Óscar Urenda, el guerrero de la salud más valiente


OBITUARIO

 

El médico cruceño murió peleando contra el coronavirus y dejó al país en orfandad.



Óscar Urenda, el guerrero de la salud más valiente

Fotos de archivo / Fotocomposición Saúl Gonzáles

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Fuente: Página Siete

Ivone Juárez  / La Paz

En esta pandemia hubo héroes, que pese a no tener capa o poderes sobrenaturales se   pararon en frente al virus para proteger a los suyos. Uno de esos  héroes fue Óscar Urenda, lo fue  para los cruceños desde ese 10 de  marzo, cuando se confirmaron los primeros dos casos de la Covid -19 en Bolivia.

Pese a estar en el grupo de riesgo, por tener 72 años, el doctor Urenda -como lo conocían todos- encabezó la cruzada en contra de la enfermedad. Con esa voz potente que lo caracterizaba salió a recomendar a los cruceños que cumplieran las medidas de bioseguridad y, más de una vez, sacando esa sinceridad que caracteriza al camba, alertó sobre cómo  era el virus: implacable con sus víctimas. El tiempo le dio la razón y aunque superó un primer ataque de la enfermedad, esta también  fue implacable con él y le quitó la vida.

“El otro día, cerca del hospital, nos encontramos con un grupo de gente y dijimos: ‘Deberíamos rezar, deberíamos orar todos para que Óscar regrese o para que haya otro Óscar. Pero nos miramos y nos respondimos: No hay’. Él nunca apagaba su celular y respondía cada llamada que le entraba al teléfono, conociera  o no a las personas,  él era así. Durante la pandemia esa su manera de ser nos ayudó, pero ahora ya no está y la gente, nosotros, sentimos su ausencia”,  dice Ruth Lozada, una cruceña que conoció a Óscar Urenda desde siempre.

A inicios de mayo, cuando la pandemia azotaba con toda su fuerza a la región oriental, Urenda, que era secretario de Salud de la Gobernación de Santa Cruz, dio positivo al virus y a los cruceños se les paralizó el corazón. Se recluyó en su casa para cumplir la cuarentena, pero no  para abandonar la batalla, sino sólo para reunir nuevamente fuerzas.

Cuando apenas pudo,  volvió al frente, a la primera línea,  para seguir la pelea. Se atrevió incluso a viajar a Beni para brindar su ayuda; allí  la peste actuó con saña, aprovechando los dos puntos más débiles de la región: la desinformación de la gente y un sistema de salud prácticamente inexistente.

Días después de su última incursión en la batalla contra la Covid-19, el doctor volvió a caer y, otra vez, el corazón de los cruceños quedó paralizado. Pero esta vez, su enemigo declarado lo dejó sin  más opciones que la terapia intensiva. Durante más de un mes el doctor Urenda luchó, esta vez por su vida, con ayuda de cuidados intensivos, pero el 24 de julio  el coronavirus le ganó la batalla final.

Ese día el sol del mediodía se oscureció en Santa Cruz. El camba que  habló con voz fuerte al virus  había muerto y dejado a su pueblo, al que vio crecer desde la vivienda de sus padres, que quedaba a unos pasos de la plaza principal, desde donde, mientras jugaba, veía pasar las marchas y manifestaciones de los primeros hombres y mujeres que se rebelaban contra el centralismo y el abandono del Estado.

“De niño vi las luchas cívicas, el esfuerzo que hicieron los cruceños para transformar a Santa Cruz y el esfuerzo de gente que vino de todas partes del país para volverse el nuevo cruceño y aportar para que esto sea grande, y hacer a Bolivia grande”, contó a esta periodista en su primer día de cuarentena, cuando dio por primera vez positivo al coronavirus.

Por eso llegó a  ser diputado por su región y cuando estuvo en el Congreso, a inicios de los 2000,  fue gran defensor de la lucha autonómica. “Ahí comenzó mi carrera política, en la lucha terrible contra un centralismo secante y un pseudosocialismo  que nos arrinconaban  a  los cruceños”, recordó.

“Vio crecer  a Santa Cruz y conocía todas sus necesidades”, afirma Ruth Lozada.

Como quería tanto a los cruceños, siempre tenía un tiempo para todos, para responder a sus llamadas, atenderlos, darles un consejo o simplemente escucharlos… Tanto quería a su pueblo que le regaló uno de sus primeros karaokes.

“Entonces no había   karaokes, pero él montó uno, ahí se podía cantar hasta con guitarra”, cuenta Ruth.  Y una de las estrellas de ese karoake era él, con su potente voz y esa su cualidad de gran anfitrión. Hasta pronto doctor Urenda, no sólo los cruceños lloraron su ausencia…