parte, la diputada masista Emiliana Aiza reconoce que hay problemas internos en su partido.
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Junto a estas posturas, más honestas o autocríticas, surgen otras como la del vicepresidente Álvaro García Linera, que apuestan a minimizar el conflicto del TIPNIS con argumentos francamente inverosímiles: “A veces nos peleamos un poco, pero más pronto que tarde el hijo y el padre se vuelven a unir”.
Lo cierto es que estamos ante una nueva fase en el proyecto del MAS, a la que se podría definir como el evismo tardío: una etapa defensiva y de crecientes tensiones internas…